¿Es este mi final feliz?
A pesar de que el vino poco a poco fue subiendo a mi cabeza, son las carcajadas sinceras que salen de mi boca las que calientan mis mejillas. Conversar con él es fácil, un tema rápidamente enlaza el siguiente sin dar espacio a silencios incómodos.
—Parece que se nos acabó el vino —dice al querer servir nuevamente y no ver caer ni una sola gota en la copa.
—Igualmente, creo que ya era suficiente por hoy —señalo al notar que ya pasan de las dos de la mañana y que ya vamos por la tercera botella.
—¿Tienes otro sitio en el que quisieras estar? —inquiere con mirada atenta.
—No, pero tampoco quiero caer en coma alcohólico —contesto alejando la copa de mí.
—Tranquila, yo te salvo —asegura con desmedido orgullo.
Otra catarata de risas nace, aunque seguramente así sería, él me salvaría.
—Pero tienes razón, ya es tarde... —comenta chequeando la hora en su reloj pulsera.
—Fue una noche preciosa, la pasé muy bien —comienzo a decir dando inicio a una despedida.
—¿Fue? —pregunta ladeando la cabeza—. Pensé que te quedarías a dormir —aclara con la voz empañada de tristeza.
—Realmente no pensé que fuese una posibilidad —contesto sin salir de mi asombro.
—¿Por qué no? Me gustas mucho, Emma, de hecho me haces anhelar algo a lo que hace mucho había renunciado —asegura acercándose a mí y dejándome un beso en los labios.
Y sin decir nada más me deja sola, escucho sus pasos alejarse y siento el gusto amargo de la decepción en mis labios. Él quiere algo más, con o sin el perfume, entonces ¿por qué esta inseguridad? Es que todo está resultando tan condenadamente bien que me hace pensar que estoy a punto de caer en un pozo de mierda sin fin. Algo me está faltando ver, no sé qué es, pero siento que no tengo el rompecabezas completo.
—Deja la paranoia —me recrimino antes de respirar hondamente buscando algo de claridad mental.
Poco a poco la sensación de que algo va a salir mal me abandona, debo disfrutar esto que me está pasando, no arruinarlo con pensamientos negativos. Cuando finalmente me siento lo suficientemente segura en que esto es lo que quiero y que me merezco ser amada como él pretende hacerlo, tomo el frasco rosa y naranja y dejo caer unas gotas en mi piel. Me levanto de la mesa y voy tras sus pasos.
Lo encuentro sentado en la cama, ocultando el rostro tras las manos, como si tuviese la misma lucha interna que yo.
—Nos merecemos esto —digo acariciando su espalda para luego abrazarlo.
—Es solo que yo había renunciado a esto: al amor, a la posibilidad de tener a alguien a mi lado; y llegas tú de la nada a hacerme ver lo equivocado que estaba —susurra como si le doliera que hubiese intervenido en su vida.
—No veo por qué no debas ser amado, Dante —señalo apoyando su cabeza en mi pecho.
Sus manos responden a mi abrazo, su boca busca la mía y el calor de sabernos amados recorre nuestros cuerpos. Nos comunicamos con caricias, expresando la necesidad que sentimos por el cuerpo del otro, la ropa desaparece bajo suspiros ahogados y deseos de algo mejor.
Entre sábanas revueltas y besos con gusto a un futuro feliz, nos entregamos en cuerpo y alma. Esta vez no es la lujuria la que nos mueve, es el anhelo de algo más para este par de almas solitarias cansadas de sufrir.
Es pronto para amar, lo sé, solo lo he visto tres veces, pero ¿soy lo suficientemente racional para negar lo que mi corazón grita? Aunque lo que importa es: ¿realmente quiero negarlo? No, quiero vivir esto, aunque dure poco. Necesito el amor que sus ojos transmiten y que le da paz a mi alma.
҉
—¿Por qué dijiste que renunciaste a esto? —pregunto recostada sobre su pecho desnudo.
—Luego de lo sucedido con mi hermana todo fue de mal a peor, creo que te lo había comentado, hice cosas que no debía buscando calmar el dolor de su ausencia, cuando toqué fondo me di cuenta de que cualquier persona que estuviese a mi lado sería perjudicada por mis acciones así que lo decidí: nunca sería novio, esposo o... padre —explica pausadamente, como si estuviese seleccionando cuidadosamente qué compartir conmigo.
Guardo silencio en cuanto comprendo por qué no es una preocupación para él que quedase embarazada: no puede embarazarme. Le doy vueltas a la idea, un futuro sin niños llenando de risas cada espacio de la casa no es lo que tenía planeado, pero en sus brazos me lo planteo. ¿Realmente su compañía será suficiente como para no desear ser madre? Cuando mis amigas tengan hijos, ¿seré fuerte y no me arrepentiré de haberme quedado a su lado?, ¿no lo veré con los ojos cargados de reproche y rencor por el sueño que mató?
Y dándole vueltas al asunto bajo sus caricias, mis parpados comienzan a cerrarse pesadamente, pronto pensar se hace difícil y la oscuridad de los ojos cerrados resulta reconfortante.
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Editado: 26.01.2023