Que una persona te haya destrozado no te da el derecho de destrozar a alguien más. Cosa que no comprendía Be y no podía intentar comprender porque, ella ya no estaba ahí, la vida pasó como agua entre sus manos y el destino no le dejó disfrutar de su felicidad inmerecida; hay algunos que pueden pensar que su vida una completa pérdida de tiempo, otros pensaban con lástima su vida. La verdad cura y Be solo se había perdido a ella misma, ahora no pensaba más en si, ni en el dinero, ni la codicia, solo pensaba en el amor que siempre había soñado y dejaba para él todo el amor que alguna vez pudo sentir, al fin y al cabo había tenido una vida real.
La muerte de Be le tensaba los músculos; el embarazo de los gemelos era de alto riesgo, Malik lo sabía por eso procuraba consentirla y cuidarla, siempre, con los mejores médicos. El parto fue difícil y ella misma tuvo que elegir, su vida o la de los gemelos. Ahora lo sabía, sus hijos estaban con él y Be no. Probablemente nunca jamás podría él haber tomado una decisión de tal magnitud.
Extrañaba sus caricias, extrañaba su voz dándole los buenos días, extrañaba con todas sus fuerzas ver sus pecas que se esparcían por todo su fino rostro. Y se sentía mal por sus hijos, no tendrían una madre que los cuidara, amara y viera por ellos. Sus vibraciones fluían con las de ella, lo sabía, solo lo sabía.
Esa tarde cuando su esposa apreció en medio de la cena supo que ya era hora, momento de soltarla, dejarla libre, aceptar y decirle que la amaba pero la dejaba libre. La gente jamás entendería su amor por ella; esa mañana como todos los días temprano le dejó su flor favorita en su tumba, una margaritas color lila, extraña en su defecto. Ahí le lloró por el tiempo que les faltaba por pasar juntos, por los planes que jamás ocurrirían y las metas que ahora cambiaban y le lloró porqué le amaba, ¡la amaba! La amaba.