Pasajeros

Capítulo 42

—¿Cómo demonios Ben supo dónde estábamos? —gritó James en cuanto Miranda y Luna entraban al departamento de hotel en el que Scott y Cooper se habían quedado durante su estancia en Londres.

Habían pasado ya un par de días desde que descubrieron el calendario de piedra, en las entrañas de la oscuridad de Chernobyl, y hasta ese momento habían tenido el reencuentro.

—¿Alguien quiere por favor darme un resumen de los hechos? —preguntó Miranda, soltando su mochila encima de uno de los sillones.

—James, Owen y Max encontraron el calendario en Chernobyl —le contó Scott.

—Eso ya lo sabemos —le atajó la detective—; lo que quiero saber es porqué nos reunimos en este punto. ¿Qué sucedió?

—Ben me contactó —dijo James, mirando el suelo—, sabe que poseemos la fecha. Quiere que nos veamos para intercambiar información. La fecha de entrada al Triángulo, por Dianne, sana y salva. 

El departamento era un espacio lujoso. Ubicado en la Calle A201, con las esquinas de Meymott St y Nicholson St, el Hotel Novotel era el perfecto lugar para pasar desapercibidos. La habitación doble en la que Scott y Cooper se habían estado quedando durante los últimos días era más grande de lo que una habitación normal hubiera llegado a ser. Sus dos camas tamaño familiar, junto con dos escritorios en cada esquina del cuarto, así como una televisión de plasma de casi 70 pulgadas era lo más llamativo del lugar. 

Desde que Miranda y Luna llegaron, la situación comenzó a ponerse tensa de verdad.

—¿Y qué piensas hacer? —le preguntó Luna a James.

El trato entre ellos dos debía mejorar, y James lo sabía. Por su culpa, Jim había muerto, y ahora era responsable de la hermana que nunca llegó a tener. Podía tratar con ello más tarde, lo crucial radicaba en detener a Ben.

—Aún no lo sé —respondió.

¿Pondría en riesgo todo por lo que habían luchado en casi un mes sólo para salvar a Dianne? ¿Qué haría Owen? ¿Qué haría Jim? 

De los Pasajeros, Luna fue la única que se quedó recostada en la cama esa noche. Los demás, sentados en círculo, frente al balcón, para dejar en claro que podrían llevar a cabo a partir de ahí. Aún quedaban tres días para que el portal del Triángulo se abriera, y eso significaba que debían detener a Ben antes de que eso ocurriera. 

La verdadera pregunta ya no radicaba en dónde estaría el anciano, sino en cómo derrotarlo. Según Owen, si un hombre llegaba a poseer esas habilidades, sería casi imposible matarlo. Aún más, detenerlo sin quitarle la vida. 

—No podemos dispararle, ni encerrarlo en una celda —opinó Cooper—, ¿qué podemos hacer entonces?

—Ben debe de tener conocimientos que van más allá de la mente humana —dijo Owen—; pudimos verlo en cuanto comenzó a leer el pasado de James, sólo para provocarlo. Puede hacer lo mismo con cada uno de nosotros. 

—Hizo lo mismo con mi computadora —susurró Max.

—¿Qué? —saltó Miranda.

—¿A qué te refieres? —preguntó Scott.

—¿Recuerdan cuando les leí la lista de los Pasajeros, y que estaban nuestros nombres marcados? —inquirió el chico—, bueno, he estado pensando en ello anteriormente. ¿Cómo podía poseer información de esta dimensión, si los datos en los que se navega por mi computadora pertenecen a nuestra dimensión?

—Tienes razón —apuntó James.

—Ben metió datos que no correspondían. Sí, el Gobierno nos busca, pero creo que Ben hizo eso para que nos reuniéramos y así el pudiera llevar sus planes a cabo.

—Secuestrar a uno de nosotros para poder entrar a la Isla —contempló Owen.

—Y mientras buscábamos el modo de detenerlo, acudiríamos al calendario —prosiguió diciendo Max—. Él sabía todo eso. Seguro intentará intercambiar información contigo, James, para saber la fecha exacta, y del mismo modo, quizás no regresarnos a Dianne.

—O lo hará, llevándose a otro Pasajero con él —murmuró Owen.

—Es un maldito genio —soltó Cooper—; Ben tenía todo planeado.

—Desde que se sentó con nosotros —murmuró Scott—. Me agradaba… ¿cómo puede ser alguien así? Incluso, oró conmigo en el avión cuando estábamos a punto de estrellarnos.

—Bueno… —dijo Owen—, no todo el que cree en Dios resulta ser seguidor suyo. 

—¿Disculpa?

—Incluso los demonios creen en él. —Como nadie dijo nada respecto a su frase filosófica, Owen añadió—: Me lo dijo alguien en la Isla, mucho tiempo atrás.

—Encaja perfecto —señaló James—. Ben se ganó la confianza de muchos y aún así resultó ser el villano.

—Lo vimos, ¿recuerdas, James? —le recordó Max—. Cuando platicábamos. Un anciano chocó con una chica, creo que era Dianne, en el aeropuerto. ¿Por qué habrían chocado? Nadie tenía prisa. 




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