Salí en la madrugada a caminar. Era perturbador regresar una y otra vez al mismo sitio. El mundo de lo onírico es reflejo de nuestro ser, sin embargo, hay estudios que demuestran que los sueños también pueden ser parte de mensajes de seres espirituales. De ser así, ¿cuál sería el mensaje esta vez?
El tiempo no retrocede, simplemente avanzamos, perdamos o ganemos, simplemente avanzamos en el camino de vida que nos tocó.
Las sombras de la madrugada se ven más terroríficas a las 4:30. En esta parte del planeta, no contamos con días de 18 horas o noches que parecen eternas. Noches donde surgen mitos y leyendas atemorizantes pregonadas por la humanidad. No, pronto amanecería, ya empezaban a migrar hacia sus nidos los murciélagos, las lechuzas ululaban en árboles de altos ramajes esperando alguna rata extra, una avecilla cantó a lo lejos como anunciando que ya instantes iniciaría el día.
Un hombre salió tambaleante de una calle. Sus ropas no estaban sucias, la gorra le cubría los ojos, las manos en los bolsillos de la chaqueta innecesaria en estos tiempos de calor. Suspiré, ya sabía que yo era su objetivo, caminar en la madrugada, por más sano ejercicio que parezca es un atentado contra la vida. Sopesé mis opciones, muy valientemente puse en una balanza mental: correr o suplicar.
Realmente la segunda opción me parecía un acto descabellado, nadie atiende suplicas cuando va a robarte. Entonces valientemente eché a correr con todas mis fuerzas. Pasé de largo como una fugaz brisa frente a aquel hombre con una sola meta clara, llegar a la estación de policía.
No se cómo, pero percibí su tardía reacción en persecución de la pequeña presa. Lo bueno es que tengo buen estado físico, generalmente practico futbol con mis estudiantes, ya que siempre me dan como dirección de grupo los grados 11, creo que es por la loca idea de Martha. Lo malo, el hombre también tenía buen estado físico, no parecía resignarse a perder. A quién se le ocurre robarle a un atleta, todos saben que no llevan nada de valor encima, fue allí cuando la idea de algo peor que un atraco surgió en mi cabeza.
Al ver la intersección de un semáforo temí cruzarme sin mirar, por alguna moto loca que estuviera por allí, cuando vi la farola titilar para el paso de color rojo al amarillo, hice la cosa más chiflada que se me ha ocurrido, le grité al aparato: “NO CAMBIESSSSSSS”
Si me hizo caso o no, no tengo idea, solo sé que logré cruzar en amarillo. Como toda buena docente, obedecer las leyes de transito desembocan en un buen ejemplo para nuestros estudiantes.
Volteé a mirar y percibí que ya le sacaba distancia al hombre en persecución. Se me ocurrió un pensamiento desesperad: me detuve en seco plantándomele de frente como esperándolo, puse mirada de niña mala (bueno, mujer, solo que suelen decirme que parezco una jovencita). El tipejo se detuvo de pronto, o sea, la sorpresa lo detuvo. Corrí hacia él a toda velocidad fingiendo sacar de mi sudadera algo, levantando la mano para atacarlo. Inicialmente, el hombre se quedó mirando a la loquilla que se le iba encima, luego vi duda en sus movimientos, un par de pasos hacia atrás. Si dejaba perder el momento, todo se iría al traste. Entonces le grité: ¡SI NO TE LARGAS TE MATO!
Pues que, ocurrió lo que tenía que ocurrir, el tipo huyó despavorido.
Ni yo lo entiendo.
Creo que en el fondo las opiniones de Martha me están llenando el cerebro de ideas tontas. ¡A que estúpida persona se le ocurre atacar a un atacante!
Luego de ver correr al hombre, jadeé un poco, emprendí otra vez mi carrera hacia la estación. Al poner el denuncio de ser perseguida, el agente me miró con desgano y me dijo las más sabias palabras que un policía puede darle a una señorita en apuros:
- No ande por allí sola ni de noche, ni en la madrugada, tenga más cuidado.
Sonreí un poco para hacerlo pensar que consentía en su consejo, por dentro solo me repetía la misma frase: “y eso que no le conté que perseguí a mi atacante” … lo dejé pasar, sin embargo, mientras regresaba a mi apartamento no dejaba de rondarme una idea en la cabeza. Por eso me preparé un café, tomé como un litro de agua, encendí mi Portátil y comencé a escribir:
“Somos un estado de derecho, el territorio es de todos los habitantes de este estado. Es importante recordar a través de las aulas que cada individuo de nuestra sociedad goza de los mismos derechos y de los mismos deberes. De allí, que, si alguien decide realizar cualquier tipo de actividad, el estado debe ser garante de la seguridad de ese alguien, independientemente del horario de la actividad, siempre y cuando esta sea totalmente licita”
Así continué mi reflexión, la inserté dentro del taller correspondiente, envié el correo a la coordinadora, aclarando el número de copias y los cursos donde me correspondías clases, ya que estaba incapacitada, entonces que los estudiantes realizaran una actividad de autorreflexión para fomentar el pensamiento crítico.
Luego, le escribí por mensaje de texto, le expliqué que ya le había enviado todo el material para los estudiantes al correo y entre risas le conté lo que me había ocurrido esa madrugada. Como sabía que ya debía haber llegado a la escuela no esperé a que me respondiera pues la muñeca me dolía allí donde tenía las suturas.
No sabía que ese correo iba a cambiar el rumbo de mi vida laboral de manera drástica.