Comenzar o no, es una tarea compleja el redactar cada cosa de su vida, o mi vida talvez, en este punto ya no sé realmente cual historia estoy contando. Desparrame hojas, cuadernos y cartas sobre la mesa, pero olvide el hecho de que las noches anteriores me había desvelado redactando algunos escritos de días y sueños de hace unos años. Revisare todo y si en algún punto las palabras se repiten será bien por esta razón o porque realmente lo que había dicho realmente pertenecía a otra persona.
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Hare dos cosas para empezar, por un lado, agregare una cita de algún articulo que haya leído en alguna de esas noches intranquilas; por otro lado, me parece una buena ocasión para agregar en este lugar una nota de su parte, talvez cosas no se entiendan, pero tratare de completar su historia con alguna de las mías:
El mundo exterior no es más que una serie de cuadros móviles que aparecen y desaparecen y donde los más interesantes pueden reaparecer si se sabe cómo hacerlo, pero no son más que cuadros móviles sin sustanciabilidad, sin permanencia y, sobre todo, sin localización
(Piaget, 1973: 20).
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El doble espejo del fin.
La mañana recién comenzaba y era lo primero que veía cuando despertaba. Su figura se me asemeja, aunque no fuese yo, y cada rincón de su persona era una copia barata de mi persona.
¿Quién es? No lo sabía con certeza. El mes anterior se había instalado en mi casa: no trajo nada consigo más que una sonrisa difusa en su rostro pálido de mirada perdida. Solía perder su rastro durante las horas de la tarde, las cuales yo pasaba en mi trabajo. Solo lo volvía a ver en esas pausas entre el café y el almuerzo, en cuanto me dirigía a lavarme las manos, era entonces cuando él se aparecía en frente de mi persona. No me generaba un gran obstáculo, pero aquella mirada de sus ojos verduscos producía cierta incomodidad. Tras este encuentro, su imagen se desvanecía, liberándome de su presencia al menos hasta retomar mi camino hacia su casa.
En el viaje de regreso, los neumáticos dejaban su rastro en las calles mientras avanzaban rápidamente rumbo a mi hogar. Como si siguiera un patrón, los recuerdos viajaban por lugares recónditos de mi mente, llegando hasta aquellas cosas que había olvidado: Hay días en los que me gustaba escribir poemas, allá cuando merodeaba por la casa de mis padres, en tanto mi hermano, a quien no recuerdo mucho, no me seguía y me dejaba hacer mis cosas. Escribía en hojas sueltas las cuales perdía poco tiempo después. Muchas páginas fueron a parar a puntos recónditos de mi habitación: desde debajo de mi cama hasta el pequeño sótano en donde guardábamos las frazadas de invierno durante las épocas calurosas.
Los recuerdos me son vagos porque el tiempo ha pasado, y ya el mundo perdió ese sentido que tenía cuando era niño y recorría los largos pasillos de mi casa, junto a mi hermano y mi mamá. Ya ninguno existe, pero no lo percibo porque viven en mí muchas de sus costumbres así como también su imagen, tan viva que podría afirmar que los veo en todos lados. No conservé ninguna foto suya que pudiera cerrar mis dudas, porque ya se habían perdido antes de que yo me fuera lejos.
Viéndome reflejado en el espejo de mi baño como casi siempre, hablaba conmigo mismo y pensaba:
Estoy en un punto en el que no tengo muy claro el qué hacer con mi vida. Levantarme y hacer mi vida ya no me funciona, porque siempre pienso en la razón que me lleva a moverme en todo momento. ¿Y quién dice que realmente tiene que ser así?¿no hay alguna otra forma de subsistir? Siempre busco atajos y variantes a caminos ya trazados, salvo para los que dependen de mis decisiones y de mi accionar, de mi no-impulsividad ante las circunstancias molestas y poco tolerables en tanto a lo que mi persona se refiere. ¿Qué hacer si todo es una duda constante? ¿Cuál es la verdadera meta ante cualquier situación que se nos escapa de las manos?
No se sabe realmente cuál es el motivo por el que se permanece en un lugar que incomoda y en el que por fuerza se te retiene, como en la existencia misma. ¿Qué tan cierto es esto? Escapar de la realidad se vuelve complejo e incluso, a veces, confuso. ¿Quién establece lo que es real y lo que se ficcionaliza para la ilusión de las personas? Esta disociación constante es lo que mi mente trae para torturar los pensamientos matutinos, vespertinos y nocturnos de mi ser. No quisiera pelear contra algo que me es propio, al fin y al cabo ese viaje solo tiene un puerto, y es regresar a mi interior, tormentoso de penurias e inseguridades.
A veces pienso que las personas solo escuchan cuando algo les llama la atención, pero ignoran cuando los problemas de otros les recuerdan a los de uno. ¿Qué tan roto se puede estar? supongo que no podría responder a eso. Podría golpearme mil veces y sentir el cómo me desmorono en mil pedazos, pero, al mirarme al espejo soy yo de nuevo, junto a ese extraño sentimiento de que, a pesar de todo, puedo estar más roto y caer aún más bajo.
Todo es rutinario, y siento que esto es lo único que veo, así como también mis múltiples pensamientos que no me dejan ni respirar, deteniendo el poco aire que me llega al cerebro.
Supongo que mi cabeza es más rápida que yo, y sabe más que nadie sobre mí mismo. Suena absurdo decir esto, pero siento que mi cabeza es una parte ajena a mí, funciona sin que lo necesite, mientras que, cuando la necesito realmente, no funciona.