Partes recovecas del órgano latente

IV

Él día llegó, Malik como todas las mañanas había salido desde temprano a su trabajo. Se esmeraba por llegar a tiempo, pues en un futuro él debía dar el ejemplo a sus empleados. Él era el único hijo de los señores Mayorga, por lo tanto heredero de un gran negocio; su familia por generaciones había sido afortunados por haber nacido en la cuna de oro de la mansión Mayorga y todos ellos eran educados en finanzas, todos sin excepción debían tener conocimiento del dinero. Fue la familia Mayorga pionera en la educación para las mujeres, ellos no  apoyaban el patriarcado.

—Buenos días. — saludaba a todos los que veía, así fueran muchos los empleados de su padre él les saludaba siempre alegre. —Felices los empleados, obligaciones menos pesadas—. Pensaba para sí mismo.  Apenas entró a su oficina su secretaria Lola entró apurada. —Señor, tiene una llamada del hospital—. Informó emocionada. —Por la línea dos Lola, gracias—. Con movimientos atropellados tomó el teléfono. — ¿Si?— contestó con el corazón en la mano. — ¿Señor Malik Mayorga?— se escuchó preguntar a una vocecilla fina desde el otro lado. —Si, él habla—. Respondió con voz ronca. —Es para informarle que su esposa entró en labor de parto—. Comunicó la voz; se quedó petrificado por la noticia ¡¡al fin conocería a sus bebés!! Estaba nervioso, no pensaba con claridad, su razón se había nublado y ni siquiera podía caminar. Su padre entró a su oficina, y reconoció en su mirada y actitud que no tardó en poner sus pensamientos en alerta, algo había pasado. — ¿Estás bien, hijo?—  interrogó su padre. —Mi esposa entró en labor de parto, está apunto de tener a nuestros bebés—. Contestó turbado. Su padre reaccionó al instante, lo sacudió para que regresara a tierra y cuando lo hizo su nerviosismo aumentó y su desesperación por llegar pronto a la clínica se volvió su único pensamiento.

No quería confesarlo pero él, Malik Mayorga estaba aterrado. ¿Cómo se debía tomar en brazos correctamente a un recién nacido? Pero eso no era lo que más le asustaba. — ¿Podré amar con la misma intensidad a mis dos hijos? —. Esa era la pregunta de tras de cada una de sus dudas, quería disfrazarlas con preguntas simples y quería olvidarse de ella porque la respuesta no la sabría hasta que les viera. — ¿Puedes acelerar papá?— preguntó al borde de la histeria; su padre hacía lo que podía y el tráfico no ayudaba.

No terminó su padre de estacionar el coche cuando Malik había salido por la puerta para correr por toda la clínica. Cuando entró a la habitación encontró a su querida Be empapada de sudor con sus dos pequeños en cada uno de sus brazos, se acercó cuidadosamente para no despertar a sus pequeños y la respuesta a su pregunta era si, si podía amar a sus dos hijos con la misma intensidad. Besó la frente de su amada para después tomar a un pequeño en sus brazos. Si así se sentía ser padre entonces no deseaba nada más en el mundo.

Encontraba su felicidad en esa habitación del hospital, todo lo que necesitaba estaba ahí, dos pequeños que ahora serían protegidos por su cariño y una esposa que amaba. No veía venir la tormenta que se acercaba diligente. ¿Quién la vería en la cima de la felicidad? Empaparía la tormenta toda su razón, quedaría húmedo del corazón y ahí en lo profundo del órgano latente quedaría ahogado y no por el agua de la tormenta.

Quizá sea pronto, querido lector pero es trascendental para poder o al menos intentar comprender la acción de Belisa.

Está era la realidad de Be, es lo que veía Malik a través de sus ojos cafés. No podemos culparla, así protestamos los humanos al descubrir nuevas emociones que no podemos controlar, así es como replicamos nuestras partes ocultas. Nos han inculcado que, no debemos dejar que nuestros sentimientos controlen nuestras acciones y la idea que nos controlen nos vuelve esclavos ante un sentimiento escondido y al no poder controlarlo le disfrazamos de sentimientos que si podemos controlar. Belisa simplemente no conocía el sentimiento de ser amada y no podía controlar el copioso encadenamiento que se había desatado a causa de un solo sentimiento “el amor”.

No es fácil renunciar a tu corazón, no es sencillo a renunciar a una parte de ti y menos si son tres. La única manera de controlar sus sentimientos era evadir los sentimientos, con Malik cerca y ahora el nacimiento de sus hijos no era una opción evadir. Nadie podía ayudarla a controlar sus emociones, ella tenía que caminar sola probando que no era esclava de sus impulsos. No tenía más remedio que arder en su propio fuego, tenía que enfrentar su propia tormenta y a sus propios fantasmas que tanto miedo les tenía, ahora era madre y no lo hacía por ella, no se trataba de ella sino de ellos, no podía seguir corriendo en círculos y no distinguía lo que se avecinaba, enfrentaría un monstruo y quizá no saldría viva de la batalla o podía sobrevivir y enfrentar su propia realidad, la que le tocó vivir  aceptarla de una buena vez. —No será fácil pero lo lograré—. Se animaba ella misma porque nadie más lo haría, ni Malik ni sus hijos estaban allí para apoyarla.




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