Parece Un SueÑo

CAPITULO 5

La ira me dominó por completo.

- ¡Crees que te conozco! - dije levantándome casi de un salto- Cesar, te llamas Cesar, estudiabas en la universidad, allí nos conocimos. Eras… desapareciste. Ni una nota, ni una llamada. Cada semestre esperé que regresaras hasta que me gradué. Hiciste promesas muy importantes que no cumpliste y ahora vienes con eso de que crees que te conozco- empecé a caminar de regreso cuando él me agarró fuertemente por el brazo.

- No me toques Cesar, no te atrevas- automáticamente su mano se retiró mientras él me observaba perplejo.

- ¿Cómo te llamas?

- Ahhhhhh, ¿qué clase de pregunta es esa? - había empezado a caminar, pero me devolví recurrí a las absurdas ideas de Martha- dime solo la verdad: ¿realmente no sabes quién soy?

El dolor que sentía me estaba partiendo el pecho.

- No- vi su completa sinceridad- pero le he visto en mis sueños, en lugares que no conozco.

- ¿Cuáles lugares? - me estaba ahogando en la desesperación.

- Creo que uno era el mar, en el otro había un árbol grande. En ninguno de los dos sueños le puedo alcanzar- solté un sollozo involuntario, él se acercó un poco sin atreverse a tocarme.

- ¿Cómo perdiste tus recuerdos? – sus ojos eran un agujero de desesperanza, pero aun así no me tocó.

- Me dijeron que tras la muerte de mis padres regresé a la aldea, corrí al bosque llorando en agonía de muerte. Dicen que me salvó el olvido.

- ¿Cómo regresaste a la aldea?

- Me encontró Rosmery, ha sido una gran amiga- eso fue gota final. Tenía una gran amiga. ¡AAAAAAA!

No le dije nada. Lo miré desolada. ¿Quién era yo para pedirle que recordara? Aunque tenía la sensación de poder lograrlo, en el fondo me pareció egoísta. Por lo menos se pudo recuperar de la perdida de sus padres.

- No me sigas, por favor. Deseo estar sola.

- No puede explorar sola.

- No puedo seguir hablando contigo, creo que a Rosmery le molestará.

- Yo… quiero seguir hablando con usted, lo necesito desde que la vi llegar-levantó la mano en ademan de alcanzarme, pero no pudo- ¿Qué me hizo?

- Solo te pedí un favor.

- Ya entiendo- se quedó pensando- ¿usted me pidió el favor de alejarme alguna vez anterior?

Su pregunta fue un golpe a mi mente.

- ¿Por qué preguntas?

- Porque las palabras son poderosas, hay personas con palabras muy poderosas. Diga que ya puedo tocarla para comprobar, por favor.

- Sino quiero- dije testaruda.

- Por favor- dijo con voz profunda.

- Ya puedes tocarme.

Al instante levantó la mano hacia mi rostro lentamente, con el dorso retiró la lagrima que caía de mis ojos, dio un par de pasos hacia mí sin dejar de mirarme.

- Por favor…

- No lo diga- me interrumpió- no lo diga.

- Esto es doloroso Cesar- inspiré- nunca te pedí que te alejaras.

Repentinamente se desató el caos. Hubo un llamado de auxilio desde la aldea. Cesar reaccionó de modo felino, jalonó mi brazo hacia abajo, hizo señal de silencio, colocó una flecha en el arco y esperó al acecho, los gritos parecían venir de todos lados, el bosque, la aldea, rio arriba, rio abajo.

Silbó un par de veces. Escuche respuestas. Otros guerreros.

- Tus palabras son poderosas mi niña soñada, si no regreso por ti, recurre a tus palabras.

Salió corriendo velozmente hacia la aldea. Su idea coincidía de alguna manera con las de mi coordinadora. ¿y si tenían razón?

Me dirigí con sigilo por la selva hacia donde se escuchaba la batalla con mayor fuerza. Gritos, llanto… disparos. ¡no!... enseguida corrí, los niños de la aldea ocuparon por completo mis pensamientos. Tenía claro que yo no aportaría nada en cualquier enfrentamiento, aun así, arranqué con todas mis fuerzas. Al llegar vi imágenes desgarradoras, mujeres en el suelo, otras ensangrentadas, hombres disparando armas de fuego, niños como rehenes. Desesperada, ese era mi estado. No sabía qué hacer. En eso vi a Cesar disparando flechas desde uno de los tejados, aunque el lugar era ventajoso, también implicaba que él se convirtiera en un blanco fácil.

Todas mis alarmas se encendieron. Vi a ese hombre dispara flechas a la velocidad de la luz, uno tras otro los blancos a los que el apuntaba caían. Del otro lado, el cacique luchaba convertido en una especie de hombre muy grande, como si su cuerpo hubiese crecido unos 50 centímetros. Noté animales salvajes atacando donde indicaba Mama grande. Me llené de valor, yo podía ayudar.

Caminé directo a un insurgente, “no dispares” ordené. El hombre no pudo jalonar el gatillo. Al suelo y no te levantes. En el acto obedeció con sorpresa en su rostro

Eso fortaleció mi confianza. Avancé pensando en la manera de ser escuchada por el mayor número posible de enemigos. Un hombre cayó a mi lado con una flecha en la espalda. Tuve la certeza de que ya poseía un defensor de mi disposición. Entonces corrí dictando la misma orden a todos los que se me cruzaban: “no dispares, tírate al suelo”. En ocasiones me toco esquivar golpes, un par de veces vi hombres con flechas clavadas que caían muy cerca de mí, una mujer guerrillera me lanzó un machete que casi no esquivo.

Las cosas parecían ponerse a favor de la aldea. Entró en escena una hermosa mujer de piel verde con marrón. No caminaba, se desplazaba sobre ramas, toda su parte inferior eran bejucos que se movían como serpientes. Lanzaba azotes a todos los atacantes. Las ramas de los árboles parecían comprender el objetivo de aquel ser, porque golpeaban a todo el que intentaba huir.  Intenté reconocerla, pero se movía de un lado a otro de una forma feroz.

En minutos todo había terminado. Perdí el conocimiento.

Desperté en mi comodísima hamaca terapéutica. Mi espalda se estaba convirtiendo progresivamente en un puente. A parte de eso no sentía mayor cosa, solo un espeluznante dolor de cabeza con imposibilidad de levantarme. Cuando pude obtener una buena vista de mi alrededor vi a Cesar sentado cerca de la ventana, con la mirada perdida en el horizonte.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.