Pasado

10

-¿Qué‐fue-eso?- la incredulidad en el rostro de mi amiga creo que era igual a la mía.

-No tengo ni la menor idea, Sarah- reaccioné. Y lo primero que hice fue pasar el dorso de mi mano varias veces por la comisura de mis labios, donde Ander me había besado, como si con eso me quitara lo que había hecho. Hice una cara de asco.

¿Cómo habia dejado que haga eso?¿Por qué no reaccioné? Es hasta ese momento en que las ganas de ir tras él y golpearlo me habían invadido.

Suena idiota estar quejándome por un simple beso en la mejilla, cuando ya nos habíamos besado, en más de una ocasión, y los besos no fueron para nada santos. Pero una gran diferencia entre los tres, fue que en el primero yo lo besé para recuperar mi maletín, de lo contrario en mi vida lo habría besado. 
El segundo, él me lo robó, y no me iba a poner a discutir con un borracho, sobre algo sin la menor importancia.

Pero ahora, jesucristo, ahora me acababa de besar, cuando segundos atrás me agarró con violencia, cuando trató a su propia amiga como una inútil, ¡y lo peor es que yo no reaccioné!. Porque si habría reaccionado, él aún estaría tirado en el suelo de la cocina, sosteniendo sus pelotas.

-Puta que asco- dije mientras seguía limpiandome la boca.

-A veces Ander es repulsivo, ¿pero para tanto?

La miré mal y rodé los ojos.

-Es decir, antes ya se habían besado ¿o no?- yo asentí- ¿por qué te molesta tanto este beso, y no los otros dos también?

-Porque en primer beso se lo di yo por necesidades, el segundo me lo robó mientras estaba borracho, no iba a discutir con un borracho, y este, que para empezar antes mostró su peor versión como ser humano contigo y conmigo, y luego me besó así sin más. Es un asco.

- Ya veo el punto, pero por lo que sé, en el segundo beso tu le seguiste...

- Yo... yo estaba borracha y no sabía lo que hacía.

-No estabas borracha.

- Claro que si.

-No quiero discutir por una idiotez, así que vamos a decir que si estuviste borracha y que yo te creo.

-Okey, porque si estuve borracha.

En ese momento, la puerta de la gran cocina se volvió a abrir, lo que hizo que me tensara una vez más ¿por qué reaccionaba así ante la posible presencia de un hombre?.

Pero los pasos no eran de Ander, porque el sonido eran de tacones. Y no creo que el imbecil de Ander se ponga un tacón mientras esté en su sano juicio. El hecho de saber que no era él me tranquilizó, así que me volteé a ver de quien se trataba.

Era una chica alta y esbelta. Cabello castaño claro, casi rubio pero no tanto como el de Sarah. Ojos marrones. Iba vestida con el mismo uniforme que Sarah: un vestido negro que le llegaba hasta las rodillas y por encima un delantal de cocina blanco. Cargaba con un gran cesto de ropa sucia, el cual lo dejó en el suelo.

Yo me levanté de la silla, con una sonrisa cordial. Ella se volteó y me vio algo extrañada, levantó una ceja. Podría jurar que su extrañez iba de la mano con un poco de desagrado. Por lo que lo dejé pasar y le extendí mi mano.

-Buenos dias- ella aceptó mi saludo-Soy Isabella, ¿y usted?.

Ella dudó, miró nuestras manos entrelazadas. Su desagrado fue más notorio. Yo la miré levemente confundida.

¿Qué le pasa señoraa?

-Así que es por ella que me cambiaste- la vista de la chica viaja hasta Sarah, a lo que mi amiga rueda sus ojos.

-Yo no te cambié- volvió a eso de guardar los alimentos en la alacena- Isabella, ella es mi amiga Evelin, Ev, ella es Isabella, mi otra amiga.

-Un gusto-Dije y ella sonrió falsamente, para luego soltar mi mano como si le diera asco. Lo que provocó que elevara una ceja y la mirara mal. Ella me ignoró, y yo me volví a sentar en la silla.

-¿El señor Ander está enterado de la inesperada visita de tu amiga?- la chica me miró de arriba hacia abajo, de una manera demasiado desagradable.

De verdad, chica ¿cuál es tu problema?.

-De hecho si- contesté yo antes de que Sarah lo hiciera- y no tiene ningún problema con eso. Creo que tu tampoco deberías tenerlo.

-Yo no tengo ningun problema.

Rodó sus ojos, se dio media vuelta y se fue.

Yo miré a Sarah, la cual me observaba igual de extrañada de yo.

-¿Y a esta qué mosca le picó?- fue lo único que dijo, y partimos a carcajadas.

Las siguientes horas nos la pasamos hablando y bromeando. La ayudé a cocinar, un plato raro del cual no tenía ni idea que existía (¡vivan las hamburguesas de MC'Donal, y las ensaladas sin ninguna ciencia, wuu!) Pero que a fin de cuentas estaba exquisito. Luego de que Sarah, le sirviera al Señor, nosotras comimos en la cocina y nos encerramos en la habitación hasta que fueron las cuatro de la tarde. Cuando Sarah tuvo que volver a bajar para preparar la merienda.

El resto de la tarde me la pasé como todas las otras: sin hacer una mierda. Pero eso no quita que este día no haya sido el mejor entre tantos. Definitivamente me hizo bien salir de estas cuatro paredes.

No hablé con Nick, y por un momento me olvidé de la existencia de Lucas. Solo pensaba en que hoy fue un agradable día, uno en el que no me preocupé por volver al presente, por arreglar la máquina, ni en que si no vuelvía en dos meses y una semana, toda la existencia de la gente que amo quedará solo en mis recuerdos.

En la noche no fui al edificio. Queria seguir manteniendo este día de pura paz y serenidad, cosa que estando en el edificio rompiéndome la cabeza para encontrar una manera de arreglar la máquina, no pasaría.

Esa noche tuve un sueño, más que un sueño era una pesadilla.

Me encontraba en el edificio, en la terraza. Estaba sentada en una silla, atada de pies y manos, con un trapo en la boca que me impedía gritar. La noche era fría y oscura, ningún rastro de estrellas se presentó en el cielo, es más, estaba completamente nublado. La lluvia estaba a punto de caer.

El viento golpeaba mi torso semi desnudo, solo contaba con mi brasier y mis bragas. La piel de gallina se formó en todo mi cuerpo, no sé si era por el frío, o por el jodido hecho de que estaba semi desnuda y amarrada a una silla en medio del edificio. Cuando vi una sombra, la silueta de un hombre, que luego eran dos. Trajes negros, grandes e intimidantes. No tenían rostro, que fue lo que más me aterró. Ellos se quedaron a mis lados. Entonces los sonidos de unos pasos me pensaron completamente. El miedo que me invadió al ver a la persona causante de los pasos, supera por mucho a los gorilas sin rostro.




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