Pasado

-UNICO-

Miraba a su alrededor, viendo como la lluvia lo está cubriendo todo, el auto donde estaba sentada había estado atascado en el lodo los últimos veinte minutos, nada haría que se moviera y sin batería en los celulares y nada cerca donde pedir ayuda lo único que podían hacer era esperar a que la tormenta pasara y pudieran ver un poco más allá de donde estaban; Anayanzi miro a su lado, su hermano mayor, Yunuen, hacia un último intento por hacer avanzar el auto aunque lo único que lograba era que se hundieran un poco más en el lodo, no saldrían de ahí de aquella forma y ya que el alumbrado público a su alrededor se había apagado seguramente por haber sido golpeado por algún trueno; ninguno de los dos alcanzaba a ver más allá.

- detente Yun, sabes que no es la salida – dijo Anayanzi con calma.

- tenemos que encontrar algo que hacer, no llegare tarde a mi boda – dijo Yunuen de malas.

- lo sé, lo sé, pero no hay manera – Anayanzi deseaba por un momento no haberse ofrecido a acompañarlo a recoger su traje, su hermano podía ser muy explosivo cuando las cosas iban mal.

- no sé cómo puedes estar tan tranquila – reclamo Yunuen con el ceño fruncido.

- es porque no tengo miedo, sé que todo estará bien si solo esperamos un poco – le dijo Anayanzi con una media sonrisa que sin dudar lo hizo sonreír.

- está bien – Yunuen soltó el volante y así también un suspiro.

- si tan solo se viera algo – dijo Anayanzi y como si sus palaras fueran un deseo concedido las luces a su alrededor parpadearon unos segundos antes de apagarse por completo, suspiro, sabía dónde estaban.

- ¿Qué fue eso? – Yunuen miro a su alrededor confundido.

- ¿quieres volver al pasado un momento? – le dijo Anayanzi ignorando su pregunta.

- ¿a qué te refieres? – pregunto Yunuen mirándola confundido.

- nos hemos atascado cerca de casa – le explico Anayanzi mientras liberaba el cinturón de seguridad.

- no hablas de...

- sí, Yun, nuestra vieja casa – dijo Anayanzi asintiendo.

- vamos – fue lo único que dijo Yunuen antes de quitarse el mismo el cinturón de seguridad.

Salieron del auto y luego de asegurarse que estaba todo seguro, caminaron bajo la lluvia, tomados de la mano, hasta llegar a aquella calle, que los había visto crecer; se mudaron a aquel lugar luego de que su madre "muriera", Yunuen había tenido once años y Anayanzi nueve, su padre eligió aquel lugar para que los tres juntos comenzaran de nuevo y lo había logrado, todo desde ese punto había sido para mejor, tal vez con sus altibajos como cualquier familia pero había sido bueno; Yunuen se había ido de casa al cumplir veintidós años y Anayanzi pocos meses después cuando había alcanzado la edad de veintiuno, pero habían conservado aquel lugar aunque ninguno había vuelto.

Anayanzi se acercó a buscar la copia de la llave que había guardado enterrada en una de las macetas del jardín, la última vez que había visto la casa, fue un día un poco triste, su padre se mudaría con su nueva esposa y ya que ellos también habían hecho sus vidas, no había nadie que viviera ahí o necesitara de los muebles así que ella se había encargado de poner todo a dormir; abrió la puerta dejando que Yunuen entrara primero y después de mirar una última vez el exterior, cerro a su espalda, Yunuen ya se estaba quitando el abrigo mientras miraba alrededor con un poco de asombro o talvez miedo, Anayanzi no sabía cómo explicarlo.

- creo que deje algunas toallas y cosas que nos servirán, espera aquí – dijo Anayanzi, dejo su propio abrigo en el suelo del baño y corrió escaleras arriba.

- todo esta como antes – dijo Yunuen mientras removía algunas de las telas que cubrían los mueves de la sala y el comedor.

- no moví nada, papá aseguro no necesitarlo y dejo sus llaves aquí – dijo Anayanzi desde arriba.

- se siente extraño estar de vuelta luego de tanto tiempo – dijo Yunuen cuando Anayanzi bajo y le entrego una toalla que tenía impregnado ese característico aroma de algo que estaba guardado mucho tiempo.

- lo sé, luego de haberlo cubierto todo y cerrado, no pensé en volver – dijo Anayanzi también.

Dejaron las palabras un momento, Anayanzi le entrego un pantalón deportivo y una sudadera, toda la ropa que se había quedado empacada en bolsas en la casa era de su padre así que quedaría bastante bien en su hermano mayor, aunque en ella daría muy grande, Yunuen le sonrió y subió las escaleras, no lo admitiría en voz alta, pero anhelaba ver su vieja habitación, en cuanto a ella, se metió en el pequeño baño que había en la planta baja; Yunuen suspiro, todas sus cosas de niño seguían estando donde siempre, sus libros de la escuela, las fotos con sus amigos, los lugares que había visitado y las medallas que había ganado como jugador de futbol y voleibol, había nostalgia en esas cuatro paredes y él lo sabía, era tal vez por eso que no había regresado

Anayanzi salió del baño, había desistido de los otros pantalones que había encontrado porque simplemente se caían hasta el piso cada que daba un paso, pero agradecía que el suéter enorme le llegara un poco arriba de la rodilla, se acercó a la chimenea y para tener un poco de luz y calor la encendió, la madera estaba polvosa pero seca así que no fue tan complicado, extendió sus ropas mojadas frente al fuego y se sentó en el sofá, era cierto, la casa entera era un recuerdo, el recuadro que estaba sobre la chimenea, simplemente traía algunas lágrimas a sus ojos, eran ellos tres, su padre al centro, luciendo muy elegante con su traje gris, a su izquierda, Yunuen, con un traje azul marino, se veía joven y apuesto y a la derecha ella, con un elegante vestido rojo, esa foto había marcado un inicio.

- lo estás pensando ¿no? – dijo Yunuen llegando a su lado, dejo su propia ropa frente al fuego y fue a sentarse, algo alejado de su hermana.

- pensando ¿Qué? – pregunto Anayanzi sin mirarlo.

- en el pasado, las cosas que nunca aceptaremos en voz alta, las mentiras que hemos dicho al mundo para no aceptar del todo nuestro dolor – dijo Yunuen con un suspiro.



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En el texto hay: finales felices, despedida y abrazo

Editado: 20.09.2024

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