Pasado en los corazones

.6.

Me sudan las manos.
Me tiembla el cuerpo de pies a cabeza.
Me cuesta respirar.
Me duele el pecho horrores.

Vale creo que estoy apunto desmayarme.

Pero no todo está perdido todavía.

Él no me a visto.

Delante de la ferretería de los hermanos Dawson hay un pequeño parque así que lo primero que se me ocurre es esconderme entre unos arbustos.

Observó el interior de la tienda, mi ex amor adolescente está justo enfrente de la caja, veo cómo le da unos billetes al viejo Sam *no es un insulto el se refiere a sí mismo como viejo*, cuando ya ha terminado de pagar agarra una bolsa de papel repleta hasta lo topes, se dirige hacia la puerta de la entrada así que me hundo más entre las ramas y las hojas del arbusto.

Justo cuando pienso que no podrían ir a peor mis nervios veo cómo cruza la puerta y el sol impacta de lleno contra él como si el mismísimo dios hubiera decidido que él debía tener una luz propia que acentuara aún más su piel bronceada, veo sus ojos claros más azules que nunca y cómo los rayos de sol destacan más su marcada mandíbula.

Elián Davis siempre a sido sexi pero debe de ser de esas personas que son como el vino cuánto más tiempo tengan mejor, va vestido con una camisa celeste remangada hasta los codos y unos pantalones de vestir color gris, veo como de uno de sus brazos se asoma uno de sus viejos tatuajes eso es lo único que queda del viejo Elián, ni rastro de sus camisetas desgastadas de grupos de rock ni su amada chupa de cuero.

-Niña, ¿puedo ayudarte en algo o vas a seguir escondiéndote el resto del día?

Aparto la vista del hombre causante de mis pesadillas y poso mi mirada sobre una anciana de ojos color chocolate que me sonríe con ternura, me aparto del matorral arañando un poco la tela de mis vaqueros con las ramas puntiagudas.

-Se me había caído un pendiente pero ya está todo controlado *señalo a mi oreja izquierda donde tengo un pendiente de una perla*

La mujer me sonríe de nuevo, me contempla de arriba abajo y luego se da media vuelta para volver junto a su marido que se dedica a tirar pan a las palomas. Antes de llegar al banco se da la vuelta.

-Señorita Miller me alegro de su regreso a casa.

No puede ser...

-Gra-Gracias señorita White

-Puedes llamarme Rose hace mucho que deje de ser su maestra de naturales

Sonrió cuando la veo tomar asiento junto a su esposo, la señorita White siempre fue mi referente a seguir, ella es de ese tipo de profesores que de verdad ama su trabajo y que adora enseñar.

Cuando decidí que sería maestra siempre tuve presente a esta adorable mujer porque mi sueño siempre a sido poder llegar a enseñar la mitad de bien que ella, que mis clase siempre sean originales y dinámicas y sobre todo poder influir en la vida de mis alumnos igual que hizo ella conmigo.

En este pueblo todavía se nota que el tiempo va más atrasado, recuerdo cuando era niña y se metían conmigo por amar la naturaleza o años después cuando era adolescentes por llevar gafas y por no ser popular.

Dentro de dos días empiezo a dar clase solo espero que mis alumnos sean más tolerantes de lo que fueron mis compañeros de clase.

Vuelvo a fijar la mirada en la entrada de la ferretería y veo que mi amor de la adolescencia a desaparecido así que más tranquila procedo a cruzar la calle de nuevo para dirigirme al viejo edificio, miro calle a abajo y veo que Elian está entrando en la cafetería de Peggy así que me apresuro en entrar corriendo en la tienda.

-Dichosos los ojos *dice una voz alegre*

Antes de que pueda darme cuenta unos grandes y peludos brazos me rodean, quedo totalmente sumergida en el grande cuerpo que me abraza, nerviosa al principio intento zafarse del enganche pero pronto llega a mis fosas nasales ese olor a tabaco de pipa tan familiar.

-Viejo Sam....yo también me alegro de verte...pero necesito....respirar *digo entrecortadamente*

El viejo Sam me da unas palmadas en la espalda antes de separarme de su pecho, juraría que algo de mi maquillaje se a quedado impregnado en su camisa de franela a cuadros.

-No puedo creer que los rumores sean ciertos, la pequeña Emory a vuelto a casa

Una vez libre lleno mis pulmones del máximo aire posible mientras me recoloco la camiseta y peino mi pelo hacia atrás ya que lo tenía todo en la cara impidiéndome ver al señor abrazos de oso.

El viejo Sam está totalmente igual que la última vez que lo vi, siempre sospeché que este hombre había echo un pacto con el diablo, desde que yo era una niña puedo jurar que siempre a tenido la misma aparecía, su espesa barba semejante a la de Papá Noel, sus pequeñas gafas que se esconden tras su redonda nariz y por no hablar de su estatura es un señor altísimo y bastante grande podría ser perfectamente un gigante de un cuento de hadas infantil.

-Bueno Emory cuéntame que te trae por mi humilde tienda.

-Pues la verdad Sam tengo una misión muy importante

Después de una hora salgo de la tienda con dos botes de pintura en cada mano y el bolso repleto de artículos de carpintería, el viejo Sam se a tomado muy enserio eso de la misión.

No estoy muy segura de que pueda llevar esto de nuevo hasta la casa de mis abuelos, pero como de los cobardes no sé a escrito nada comienzo a caminar calle abajo, las manos me duelen a causa del peso así que cuando estoy pasando por la librería del pueblo dejo ambos botes en la acera. Me froto las palmas de las manos enrojecidas a más no poder y recobró la respiración, inhaló y exhaló varias veces hasta estar preparada para de nuevo cargar con los pesados botes cuando noto que uno de ellos ya no está y el otro se me está arrebatando.

-Pero que narices *me giro*

Me topo de bruces con un chico altísimo, castaño de ojos verdes y una sonrisa pícara a más no poder, no me suena de nada así que corriendo me apresuro a intentar arrebatarle mis preciados botes *ya les estaba cogiendo cariño*




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