Pasajeros

Capítulo 28

James y Dianne llegaron a la sala de estar, detrás de Max, y se encontraron el resto de los Pasajeros ya reunidos allí, al igual que Jim. Sobre la mesa de centro había tres computadoras, una de ellas de Max, y un montón de papeles y cuadernos llenos de números y palabras que no eran leíbles a distancia.

—¿Dónde estaban? —preguntó Jim.

—Como Cassian y Jyn al final de Rogue One, pero no importa —dijo Max—. Ya estamos todos.

—¿Qué es lo que sucede? —preguntó James, intentando no dar a notar mucho las lágrimas que minutos antes habían caído por sus mejillas. 

—¿Al final de Rogue One? —murmuró Cooper, en el sillón, mirando al suelo—; ¿quieres decir…?

—¡Silencio, que yo no la he visto! —Scott alzó la voz.

—Chicos, chicos, lo importante —Jim dio un par de palmadas—. Max encontró a Blackwood, y lo hizo del mejor modo posible.

—¿Cómo? —preguntó James.

—Edité una foto mía —dijo Max enseñándosela en la primer computadora—. No soy tan bueno en Photoshop, pero es convincente.

En la foto, Max se encontraba frente a las Pirámides de Egipto, sonriendo y cargando una mochila en su costado.

—¿Y qué hiciste con ella? —inquirió Dianne.

—La mandé como un mensaje anónimo, desde la ciudad del Cairo. Los servidores de Blackwood se llenaron de información y comenzaron a correr la voz. Fue cuando pude pescar dónde estaba y cuántos hombres había con él.

—¿Y? —lo apuró James.

—Está en el hotel Park Lane —dijo Max.

—¿No es un poco precipitado hospedarse en un hotel de la ciudad? —preguntó Dianne—, ya saben. Él es la ley, y estar ahí es como…

—Estuvo en la prisión durante los últimos tres días —indicó Miranda—. No ha salido desde que llevamos a cabo la fuga. Así que… La foto de Max fue la que detonó el chivo expiatorio. 

—En cuanto la mandé, todos comenzaron a movilizarse —terció Max—; Hay unos doce hombres con él; los demás siguen moviéndose por la ciudad. Ya sabes, por si estamos en los alrededores. Blackwood tiene un vuelo directo hasta el Cairo mañana a mediodía. Tenemos el tiempo justo para hacer de las nuestras.

—¿Cómo le quitaremos de encima a los doce hombres que dices que tiene? —preguntó Cooper.

Era muy arriesgado dar ese paso. Sin embargo, la acción de Max había dado frutos. Ahora sabían dónde estaba Blackwood, la mala noticia era que tenían el tiempo limitado. Si se iba a Egipto sin haberles brindado la información necesaria, ahora tendrían que ser ellos quienes seguirían a sus cazadores. 

—Tendremos que improvisar —dijo James.

—¿Qué tienes en mente? —preguntó Jim.

Ambos se miraron durante unos segundos. 

Si el Gobierno sabía que estaban en otra dimensión, entonces estaban tomando en cuenta que había dos James, dos Cooper, dos Dianne… no podían sorprenderlos. Lo único que tenían a su favor era el contar con la sorpresa de que ellos ya se conocían. Podían usar a Jim como señuelo, para así dejar al James verdadero a cargo de husmear en la habitación de Blackwood junto con Max.

—Algo que no les gustará —dijo en respuesta.

 

 

Faltaba una hora para medianoche, y el grupo de Pasajeros ya se había dividido para sus supuestas tareas. El hotel Park Lane, iluminado por sus múltiples habitaciones ocupadas, estaba por la calle Stanhope Gate, que daba a la carretera principal Park Ln A4022. Aunque ya era tarde, había mucho movimiento en las calles, tanto de civiles como del grupo policiaco que Blackwood tenía a su cargo. 

James y Max se movían con rapidez en uno de los costados del hotel, mirando el reloj cada ocho segundos, y preguntándose dónde estaría el resto del equipo. 

—La entrada para el personal está a la vuelta —dijo Max.

A sus espaldas llevaba su mochila, con la computadora y su tablet. Sería cuestión de segundos para acceder a la red, pero desconocía del tiempo para poder acceder a todos sus rincones. 

—Andando —indicó James.

La salida de emergencia del hotel estaba despejada, y los dos Pasajeros no tardaron mucho en poder abrirla. De ahí en adelante, sólo encontraron el silencio de las escaleras en ascenso. Conforme subían, Max iba monitoreando otra computadora portátil que ahora llevaba en manos para verificar que ningún miembro de seguridad estaba cerca.

—¿Cómo funciona eso? —le preguntó James—, ¿y por qué traes dos computadoras?

—Mi computadora está enlazada a las redes de nuestro mundo —respondió Max sin alterarse—; eso significa que, no importa que acceda a una red local, mi computadora la reconocerá como una red de nuestro mundo. Si uso mi computadora ahorita, accedería a las cámaras del Hotel Park Lane de Londres de nuestra dimensión, no de esta. Estaríamos viendo algo completamente diferente. 




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