Pasajeros

Capítulo 39

James abrió los ojos.

Aún era muy temprano, incluso su alarma aún no sonaba. Un ligero rayo de luz cruzaba las persianas de su ventana y lo golpeaba directamente en los ojos. Aquella era la razón de por qué James estaba despierto. Soltó un gruñido y siguió mirando con cierto desdén el causante de que no pudiera seguir durmiendo. 

¿Dónde estaba? ¿Qué había ocurrido? ¿Por qué le dolía tanto el pecho? ¿Quién había sido el responsable de aquél dolor? ¿Cuánto tiempo llevaba ahí? ¿Cuándo había pasado todo eso?

La habitación estaba vacía, no había nadie con él. La cama, suave, cómoda, tenía mucho tiempo que no había descansado así. Frente a él había una televisión apagada y a los lados, algunos cuadros de pintura de paisajes exóticos que James jamás había visto en su vida. Cuando dirigió su mirada hacía el otro lado de la habitación, se encontró con los Pasajeros. Todos yacían dormidos, recargados sobre la pared, como Cooper y Miranda, o recostados en el suelo sobre algunas mochilas, como Max y Scott. Luna había sido la única en dormirse en un sillón de espera. Estaban bien, estaban a salvo. Pero…

—Al fin despiertas —Owen estaba del otro lado de la cama, mirando por la ventana corrediza—, ya empezaba a preocuparme.

—¿Qué pasó? —James se recargó sobre el respaldo de la cama y se talló los ojos—, ¿qué me pasó, mejor dicho? ¿Ben? ¿Dianne…? ¿Quién…?

—Tranquilo, vaquero —lo detuvo Owen, tomando una silla y sentándose a un costado de la cama—; Ben te apuñaló con la daga. Estás bien, vivo, los Salvadores fueron los encargados de salvarte la vida, coser tu cirugía y mantenerte vivo.

—¿Los… Salvadores?

—Sí, nos están cubriendo hasta que te mejores. Después podremos salir de El Cairo y buscar a Ben.

—Se llevó a Dianne, ¿cierto?

Owen asintió lentamente con la cabeza.

—Sí.

—No pude evitarlo, lo siento.

—No había nada que pudieras hacer —lo animó un poco Owen—; el cuerpo de Ben ya posee propiedades sobrenaturales, algo que sólo consiguió en la Isla. Seguramente, metiendo la nariz donde no lo llamaban. Quizás por eso fue exiliado de la Isla. 

Poco a poco, los sucesos que habían pasado aquél día fueron regresando a la memoria de James. Recordaba haberle disparado a Ben y que él pudo detener la bala sin problemas. Luego, en un arrebato de furia y rabia, él se había dirigido hacía el anciano con el propósito de hacerle todo el daño posible. Lo siguiente que recordaba era un dolor muy intenso en su pecho, así como un líquido caliente manando de él. 

Por suerte no había muerto. 

Pero…

—¿Los Salvadores me salvaron? —patético preguntarlo.

—Sí, acudí a ellos. Más bien… ellos nos encontraron a nosotros, sabían que tú vida corría peligro.

—¿Están de nuestro bando?

—Ya se los había dejado en claro —respondió Owen—; eran los únicos que podían sacar esa daga de tu pecho sin arriesgar tu vida. Tienen manos perfectas para este tipo de operaciones y cirugías.

—¿De dónde vienen? ¿Del Triángulo?

—Así es. Nadie sabe exactamente qué edad tienen, o dónde aprendieron a hacer todo lo que hacen. Son únicos. 

—¿Qué es lo que hacen siguiéndonos? ¿Por qué nos hablan? ¿Qué es lo que…?

—Cuando llegamos al hospital hace un par de días…

—¿Llevo dos días aquí?

—…tuve una plática con Gabriel y Jeremiah, dos de los líderes de los Salvadores. Su propósito aquí es cuidar de ustedes, así como mantenerse al tanto del paradero de Ben.

—¿Ellos sabían acerca de Ben?

—Así es. Los Salvadores trabajan a merced de la Isla, y como les comenté, ella es atemporal. Puede obrar en el pasado, presente, futuro, sin alterar las líneas del tiempo; la Pirámide, que es su cabeza, o corazón, supo desde un inicio que alguien robaría un boleto de avión para volver a ella.

—Eso obligó al avión a entrar en el Triángulo, por eso pudimos verla —analizó James—, y ahora… quiere usarnos para volver. ¿Acaso eso no lo vio la Pirámide?

—Claramente lo vio —respondió Owen—, y aún así dejó andar las cosas. ¿Por qué razón? Por ustedes.

—¿Nosotros?

—Ustedes deben detener a Ben. No debe regresar a la Isla, no debe volver al Triángulo.

James soltó una pequeña risa forzada. No podía creer lo que Owen le decía. ¿Cómo un simple grupo de personas podrían detener a alguien que poseía dotes sobrenaturales? ¿Qué no vio cómo lo venció tan rápido y sin hacer ningún esfuerzo?




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