Partes recovecas del órgano latente

III

Pronto Belisa se encontraba pensando en Malik, más de lo que hubiera deseado, en sus finos labios, en el color de su cabello, en su olor, en su voz gruesa que la hacía sonrojar y tambalear, en sus suaves caricias, en sus palabras llenas de amor. Lo supo, había jugado con el fuego y ella misma era el fuego. La culpa se la comía viva y carcomía sus ganas de ser la mejor mujer para Malik, porque él merecía una mujer así, aunque ella solo fuera una insignificante mujer que seguramente Malik botaría después de enterarse de sus planes. —Mátalo—. La voz de su madre se esparcía por su mente porqué eso era lo que hacía si tenía algún problema con uno de  sus tantas aventuras. No asesinaría a ese hombre, ella no tenía la sangre fría. —Lo amo mamá— habló en voz alta para que el recuerdo de su madre se callase y se fuera. — ¿A quién dices que amas? — preguntó Malik dejando su maletín en el sofá. —A ti—. Respondió sorprendida de haberlo dicho, si bien lo repetía en su mente y no en voz alta,  aquella vez era la primera ocasión que lo mencionaba para otra persona que no fuera ella misma. Malik esbozo una sonrisa con picardía y ternura. —También te amo, Be — respondió abrazándola, aquella declaración de amor había penetrado en lo más profundo de su ser, se sentía real y debía ser real. Por primera vez en su vida Belisa amaba y era correspondida con el más sublime amor que podía entregar Malik.

Días de angustia llegaron, una enfermedad había azotado en el cuerpo de Be, vómitos, nauseas, mareos, se sentía rara y la única persona con la que podía contar se encontraba de viaje. Los olores nunca habían sido tan percibidos por su nariz y —ugh— odiaba la loción que su marido usaba, esa que antes le encantaba. No resistiría más con esa enfermedad suya, cansada del vomito y nauseas decidió llamar su marido.

Las sospechas de Malik acertaron cuando el médico dio su veredicto. Be ahora llevaba en su seno el fruto del amor que se profesaban. Serían padres. —Espero que éste bebé lleve tu sonrisa cariño—. Con voz tierna Malik rompió el silencio que mantenía a Be absorta en su abismo de culpabilidad y otra emoción que no lograba comprender. —Tengo miedo Malik— respondió sincera con voz trémula. —Pensé que estarías entusiasmada— comentó alarmado; Malik soñaba con al fin un día tener un bebé y comprendía a Be por tener miedo, su cuerpo sufriría cambios, como sus emociones y ahora más que nunca ella necesitaría de su comprensión, él le daría la comprensión que ella pudiera necesitar. La miro a los ojos y vio algo oculto en ellos, algo que no podía descifrar, eran muchas cosas en una mirada. —Estoy feliz, no me malinterpretes, solo que estoy asustada por lo que se viene—. Dijo con voz dulce y refiriéndose al bebé. Ella mejor que nadie sabía lo aterrada que estaba, sus emociones, su culpa hacía de ella un saco de emociones revueltas, sacudida por la noticia y los cientos de fantasmas de su pasado que se agrupaban para bailar con su conciencia sin descanso.

—¡¡BASTA!!— se reñía mentalmente. Si no se lo decía ahora pronto se volvería loca. —Me haces feliz, Be— anunció Malik robándole el momento. — Y no solo lo digo por el bebé, desde que te vi en la preparatoria aquella vez supe que serías la mujer que amaría por el resto de mis días—. Mencionó a su esposa quién lo escuchaba atentamente. —Me enamoré de ti, de tus inseguridades, de tus inquietudes, de tus ojos y tu verdad, eres como una película y te ves como una. Es exactamente como no soñé mi vida, es aún mejor porque tú estas en ella—. Continuó con su discurso. Era ahora y con él que se sentía completa, no reconocía a aquella joven a la que solo le interesaba el dinero que Malik le podía proporcionar o cualquier otro hombre, se sentía feliz por su bebé que nunca jamás le faltaría amor por parte de su padre. Mientras que ella y sus remordimientos podrían esperar, tenían que esperar, así debía ser pero no podía ocultar que no se sentía en paz y ese bienestar no llegaría hasta que pudiera hablar con la verdad. No quería hacerse la víctima porque ese papel no le iba, era culpable, si lo era. Pudo irse cuando aún no lo amaba pero se quedó por su codicia y su egoísta sentimiento por los hombres, quería que su padre sufriera lo que ella estaba sufriendo pero incrementado y pensaba que lo lograría dañando a Malik, que estupidez y entonces ¿por qué no se fue? No era la obligación de Malik amarla después de todo, la vida no le dejaba otra salida y no podía quedarse sentada viendo como lo que más quería se le iba lentamente, no estaba lista para dejarlo porque sería lastimarse a si misma. El puro y sensible pensamiento que bullía por su ser al ver lastimado en su imaginación a el remedio de su corazón la hacía sentir la peor escoria del mundo y ahora lo amaba a morir. — ¿Se puede amar la oscuridad de alguien?— se preguntaba todos los días sin respuesta.

Unidos como nunca e impacientes por la llegada de sus dos bebés, Malik y Be se complementaban, eran uno solo. La familia Mayorga no podía creer el cambio de Belisa y por más que les costara trabajo admitir, ella les agradaba, la mujer tenía carisma y tenerle afecto era posible solo con verle.

El embarazo le quedaba de maravilla y tener mellizos era algo  poco común y ahora los abuelos Mayorga tendrían esa novedad dentro de su familia y quedaba en ellos nunca ser olvidado. Por lo que a Be le aturdió, su miedo le restaba  vida, sus pensamientos se convirtieron en culpa y mientras más se acercaba el nacimiento de sus bebés hablaba con menos coherencia. En verdad le afectaba a sobremanera.




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