Me alejé con brusquedad. Para ser sincera el tipo me seguía gustando. Ahora era todo un hombre: más fornido, más alto, su mirada más penetrante, su voz más gruesa, más cauteloso en su modo de moverse. Odio es odio y uno debe ser fiel a lo que piensa.
- ¿Por qué me tocas?, recuerda cómo te comportaste hace unas horas. Te estas tomando atribuciones que no te corresponden.
- No lo siento- dijo con esos ojos negros fijos en mi- deseaba hacerlo.
- Igual lo dijiste en pasado… ¡yo te odio! – crucé mis brazos, igual las mujeres de su tribu en ocasiones mostraban bastante piel, el que yo estuviera en ropa interior no debía ser un escándalo para él.
- Es tu turno explícame que me hiciste y por qué me odias- también se cruzó de brazos, se veía mejor, mucho, mucho mejor.
- Nunca te pedí que me olvidaras- suspiré resignada a dar un mínimo de explicación- lo que sea que hago con mis palabras empezó después de la muerte de mi madre. Antes nunca me había pasado.
- ¿Por qué dices que me odias?
- Porque te esperé por años. Porque estuve sola, desesperada por todo lo que viví con mi madre. Porque cuando tú te enteraste de la condición de tus padres lloraste en mi pecho, yo estuve para ti. Te apoyé, te viniste, no supe más de ti, no hubo llamada, mensaje o carta. César, simplemente desapareciste sin explicación, me sentí burlada. Tú empezaste todo entre nosotros y no tuviste la decencia de terminarlo.
Salí del agua. Me coloque la ropa. Antes de marcharme habló.
- Soñé contigo cada noche.
- ¡Y aun así me trataste mal! – grité- Ya no soy la misma, me cuesta perdonar las afrentas- empecé a caminar hacia mi pequeña casa.
- No es fácil sentir que te han manipulado- venía detrás de mí.
- Pues no lo hice César, Awki o como quiera que te llames.
No dejó de caminar detrás de mí. Cuando entramos a la aldea todos nos miraban. Creo que lo de la ropa mojada arrojaba ideas erróneas. Al llegar a mi lugar, él hizo ademán de entrar. Me le planté de frente. Sin mediar palabra, no deseaba ordenarle algo para que no siguiera pensando que me aprovecho de la gente. Ni siquiera era consiente de mi habilidad hasta la madrugada de la persecución.
Entendió el mensaje. Se retiró. Me dediqué a trabajar. Mis notas empezaban a convertirse en una carga para mi corazón. Me creí en el deber de continuar guardándoles el secreto. ¿Qué haría nuestro gobierno con personas como ellos?
Nadie confía en los estamentos de defensa de ningún país. En mi caso, yo que menos.
Fui a cenar donde la Mama grande. Ahora que la observaba bien, me daba cuenta de lo ágil que era para parecer tan vieja.
- No hagas un desastre de esto, por favor.
Esas fueron sus palabras cuando me despedí para dormir. Había luna llena. Sin las luces de la ciudad todo era excepcionalmente luminoso. Cuando entré en mi vivienda me asusté al ver una sombra. Casi doy un grito cuando se acercó, sin embargo, el solo movimiento me dio claridad de la persona.
- Tengo sueño, de verdad ¿vas a seguir molestándome? - me tumbé en mi hamaca, ya empezaba a encontrarla cómoda por la sola costumbre.
- Te recordé en el momento en el que te vi desmayada. Las imágenes se me vinieron de golpe, y fue cuando pude asociarlo con mis sueños- dio un paso hacia mí- te cargué hasta acá- dio otro paso- no descansé hasta ver que te despertaste, mientras recordaba lo que hiciste: corriste de un lado a otro derrotando personas solo con tus palabras. Hay cosas inexplicables entre nosotros, pero no es normal que sea así entre tu gente.
- Ujuu- ya había cerrado los ojos intentando ignorarlo.
- Te creo- dijo sentándose en el borde, me hizo abrir los ojos del susto por caerme.
- Me asustaste- le golpeé el brazo que parecía hecho de algo sólido.
- No fue mi intención- sonrió con picardía- hoy me asignaron como tu guardián.
- ¿te asignaron?
- Alguien ya no confía mucho en ti y dijeron que debes ser vigilada. Creo que muy persuasivamente dejé en claro que no permitiré a ningún hombre de la tribu rondándote- rio por lo bajo- ya sabes no, eres algo peligrosa.
- Aja, o sea, tú eres el único en capacidad de hacerlo- en tres las sombras percibía su diversión- ¿se puede saber la estrategia que usaste para demostrar tu punto?
- Tal vez, alguien insinuó algo relacionado con un par de golpes.
- Párate de mi cama, no puedes ir por allí como perrillo marcando territorio a mi alrededor- lo empuje perdiendo el equilibrio.
El muy atrevido me pasó el brazo por la cintura con la excusa de sostenerme. El color debió subirse a mi rostro, gracias a Dios no había luz suficiente. No sé cómo terminamos cayendo en el fondo de la lona. Inicié una lucha por liberarme ante unos brazos enormemente fuertes. Hasta intenté darle por su zona blanda, pero previo el movimiento con la aplicación de una llave amarrando mis piernas con las suyas. Luché con todas mis fuerzas para librarme de sus ataduras, él se reía por lo bajó hasta que un sollozo se me escapó de improvisto.
Entonces aflojó su agarre y yo dejé de luchar, mis lágrimas iniciaron un proceso de desagüe de mi alma, lloré como una chiquilla inmadura. Él comenzó a acariciar mi brazo mientras con el otro sujetaba con suavidad mi cintura. Enterró su rostro en mi cabello.
- Si te había olvidado ¿por qué me dio tanta rabia cuando Kiná se ofreció a ser tu guardián?
- Porque eres un estúpido macho territorial- se rio.
- Si, parece que siempre soy así contigo si mal no recuerdo.
- Ya no llores- la caricia suave era un hermoso intento de consuelo, no sobre mi piel, sino dentro de mi ser.
- Es algo que no puedo controlar.
- ¿Y si te cuento una historia?
- ¿y si ya nuestra oportunidad pasó?
- Abigail, mientras haya vida, siempre habrá una oportunidad- dijo mientas besaba suavemente mi nuca.