Parfum

Capítulo 20

Aroma a muerte

 

Interpongo la mesa entre nosotros y cambio de dirección cada vez que hacen amago de esquivarla, ya no es solo Iván quien me persigue, los dos guardias y Dante se han unido a él. Verlo así, como un animal dispuesto a dañarme, me destroza el corazón.

—Dante, por favor, no, reacciona —suplico entre lágrimas amargas.

No veo rastro de razón en sus ojos y finalmente desisto, corro hacia la oficina cuando se dividen en grupos de dos para ir por ambas direcciones hacia mí, sé que desde allí podré llamar a la policía. Escucho los gruñidos desesperados detrás de mí, cada vez más cerca, mientras unas carcajadas casi diabólicas se escapan de la garganta de Malia, está disfrutando el show.

A punto de alcanzar mi destino, una mano me toma firmemente del brazo derecho y caigo al suelo, una nube blanca se arremolina conmigo, cubriendo inútilmente mi cuerpo de sus ojos. El dolor de la caída toma mi cuerpo y el golpe de mi cabeza contra el suelo me impide pensar por un momento, solo hasta que la adrenalina fluye en mis venas debido a la lucha que se desarrolla frente a mí. Están peleando para poner sus manos en mí, me arrastro por el suelo intentando alejarme, pero uno de los guardias toma mis tobillos para acercarme a él.

Se tiende sobre mi cuerpo, sus manos aprisionan mis muñecas mientras sus dientes se hunden en mi cuello. Un grito de dolor escapa de mi garganta y llama la atención de los otros tres, abandonan su pelea y jalan a mi agresor, separándolo de mí, solo para apartar las sábanas de mi cuerpo y volver a pelear por quién tendrá el derecho de lastimarme.

Un disparo resuena en el pasillo, pero al parecer la única en notarlo soy yo, la pelea continúa, solo que uno de los guardias ha caído de rodillas botando sangre por los labios entreabiertos, extiende su mano hacia mí intentando alcanzarme con sus últimas fuerzas y finalmente muere.

Pronto le sigue otro disparo, nuevamente un cuerpo cae, esta vez sin siquiera hacer el intento de llegar a mí. Tomo nuevamente la sábana y retrocedo a ganas hasta alcanzar la puerta de mi habitación, entro y la cierro dejando a Dante peleando con Iván mientras Malia ríe a carcajadas con un arma en las manos.

Un tercer disparo me hace doler el corazón: Dante, seguro le disparó a él. El vencedor aporrea la puerta, esta tiembla ante la fuerza bruta, los crujidos me indican que está a punto de ceder. Busco algo con lo que atacar a Iván en cuanto entre, abro los cajones y no encuentro nada útil. Meto la mano dentro y revuelvo el contenido del primer cajón, hasta que toco algo frío. Cierro mis dedos en torno al frasco y finalmente me decido a saber qué contiene.

Abro la tapa del perfume negro, lo acerco a mi nariz e inspiro hondamente, notas amargas se hacen sentir en mi alma... Huele a muerte. Es justo lo que necesito. Tomo un poco de la sangre que gotea de la herida de mi cuello y la vierto en el interior del frasco, el perfume burbujea y emite un leve niebla que pronto se disipa indicándome que la mezcla ya está lista.

Me posiciono en la pared opuesta a la puerta y alzo la mano cuando siento el llanto de la madera, ya falta poco para que esté dentro. Intento calmar mi respiración, pero el resonar de sus golpes me lo impiden. Bajo un ruido atronador finalmente un cuerpo desnudo logra entrar a la habitación, mi mano baja imposible de atentar contra él.

Dante me mira como si quisiera llevarme a la muerte, se acerca a mí a grandes pasos, me toma por un brazo y me tira al suelo. Desde allí lo observo sin siquiera ser capaz de pestañear.

—No me digas que pensaste que iba a privarme del espectáculo, que te lastime un desconocido, no sería mucho... pero que lo haga el amor de tu vida, eso es arte —susurra Malia apoyándose en el marco de la puerta.

Las lágrimas corren por mis mejillas cuando se tiende sobre mí e intenta separar mis piernas por la fuerza, una de sus manos se enreda en mi cabello y lo jala obligándome a tirar la cabeza hacia un lado, su nariz se acerca a mi cuello y sube hasta mi cabello olfateando profundamente.

No es hasta que sus ojos se encuentran con los mío que mis cuerdas vocales reaccionan:

—Por favor, amor, no... Por favor, no —suplico ahogándome con el llanto—. No eres así, recuerda cómo me conociste —insisto al percibir una chispa de humanidad en ellos—, tú me salvaste como hubieses salvado a Arianna.

El agarre de su mano se afloja, sus dedos se relajan mientras una lucha entre lo que siente realmente y la esencia que lo obliga a actuar de esta forma se libra en su interior, cuando sus ojos comienzan a ser capaz de reconocerme sé que he ganado.

Las lágrimas llueven sobre mí, suelta mi cabello y se mira las manos horrorizado.

—Lo siento, lo siento, te hice daño —susurra antes de besar mi frente—. Lo siento —repite con los labios pegados a mi piel.

Un aplauso sarcástico interrumpe el momento haciéndonos notar que esto no ha acabado.

—Felicidades, al parecer tu fuerza de voluntad es más fuerte de lo que creí... En fin, hubiese sido un magnífico final, es una pena que lo arruinaran con sus cursilerías —masculla acercándose lentamente.

Dante se pone de pie dispuesto a defenderme, pero un estallido suena antes de ser siquiera capaz de acercarse a ella. Él se toma el estómago, retrocede un par de pasos y finalmente se resbala por la pared dejando un camino rojo pintado en ella.




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