Pasajeros

Capítulo 41

James no tuvo molestias en su herida durante los siguientes días, lo cual era asombroso, ya que un corte así de profundo debió matarlo en primer lugar, y en segundo, si se recuperaba, debía de tardar un mes en sanar, por lo menos. Sin embargo, los Salvadores habían hecho un trabajo fenomenal. 

Después de estar en el hospital de El Cairo, James y el resto de los Pasajeros tuvieron que andar con cautela para salir de la ciudad. Necesitaban moverse rápidamente, y el único modo posible era estando separados. Blackwood había vuelto a la capital egipcia y traía a todo un escuadrón de agentes federales para darles cacería por toda la ciudad. Por suerte, Max utilizaba sus dotes de hacker para saber cuándo y dónde estarían sus adversarios, y así evitar cruzarse con ellos. 

Por decisión general, el grupo de Pasajeros se dividió. James, Owen y Max se dirigieron hacía Ucrania para poder encontrar el famoso calendario que les ayudaría a establecer una fecha de entrada al Triángulo, mientras que Miranda y Luna se quedaban esperando en El Cairo. Blackwood sólo había marcado casi de por vida al resto de los Pasajeros, así que no correrían tanto peligro como el resto del grupo; mientras Scott y Cooper se dirigían a Londres en un intento heroico de mantener lejos a los agentes de la verdadera encomienda: detener a Ben. 

Día y noche, Max se encerraba en su computadora y en la de Blackwood para intentar ubicar al anciano. Utilizaba todo lo que tenía a la mano para triangular alguna posición en el globo, cosa que nunca ocurrió. 

—Es como si no existiera —dijo Max—. No encuentro ningún dato de Ben en esta dimensión. ¿Acaso…?

—Las dimensiones pueden ser alteradas, no por un hecho, sino por sí mismas —explicó Owen, al tercer día, mientras tomaban un vuelo directo a Italia—. Por ejemplo, quizás no se vea en esta dimensión, pero pensemos que en la dimensión catorce, tus padres nunca se conocieron. Tu padre era belga, tu madre, mexicana. Nunca coincidieron, nunca se conocieron, jamás naciste. Posiblemente sea esa la razón de que Ben no cuadra en ningún sistema del globo. 

—No tenías que eliminarme de la faz de la existencia —se quejó Max—, ¿por qué no matas a James?

—Yo ya estoy muerto en este universo —dijo él.

—Dejen de balbucear —se rió Owen—, me recuerdan un poco a Dylan y a Matt.

James no tardó en reaccionar a su comentario. ¿Acaso…? ¿Qué…?

—¿Conociste a Dylan? —preguntó seriamente—, el Dylan que ha aparecido en los periódicos… el millonario que desapareció… 

Owen sonrió por un momento. No, no era mentira. No era sarcasmo, ni siquiera pena o vergüenza. Parecía nostalgia, alegría y tristeza combinadas. 

—Sí, lo conocí —dijo con cierto sentimiento en sus palabras—, siempre curioso, atento, un poco sentimental con respecto a cosas de su vida habitual. 

—¿Llegó a la Isla? —preguntó Max, inclinándose un poco sobre su asiento—. ¿Cuando el barco, el Baptidzo, se hundió?

—Claro que llegó, y le salvé el trasero durante sus primeros días ahí —dijo Owen—. Tiene mucho que no sé de él. Espero que, donde quiera que esté, haga las cosas bien. 

Owen no habló durante el resto del viaje. Nunca había mencionado a Dylan en su historia, ni siquiera sabían si su historia era actual o no. James entendía que en ese dichoso Triángulo, el tiempo avanzaba diferente. Podía pasar un año, pero en realidad, sólo habían sido unos meses. ¿Así había pasado con Owen? ¿Qué si su historia había transcurrido cien años atrás? ¿O tan sólo unos días?

Y volviendo al millonario… ¿Dylan seguía en el Triángulo? ¿Estaría en la Isla o…? Owen había mencionado que el muchacho podía estar en cualquier lugar, incluso en cualquier tiempo. ¿Habría entrado al Triángulo para viajar a otra época? ¿O tal vez a otra dimensión? ¿Dónde estaría en esos momentos? 

 

 

Ucrania era muy diferente a como James, o Max, lo hubieran imaginado. Después de leer varias veces qué había ocurrido en realidad con Chernobyl, lo único que podían pensar era en una ciudad fantasma, pobladores extraños y apáticos, un idioma incomprensible y carteles de peligro por doquier. Cuanto estaban equivocados, ya que, en aquella dimensión, el accidente nuclear había sido controlado al grado de sólo hacer explotar la planta nuclear, salvando a muchos poblados de sus alrededores. Sin embargo, esto no quitaba el peligro del camino.

Gracias nuevamente a Max, pudieron conseguir identificaciones falsas con cierto rango de superioridad, para así evitar los puestos de vigilancia que había esparcidos por la ciudad de Pripyat, que era la más cercana a la planta nuclear. Moviéndose entre los bosques que la rodeaban, Owen los guió hacía el centro del recinto. 




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