Pasajeros

Capítulo 29

—¿Qué dijiste? —James volvió a quitar el seguro de la pistola y apuntó directamente al rostro de Blackwood—. ¿Qué fue lo que dijiste?

—Nosotros somos los Pasajeros del Atlantic Tres Dieciséis —puntualizó Max.

Blackwood escupió al suelo y miró con desprecio a los dos intrusos de su habitación. 

—Uno ya no puede confiar en sus oídos —murmuró.

—¡Llegamos a Madrid el mismo día que partimos de Fort Lauderdale! —exclamó James, sin dejar de apuntar a su adversario—. ¡Desde entonces ustedes nos han estado siguiendo! ¿Qué es lo que quieren?

—¡QUIERO SABER DÓNDE ESTÁN LOS PASAJEROS, LOS VERDADEROS PASAJEROS DEL MALDITO VUELO DE LA LÍNEA ATLANTIC! 

—¡NOSOTROS SOMOS LOS MALDITOS PASAJEROS DE…! —James volvió a amagar con jalar el gatillo. 

El problema fue que en ese preciso instante, la puerta de la habitación se abrió de golpe y apareció un hombre vestido de negro, con Dianne entre los brazos y apuntándole a la cabeza con una pistola.

—¡Suelta el arma! —bramó Jhonson.

—¡DIANNE! —exclamó Max levantándose rápidamente de su asiento. 

James se dio la vuelta por una fracción de segundo y enseguida comenzó a caminar hasta el otro extremo de la habitación para recargarse en la pared. Si iba a tener en la mira a Blackwood, no quería perder de vista a Jhonson, quién seguía apuntando a Dianne.

—¿Qué pasó con el plan? —farfulló Max, aún asustado.

—¡Nos tenían rodeados! 

—¿Qué hay de Cooper y Scott? 

—¡Tienen más, jefe! —bramó Jhonson jalando más el cabello de Dianne y provocando que ella soltara un grito agudo que fue silenciado al instante por el militar. 

—¡Te juro que te meteré una bala en el cerebro si vuelves a lastimarla! —James apuntó a Jhonson durante unos instantes, para luego volver a enfocar su atención en Blackwood—. ¡Háblame de los Pasajeros reales! 

—¿James? —musitó Max.

—¿Qué…?

—¡LOS PASAJEROS REALES! —bramó James agitando la pistola—. ¿Quiénes eran? ¿Por qué nos sigues? ¿Qué quieres de nosotros?

—¡No le haga caso, señor! —exclamó Jhonson.

—¡Cierra el hocico! —lo reprendió Blackwood, intentando no perder la calma y mantener a James en su lugar.

—¿Vas a decirme o qué?

Blackwood suspiró.

¿Qué era lo que tenía que decir? ¿Por qué era tan importante? ¿Pasajeros… reales? ¿Qué quería decir eso? ¿Ellos eran los… originales? ¿Los buenos? ¿Los importantes? ¿No?

—El día veintiuno de Enero comenzó el trayecto del avión más grande del mundo, realizando el viaje mejor realizado en la historia de la aviación. Un vuelo alrededor del globo, con paradas en distintos países y pasando por las personas más afortunadas de la historia. 

—Lo sé, nosotros vivimos eso —dijo Max.

Blackwood lo ignoró.

—Sábado veintiuno de Enero, a las once de la mañana con cinco minutos despegó el Atlantic Tres Dieciséis, dando inicio a la mejor apuesta de la línea Atlantic. Treinta minutos después, el avión desapareció.

James intentó no reclamar. Sabía la historia, él mismo la había vivido junto con dos mil personas más. ¿Por qué Blackwood seguía contándola? 

—No tuvimos noticias del vuelo durante horas hasta que… —Blackwood tragó saliva—. Recibimos una llamada de Madrid. Un avión de gran tamaño, nombrado Atlantic Tres Dieciséis apareció en el radar e hizo contacto con la Torre de Control. Nuestro avión desaparecido había regresado de la perdición, una increíble noticia para todos. La diferencia fue que… no era nuestro avión.

—¿Qué? —soltó Max.

—¿Qué quieres decir?

—En cuanto el avión tocó suelo español, comenzamos a recopilar datos del vuelo. Doscientas personas que no salieron de Fort Lauderdale estaban llegando a Madrid. 

—¿Por eso nos tienes en una lista? —preguntó Max, desafiando a Blackwood—. ¿Por eso subrayas nuestros nombres?

—¿Cómo es que…?

—¿Por eso nos siguen?

—Tenemos a todos los Pasajeros en una lista, y sacando datos de sus identificaciones y de sus boletos, sabemos de donde vienen y a donde van. Supuestamente. Ustedes no son de por aquí —respondió Blackwood—. Tenemos en observaciones especiales a pocos de ustedes, debido a los hombres pálidos que los siguen.

James pensó inmediatamente en los Susurradores.

—¿Sabes quiénes son?

—No, pero intuyo que ustedes sí —dijo Blackwood—. Están tan interesados en ustedes que no nos costó identificar a quiénes seguían. James, Dianne, Max aquí presentes.




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