Parfum

Capítulo 8

Una vez más y ya

 

Acabamos el café hablando de su vida y de la mía, de nuestros respectivos trabajos y me sorprendo al saber que es cirujano. Anoche él puso en juego la integridad de sus manos, el bien más valioso para un cirujano, por salvar a una desconocida. ¿Cómo no suspirar ante eso?

Junta cuidadosamente las tazas en la bandeja y comienza su retirada a la cocina. Miro el bolso que aguarda pacientemente a mi lado, ¿por qué no? Solo unas pequeñas gotitas que desencadenen lo que lleva dentro, en caso de ser verdad. Después de todo solo es con fines científicos, solamente estaría probando una teoría.

Luego de autoconvencerme de que esto no es una mala idea, tomo la cartera, busco el frasco y con sumo cuidado vierto unas pocas gotas en mis dedos, me froto el cuello, detrás de las orejas y los pechos. Y como quien no quiere la cosa, camino hasta la cocina y me paro junto a él, recargando mi peso en la mesada, casi por reflejo aparta la vista de la taza que está lavando y me dedica una sonrisa. Vuelve a su trabajo y acaba de dejar limpio todo, toma un paño y se seca las manos, luego lo deja perfectamente extendido sobre el borde de la bacha.

Las mangas de su camisa se encuentran arremangadas hasta los codos, dejando a la vista nuevamente sus antebrazos y dándome la excusa perfecta para tocarlo.

—¿Qué significa? —pregunto acariciando un escrito en su antebrazo derecho.

—A mitad del camino de la vida vi que me hallaba en una selva oscura, la buena senda ya perdida. Allí suspiros, alaridos, llantos, cruzaban por el aire sin estrellas y atormentaban mi mente, hundiéndome aún más en la miseria... Siete vueltas a la vida, siete círculos andados, el causante de mi tortura finalmente desterrado, a las ardientes corrientes del Flejetonte fue entregado. ¡Oh, vosotros que entrais aquí, abandonad toda esperanza! —recita acercándose a mí sin siquiera ver el tatuaje, solo mirándome a los ojos.

Únicamente puedo concentrarme en sus labios, moviéndose lentamente a milímetros de distancia de mi boca, susurrando palabras que soy incapaz de comprender. Un gemido ahogado escapa de mi garganta dejando en evidencia mis deseos más íntimos.

Sin decir nada me besa, su lengua se abre paso en mi boca y acaricia con delicadeza a quien será su compañera de baile. Se separa de mí solo para cargarme en brazos y llevarme a un sitio más cómodo. Camina con mirada decidida mientras yo me permito descansar la cabeza en su pecho, donde los latidos de su corazón me dan la bienvenida.

Con suavidad me deposita en una cama matrimonial, se tiende sobre mí, acaricia mi rostro suavemente corriendo mechones de cabellos rebeldes y vuelve a besarme. Baja su mano a mi vientre y luego la introduce bajo el elástico de mi pantalón.

Sus dedos acarician suavemente mi piel, abriéndose paso delicadamente hacia mi interior mientras cierro los ojos y los gemidos que escapan de mis labios para dar voz a mis pasiones son consumidos por su boca.

Se incorpora y comienza a desvestirme, no tiene prisa alguna, disfruto cada roce, cada caricia que puede regalarme. Desnuda lo admiro desde la cama cuando se desabrocha la camisa y el pantalón, la ropa interior también acaba en el suelo entre nuestras prendas revueltas. Su piel finalmente se encuentra con la mía, parte de él se desliza dentro de mi centro húmedo y ansioso, calmando el ardor de deseos carnales.

Su boca viaja hasta mi cuello y allí se desvive rindiéndole culto a la magia de notas ardientes, dulces y prohibidas.

Mi interior colapsa en un mar de sensaciones, me siento morir y renacer bajo el peso de su cuerpo, bajo el movimiento de sus caderas. Las convulsiones de mi sexo lo alertan de que llegó el momento de dejarse ir, el ritmo aumenta, su nariz se hunde en mi cuello y con una honda inspiración se rinde ante el alivio que su cuerpo exige.

Deposita un beso detrás de mi oreja y se separa de mi pecho sosteniendo su peso con sus brazos. Lo veo admirarme entre fascinado y desconcertado.

Apoya su frente con la mía y nuestras narices se unen, una sonrisa hermosa se despliega ante mí haciéndome desear algo más, pero en cuanto vuelve a inspirar hondamente me doy cuenta de la triste realidad: no soy yo lo que desea. ¿Qué sucederá cuando el perfume se acabe? ¿Seguirá interesado en mí o, por el contrario, se repetirá lo que sucedió con Mauricio? Luego de esto, de una unión que incluso hizo vibrar mi alma con tanta dulzura, no podría soportar que sus ojos marrones me miren con rechazo.

¿En qué lío me acabo de meter?




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