Aquí me encuentro, cayendo de súbito y sin paredes a las que aferrarme. Ante mis ojos se repiten eternas las agonías y el frío me abraza. Miro el final de mi abismo, un charco de agua demasiado bajo, tanto que al menor suspiro de algún alma ajena se deja ver la roca negra e indiferente que me aguarda.