Nunca había sentido esta sensación. El miedo era incontrolable. La desesperación de hacia una fiesta con cada pensamiento negativo que llegaba a mi mente.
¿ahora qué hacía?
Pero lo más preocupante no era el hecho de que el maletín no estuviera ahí, sino de qué tipo de persona tenía en su poder algo tan valioso, como lo es una máquina que te dejaría viajar en el tiempo.
La primera idea que se me cruzó en la mente fue: Jefferson. Él habría mandado a sus hombres a seguirme, como no me encontraron, se llevaron mi maletín.
Tenia que recuperarlo, a como diera lugar. Si ese hombre se da cuenta de lo que es, no hay vuelta atrás.
Pero si llegaba a poner un solo pie en ese asqueroso bar, era muy probable que me volaran la cabeza.
Es mejor morir intentándolo, que seguir viviendo arrepintiendote de no haberlo hecho.
Y como si mis pies se manejaran solos, corrí lo más rápido que pude en dirección de las escaleras, pero no llegué muy lejos, porque había chocado con un alto, firme e imponente cuerpo. Haciendo que cayera sobre mi espalda en el suelo.
Un quejido deja mis labios cuando intenté levantarme, me había golpeado fuerte.
Rápidamente me puse de pie, dándome cuenta de la situación.
-¿Quién eres?-Solté, sin demostrar ni una pizca de miedo en mi tono de voz, aunque por dentro me cagaba.
La figura dio un paso entre la negrura de la escaleras.
Santa mierda.
¿Que hacia aquí?
Observé detalladamente su cuerpo, hasta que llegué a su mano izquierda. Tenia el jodido maletín.
Y una pícara y sombría sonrisa se formó a en su rostro. Eso me llevo a querer golpearle con todas mis fuerzas.
-¿Qué haces aquí?- Cuestioné, y no de una buena manera.
-Ey, ¿Qué pasa, cielito?-Dijo dando un paso hasta donde estaba- ¿Siempre eres así de arisca con tus amigos?.
En su voz había una nota de superioridad y picardía. La misma que ponía siempre que hablábamos. La misma que me sacaba de mis casillas.
Puse mi mejor cara de incredulidad.
¿De verdad tenía el descaro de considerarse mi amigo?. Si este tipo lo único que lograba era que me entraran las ganas de patearle las pelotas.
-No eres mi amigo, Ander. Ahora dame mi maletín- sentencié.
El camino al rededor de mi. Sus pasos eran lentos, sigilosos, con clase. Ese porte de superioridad, no se desvanecía ni un segundo. Yo seguí sus movimientos. Intenté dar un rápido mantón al maletín, pero el rápidamente se dio cuenta de mis intenciones, y sacó su mano antes de yo pudiera tomarlo.
-¿Qué es lo que quieres?¿Por qué estás aquí?.
En mi rostro se divisaba el disgusto.
-¿Qué?¿Es que acaso no puedo visitar a una vieja amiga?- preguntó, haciéndose el desentendido de la situación. Realmente no lo soportaba.
-Que no soy tu amiga, y que ese maletín es mío. ¿Sabes que es ilegal tomar cosas de otra persona sin su consentimiento? Eso se llama robo.
-Pero si yo no robé a nadie- dice sonriendo abiertamente- Yo solo venía a visitarte, pero en vez de encontrarme contigo, lo hice con este maletín.
-Me dices que estás interesado en mi- susurré, pero lo suficientemente alto como para que me escuchara, y para que no sonara como un pensamiento propio.
-¿Eso esta mal?- ¡Ay por Dios, y todos los santos de la indignación! ¿Ahora pretendía hacerse el seductor? ¿Really?.
Pero de igual modo sonreí. Tenia una idea que seguro iba a funcionar.
-¿Debería estarlo?- pregunté con el mismo tono seductor y pícaro. Di un paso hacia él, muy lentamente.
Yo sabía de lo que era capaz de provocar en un hombre. Sabia que tenía el poder de dejarlos duros en cuestión de segundos, y eso me beneficiaría para poder quitarle el maletín.
-¿Sabes? Cuando llegué aquí, pensé que eres un idiota- comenté, dando otro paso lento hacia el. Ya estaba lo suficientemente cerca como para sentir su respiración en mi rostro.- Lo sigo pensando, pero es hasta ahora que me doy cuenta que eres el idiota más caliente que he visto.
Repose mi mano en su hombro, y fui subiendo muy lentamente a sus mejillas. Lo miré directo a sus ojos miel, que ahora parecían mucho más oscuros. Había dos opciones, sus ojos se ponían así bajo la oscuridad de la noche, o mis movimientos ya estaban sembrando frutos. Y quería pretender que era la segunda opción. Me acerqué un poco más, acortando cada vez nuestra distancia. Metí mi rostro entre su cuello, y di una larga y muy pesada respiración. Lo que causó que yo sintiera el exquisito aroma de su muy cara colonia, y el se estremesiera de una manera sutil.
De a poco, hundi mi cabeza en su cuello, dejando besos húmedos desde su clavícula hasta su mentón. Llevé mis manos a su torso, acariciando lentamente su cuerpo bien definido.
Este idiota estaba como quería y más.
Tentando al diablo, baje un poco más mis manos, llegando al inicio de su pantalón. Comencé a tirar suave y lentamente de su camisa, para luego meter mis manos bajo de la misma. Mis roces eran delicados, cálidos, y que lo ponían fácilmente en unos minutos. Mi boca cambió su recorrido, empecé a dejar un camino de besos húmedos a través de su mandíbula, hasta llegar a la comisura de sus labios.
Con una mano agarré la suya, llevándolo a la parte baja de mi espalda, haciendo que él me pagara más contra sí. Haciéndome sentir su notable erección.
¡Bingo!.
Saqué mi otra mano por debajo de su camisa. Y muy disimuladamente llegué hasta el maletín, se lo quité lentamente, sin que se diera cuenta.
Entonces lo besé. No era un beso tierno, el realidad era salvaje, lleno de lujuria. El me pegó más contra su cuerpo, y bajo su mano hasta presionar mi trasero.
Debo admitir que eso se sintió bien.
Cuando nos separamos, fue para tomar aire.
La tensión en ese momento era casi palpable, pero mis ganas de ganar es pequeña batallas, eran mucho más poderosas que un buen polvo con un desconocido.
Apoyé su frente con la mía, nuestras respiraciones inconstantes.