París en Llamas

CAPÍTULO I

París era un teatro-bar al que acudía hace ya tiempo, había gente de clase alta entre los comensales, carcajadas entre cotilleo y cotilleo sobre lo acontecido en la semana, yo estaba de espalda al escenario principal donde se presentaban artistas y bailarinas, pedí lo de siempre, un vaso de vodka para calentar el estómago, curioso ¿No?, ser el único en pedir vodka en un lugar que se llama París, pero por muy extraño que parezca, se vendía más que el champagne o el whisky, el sabor cálido del alcohol me hacía sentir menos sólo al entrar en contacto con mis labios, una bella manera de olvidar los pesares cotidianos para disfrutar un pleno momento hasta donde el cuerpo aguantase.

La zona del bar es pequeña y regularmente se encuentra solitaria a comparación del salón principal donde la sociedad hacía lo suyo, degustar, platicar y chulear a una que otra chica del escenario; siempre hay un número en la tarima, con banda en vivo tocando y lleno en los días sábado después de pasado el atardecer, hoy era ese día y pronto habría algún espectáculo al que quedarse.

De pronto noté que el escenario se estremecía al unísono de una sola voz, "Jeanette", voltee para saber de quien se trataba, pude observar que era una cantante verdaderamente hermosa, de piel blanca y lisa, muy estética, con un cuerpo bastante esculpido que calculo no tendría más de 30, cejas delgadas y labios finos, lo que me impactó fue ver esos ojos verdes tan profundos que me hacía desear tener su compañía cada noche hasta morir, la mujer comenzó a cantar con un sentimiento y una energía que hizo que se me bajara todo el licor que llevaba encima del impacto, una voz suave y seductora que hipnotizaba al momento.

Acabado el espectáculo, agradeció y se retiró a su camerino, la multitud la siguió con una ola de aplausos y silbidos, pregunté al cantinero quien era ella,

-Es nueva en la ciudad, messie- me respondió mientras llenaba mi vaso con lo que quedaba de la botella del vodka.

- Es una de esas artistas que están mucho de moda últimamente, a mi parecer he visto de todo en este lugar y déjeme decirle algo-

- Si, dígame- pregunté curioso, - 

-Si yo fuera usted, no perdería mi tiempo en una mujer como ella, es de esas, ya sabe, que vive de los hombres, lo he visto antes y puedo apostar a que ella es una de ellas- exclamó mientras volvía a limpiar los vasos-,

-y dígame, ¿Enserio se llama Jeanette o es sólo su nombre artístico?- le dije intrigado esperando respuesta, 

-Si, efectivamente, se llama Jeanette-, -Amigo, enserio aléjese de ese tipo de mujeres, yo sé lo que le digo- susurró mientras me retiraba del lugar.

Al salir del inmueble, me percaté que aquella dama salía del teatro acompañada de un hombre con mala pinta, pareciera ser su guardaespaldas o su chofer tal vez, subieron a un coche negro, mientras yo caminaba de vuelta a mi apartamento en Brigde Avenue, No. 202, en el barrio de Longhorn, uno de los lugares donde más desempleo había, debo decir que tuve suerte de encontrar plaza en esta ciudad, mi empleo era sencillo, ser profesor de literatura en la secundaria estatal, era lamentable que los chicos no tomaran mucha apreciación a los grandes clásicos, me entristecía y hasta cierto punto me irritaba, pero eran jóvenes, en su mente lo único que había era libertinaje, diversión y bailes. Menuda juventud.

Comenzaba a llover cuando llegué a mi casa, rápidamente me escabullí sin hacer ruido para no despertar a la Sra. Johnson, la casera del lugar, una mujer de 45 años, golpeada por la edad y el exceso de hierba que consumía para olvidar el dolor que le causó enviudar recién casada cuando su esposo fue asesinado en la puerta de su casa por maleantes intoxicados por el alcohol. Desde entonces dicen los vecinos que no ha vuelto a ser la misma, antes de que su esposo muriera, ella era una joven amable, entregada y buena cristiana, según dice Mr. Hernández, el hombre más viejo de el edificio, boxeador retirado, perdió la batalla de su vida pero no en el ring, sino con su esposa, precio de la fama y la buena vida, me cuenta que se vio envuelto en un escándalo del cuál sólo pudo salir pagando un precio enorme, su esposa y su hijo lo abandonaron por una mujer que lo pretendía constantemente en sus peleas, salieron un par de veces pero el detalle es que el no notó que era la esposa de su manager y entre tanto embrollo tuvo que renunciar a todo lo que amaba. 

Al llegar a mi apartamento tome una cerveza de la nevera y me senté en el sillón, encendí un cigarro y mientras exhalaba el humo, en mi mente se dibujaba la silueta de Jeanette. Aquella mujer por la que pierdo la cabeza a cada instante que menciono su nombre en la habitación.

Una mujer que tarde o temprano sería mía...




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