Subí escaleras arriba. Corriendo, como si temiera por mi vida. Pero no temía por mi vida, no tenía miedo a las consecuencias de mis actos; tenía miedo de no volver, tenía miedo de que mi familia desapareciera por mi culpa y este proyecto de la re mil mierda.
Si yo no hubiese metido esa idea en la cabeza de mi papá, si no lo hubiera alentado a hacer, si no...
Él habría seguido en su estado de depresión.
Y prefería estar aquí, a ver como el sufría.
Quería llorar, desparecer y reaparecer en mi cama junto a Lucas. Era lo único que quería.
Pero no me permití llorar. No solucionaría nada con eso, lo que tenía que hacer es buscar la forma de irme de aquí, cuanto antes.
Así que apoyé el maletín en el suelo, y luego apreté el mismo botón que le había dado esta forma. Observé como la se comenzaba a armar la máquina de a poco. Y en menos de cinco minutos, el reluciente color metálico se hizo presente ante mi.
La observé detalladamente.
Todo esto era tu culpa, maquina del demonio.
Ingresé a la misma, y me fijé en el monitor. Había estado configurado en noventa años. Lucas tenía razón. Ahora solo tenia que configuralo a ochenta y seis años después, salvar a mi mamá, y por fin regresar a mi presente con toda mi familia.
Hoy era 3 de abril, en una semana y media mamá cumpliría un año más de fallecida. El plan era ir, quedarme alejada y estar por pendiente de ella el tiempo que me encuentre ahí. Y cuando llegue el momento, tenerla todo el tiempo conmigo, para evitar que algo malo le pase. Traía dinero, unos dos mil euros, para poder sobrevivir en la supuesta semana que me quedaría ahí. Necesitaba comer, y la comida no caía del cielo como en "lluvia de hamburguesas", seria bueno, pero lamentablemente no se podía.
Así que ahora agradecía haber traído esa cantidad de dinero.
Podía irme ahora, pero le dije a Lucas que esperaría hasta la noche. Y eso iba a hacer. Tan solo me quedaría aquí esperando a que el sol se pusiera, y las estrellas adornaran todo el oscuro cielo.
***
Quedé todo el día sentada en la terraza. Viendo la gente pasar, otras veces jugando mi celular. Lo sé, no entiendo nada. Se suponía que en ese año el internet no existía, pero a mi me funcionaba genial, hasta llegué a charlar con Lucas y Nick por el grupo que tenemos en WhatsApp. Ellos se sorprendieron tanto como yo, pero la verdad es que estaba muy agradecida de que este aparato siga funcionando.
Eran las once y media de la noche cuando me contacté con mi equipo.
-¿Isabella?¿Estas bien, hija?- la voz de papá hizo que me dieran ganas de soltar todo lo que me he contenido este día, en forma de lagrimas. Pero no lo hice, solo sonreí.
-Hola, ¿cómo han estado?- pregunté, queriendo sonar tranquila, y tratar de aligerar un poco la situación.
-Todo bien por aquí, tan solo un poco preocupados por ti- comentó él.
-No tienen por qué. En unos minutos voy a encender la máquina y regresaré- dije tan convencida, que nada en este mundo ni en otros mil más me iban a hacer cambiar de opinión. Yo iba a salir de este lugar, e iba a volver a mi tiempo actual, para ver a mis padres sanos y salvos, y lo más importante, juntos.
-Eres tan valiente, Isa. Me recuerdas mucho a tu mamá- mis ojos se cristalizaron y en mi garganta, un nudo gigante se hizo presente. Me sentía tan especial cuando él me comparaba con mi madre, y en cada comparación decía que éramos idénticas. Sonreí, era una sonrisa triste, nostálgica. Una sonrisa que a simple vista podías deducir que transmitía un gran "Te extraño, mucho, y tengo mucho miedo que te pase algo por mi culpa".
-Gra... gracias, papá- dije con la voz entrecortada- Ya es momento... nos vemos a la vuelta.
-Nos vemos a la vuelta, Isa.
Y colgué.
Estaba nerviosa. Pero no sabía porqué, ya había viajado, sabía las cosas que tenía que hacer, y las medidas de precaución que tenía que tomar. Sabía que ahora, tenía que ponerme el cinturón de seguridad, que anoche no me había dado cuenta que siquiera estaba allí.
Entonces entré a la pequeña máquina, pegué un largo suspiro para largar cualquier tipo de miedo que haya estado en mi interior.
Y encendi la máquina.
La acelere como si no hubiese un mañana, las chispas blancas y amarillas saltaban a lo loco por el lado externo de la maquina. Mis manos temblaban, la adrenalina y los nervios volvieron, mi pulso totalmente descontrolado. Anoche estaba nerviosa, pero no se comparaba en lo más mínimo de como me sentía ahora. Pero todo iba saliendo como debía salir. Volvía a tener el control de la situación. Los controles estaban en su lugar, el año en la pantalla estaba correctamente.
Pero escucharon la frase que dice "todo lo que sube tiene que bajar"?.
Bueno, en ese momento yo había subido mi confianza a lo más alto, y la vida como perra injusta que es, me arrastró hasta una caída libre, en la que seguramente no saldría ilesa.
Pues si, la puta máquina falló.
Y no solo falló, sino que también comenzó a soltar humo, por todos lados, hasta por el tornillo más pequeño. Así que no me quedo de otra que parar, y ahí se paraba todo, mi mundo entero se quedaba tan quieto que hasta daba miedo intentar moverlo.
Maldeci a mis adentros, a mis afueras y hasta en el otro universo.
¿Por qué toda la mierda me pasaba únicamente a mi?
Salí, temiendo que en algún momento algo peor pasara. Pero no llegué ni a alejarme dos metros que fue que sentí la explosión. Algo no muy fuerte como para dañarme, pero lo suficientemente potente como para prohibirme viajar en el tiempo hasta nuevo aviso. Lo suficientemente potente como para hacer que mi corazón se rompiera en mi pedazos y mi mente quisiera estallar.
Una lágrima cayó por mi mejilla, y estaba tan en shock como para no sentirla. Quería gritar, insultar, sacar lo que fuera que tenía en mi interior. Pero no ganaría nada. Quería llorar, tirarme en los brazos de mi papá y decile lo injusta que la vida había sido conmigo. Pero eso ya no podía hacerlo; no sino encontraba una forma de arreglar el desastre que hice. Y lo iba a hacer.