Parece Un SueÑo

CAPITULO 4

Ni un atisbo de recuerdo afloró en su mirada. Todo seguía tal cual se nos obligó a dejarlo. La vida, el destino, Dios, no sé.

Rosmery me sacó del ensimismamiento y me llevó con la mama grande de la aldea.

- Hola, soy Mama grande. Si necesitas ayuda debes dirigirte a mí. Yo me encargo de tu estadía y respondo a Cacique por tu visita a nuestra tierra- era anciana, llena de días, una larga trenza blanca, pequeños ojos escrutadores.

- Hola, soy Abigail, agradezco su atención- incliné la cabeza ante la mujer, pues según me informaron la tradición incluía una sociedad matriarcal.

- Tu habitarás en casa sola, se nos informó que vas a observar nuestras costumbres. Sola no interfieres, te muestro, esta es tu casa- era un salón con cocina, una hamaca, una silla. Sin baño. Eso último debía solucionarlo.

- Disculpe, dónde encuentro un baño- pregunté.

- Comunal- respondió y señalando me indicó donde quedaba- te traeré comida luego.

Al quedar sola me senté en la hamaca aferrándome a la tela mientras las lágrimas corrían por mis mejillas. Al vaciar mi ser de cualquier sentimiento despertado saque mis pocas pertenencias acomodando todo. Por lo que observé mi pequeña casa tenia fluido eléctrico para una bombilla y un tomacorriente. Allí podría cargar el computador, el celular no me serviría de nada ya que en la selva no entraba señal. De eso ya me habían informado en la inducción. Me cambié la camiseta por una que no estuviera sudada decidida a salir a realizar observaciones que me permitieran poder ir tomando notas mentales que consignaría al regresar.

Caminé sin rumbo tratando de memorizar el camino de vuelta, aunque la aldea en si no era grande, la vegetación me confundía. Las personas me observaban y murmuraban en su idioma, los niños me rehuían, las mujeres se dedicaban a las labores domésticas. Traté de evitar lo que me había parecido un campo de entrenamiento. Me dirigí al arroyo, cuando me acercaba vi a Rosmery del otro lado caminando hacia el interior de la espesa selva y estoy segura de que no era una ilusión óptica, las plantas le abrían camino. Tomé nota mental, si iba a investigar debía estar muy atenta.

El arroyo era de agua cristalina, de una adecuada profundidad para bañarse y ver nadar peces de colores. La verdad me perdí en su suave sonido hasta que sentí pasos detrás de mí. Volteé y lo vi, ante mi sorpresa noté que él también se sorprendía, tenía su arco y su flecha, pero no traía puesta la camiseta dejando al descubierto un enorme pecho lleno de músculos.

Mi reacción fue inmediata. Sin darme cuenta empuñé las manos caminé directo hacia la aldea pasando por su lado sin siquiera mirarlo, sentí su mirada, no me volví.

Me puse a repasar los anexos de observación, las rejillas de valoración y leí uno que otro documento. Cuando Mama grande llegó estaba dormida en la completa oscuridad.

- No encendió la luz- anotó.

- Me quedé dormida.

- Traje la comida, el pescado es fresco, Awki lo sacó esta misma tarde por orden mía, espero le guste.

- Muchas gracias.

- ¿Necesita algo más?

- Sí, me preguntaba dónde puedo darme un baño.

- No a estas horas, mañana en la mañana Rosmery la llevará.

El pescado era ahumado, sin sal, pero con hierbas que le daban buen sabor, en el plato había además bastimento: plátano cocido y yuca.

Devoré aquello con voracidad. No había tenido tiempo de almorzar al llegar a la pista. Bueno, no es que hubiera visto algún restaurante.

 Escuche una melodía distante, una mujer entonaba al ritmo de la tambora y otros reían. Yo volví a dormir en mi hamaca, aunque sabía que entre la cabalgada y mi nueva cama no me sentiría muy bien al día siguiente, tocaba tomar algo para el dolor al levantarme.

Al día siguiente, después de desayunar Rosmery me llevó al rio para que me pudiera bañar. Me señalo donde podría hacerlo sin temor marchándose porque tenía cosas que hacer. El agua era fría, sin quitarme la ropa interior lavé mi cuerpo. Me quedé un rato. Era relajante sentir el agua. Un pececillo curioso me mordisqueó los dedos de los pies. Salté del susto, un arbusto se movió, el miedo me invadió, Salí del agua, me puse un vestido encima y caminé lo más rápido que pude a mi casucha para cambiarme de ropa sin animales indiscretos.

Cuando llegaba donde Mama grande escuche voces. En silencio me acerqué a la ventana, murmuré una petición a nadie, “que no me vean”. Me asomé por la ventana. La señora estaba colocando su mano sobre alguien a modo de consuelo. El hombre, tenía el rostro cabizbajo y solo se le alcanzaba a ver parte de la cabeza. Cuando ambos se movieron me retiré por instinto de la ventana con la certeza de que no me habían visto.

Decidí tocar la puerta para anunciarme.

- Entre- dijo la voz de mujer.

Cuando pasé a la pequeña estancia él estaba allí. Era la persona a la que la mujer daba consuelo. Sus profundos ojos negros me dominaron unos instantes. Había cierta incertidumbre en ellos.

- Te presento a Awki, nuestro héroe arquero- dijo la mujer.

- Mucho gusto- respondí solo mirándola a ella.

- Gusto en conocerla señorita. Estoy a sus órdenes para cuando vaya a explorar. La anciana así lo ha sugerido- me hablo en español, ya me había percatado que casi todos eran bilingües.

- No se preocupe- dije a la mujer- inicialmente me enfocaré en observar las costumbres de tu gente, de momento no necesito guía.

Creo que pasé por grosera al ignorarlo. Igual, la señora era prácticamente la jefe de la aldea. Se hacía conforme ella decía, el caique solo dirigía a los hombres en lo concerniente a la caza, armas, entrenamiento y tratos comerciales con el personal externo.

Awki (así lo llamaba su gente) se puso de pie en silencio marchándose.

- No lo desafíes, es un hombre de respeto, lo asigné a ti porque sé que su corazón ya fue entregado hace muchos años. Casi todas las solteras esperan y esperan antes de aceptar propuesta por si él se decide por alguna. Pero año tras año sigue igual. Es hombre serio y callado, no te estorbará en tus observaciones. Yo soy su consejera.




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