Parallel stories

¿Decepcionados?

Descubrí que dormir poco hace que sueñe cosas extrañas, pero lo que más me aterra es aquel cuadro de mis antepasados. Mi abuelo, aquel joven llenó de vida y energía, el cual termino sus últimos momentos postrados en una cama, lleno de tubos por toda la cara, los cuales lo mantenían vivo, ya que él no podía respirar con naturalidad. 

 Aún recuerdo esa noche, en la que se levantó alterado, pidiendo a gritos que necesitaba que lo retratasen. No era una propuesta muy usual y hasta dudamos de su cordura por algunas horas, hasta que decidimos cumplir con su petición. Nunca entendí la razón del porqué había pedido esto, o talvez porque sus últimas palabras fueran aquellas. 

 Aquel cuadro lo retrataba muy bien, su figura esbelta, su tez quemada por la exposición al sol durante tantos años, sus ojos ya casi marchitos por el tiempo, hasta su última arruga posaba en ese retrato. 

 Quién diría que en sus últimos momentos fuera él quien le daría sus últimos detalles: ya eras pasadas 2Am, él descansaba tranquilamente en su cama, ya no quedaban muchas personas en el hospital, era tarde y las pocas enfermeras que permanecían, hacían su ronda nocturna. Se levantó a pesar de su condición, tan solo para verlo, aunque sea una vez más. Tras su repentino accionar, su hipotensión ortostática lo tiro al piso rápidamente, no, sino antes hacer que golpee su cráneo con la esquina de su camilla de metal. Aturdido por el golpe, se repuso lentamente y, erguido en sus dos piernas finalmente, posó frente su imagen, extrañado de un simple detalle, una marca rojiza deslizándose por su oreja, destinada a sus ropas blancas de algodón. Tras observarlas por largo rato, decidió volver a su camilla a descansar, para así jamás volver a despertar. 

 A veces observo ese cuadro, y pienso «¿qué habrá pensado él en ese momento?» en ocasiones Reconozco que pienso demasiado, y sé que muchas veces exagero las cosas. Esta noche "antes de dormir" prefiero arrojar ese cuadro lo más lejos posible y ya jamás volver a pensar en aquel momento de mi vida.

***

Era sábado en la noche, y estaba solo en casa. Mientras ordenaba algunas cosas pensaba que, ya había pasado más de un año de que me mude a las afueras de México. Deje todo atrás, más incluso las personas que me acompañaron en mi perdida. Si, mi abuelo había muerto, pero no fue el único. Tan solo un tiempo después quien ayudo a criarme también se fue.

Era un primero de noviembre, yo apenas terminaba la secundaria y me preparaba para ir, a lo último que haría con mi escuela, una exposición de las diversas actividades que proveía está misma, no daré detalles, ya que hasta en su momento me pareció absurdo. Fue inesperado su deceso y algo muy duro por mucho tiempo. Si tan solo me hubiera dado el tiempo para lograr entender lo que hubiera ocurrido talvez no hubiera caído en aquella melancolía que mantengo hace mucho tiempo. 

 Pase algún rato tirado en mi cama, pendiéndome entre las manchas de humedad que rodeaban mi techo, buscando formas hasta aburrirme o cansarme y así conciliar el sueño. Una sensación invadía mi mente. La recordaba aún, su cara, su ropa, su casa, cada rincón invadido por un aroma a palo santo y lavanda. Me angustiaba el solo hecho de saber que nuestros caminos ya no se cruzarían. 

 Recostado en mi cama, tome el celular que se encontraba debajo mi almohadón de plumas. Prendí la pantalla y lo primero que vi era un mensaje en la barra de notificaciones «¿Quién fue?» 

 Podría haber dicho muchas cosas, pero solo dije lo que sentí en ese momento. Mis recuerdos felices son poco, pero las palabras son lo que me alimentan y, sabiendo que viviría con ese sentimiento decidí dar media vuelta y mirar hacia la ventana, ya era muy tarde y mis ojos se ponían pesados.

***

Ya había sido un año de sucesos y recaídas, y tan solo estaba yo, y mis pocas ganas de levantarme de la cama. Era otro día soleado en mis ojos tristes del cansancio de la noche. Me despegué del colchón tan solo para arreglarme, no tuve intenciones de desayunar, preferí injerir una taza de café, y salir lentamente hacia la estación de trenes. 

 Era un cuatro de enero, tenía que encontrarme con alguien muy lejos de mi casa. Fue bueno alejarme un poco de lo usual, tantas calles y casas que por años vi, fueron las que me hicieron recluirme en mis cuatro paredes. Talvez sea eso, o solo quiera creerlo así. Me volví un ermitaño por mucho tiempo, salvo en las ocasiones en las que salía a beber hasta pasarme de copas y olvidar mis problemas por el tiempo que durase mi mareo. 

 Paso mucho tiempo desde mi última salida con una dama... mejor dicho, pasó mucho tiempo desde que alguien me hiciera salir de mí encierra por mi voluntad. Hace tan solo un año había comenzado la universidad y unos meses después la vi. Salía de una de mis últimas clases del día, apurado para llegar a tiempo a la siguiente. Al pasar el umbral de la entrada, mis ojos cayeron ante una mirada sumamente triste y cálida a su vez. Su cabello negro enrulado, extenso como ella misma. Su piel pálida como hoja en blanco, ocultaba miles de historias y anhelos. Quede paralizado, ¿Quién podría ser aquella persona? 

 Pase el resto de mis días observándola, clase tras clase, día tras día. Algo en mí me atraía a ella, pero no solo era yo, muchas veces el destino nos cruzó en lugares inesperados: corredores y escaleras, hasta los pasillos del baño y ascensores. Sé que muchos de estos lugares son comunes, pero, aun así, mi extrañeza estaba en aquellos encuentros frecuentes. 



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En el texto hay: relatos de la vida, relatos reales, relatoscortos

Editado: 24.04.2023

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