Pasajeros

Capítulo 48

Habían pasado treinta minutos desde que James había vuelto a la habitación de interrogatorios. No tardó mucho en contarles al resto de sus amigos el hecho de que el cazador que los había estado siguiendo durante tres semanas había sido en realidad el mismo que los había metido en aquél embrollo.

—Fue Ben, todo el tiempo —dijo James, bajando la mirada.

Estaba de pie, recargado en la pared, y mirando el suelo con cautela. ¿Cómo podía seguir diciéndose líder de todos ellos si no era capaz de ver quiénes estaban de su lado y quiénes no? Había caído muy bajo.

—Siempre fue un paso adelante de nosotros —murmuró Max, sin poder creerlo—. Todos los reportes, las salidas de avión a otros países… pensé que teníamos la delantera pero no fue así.

—Nadie pudo haberlo visto venir —lo animó Scott—, el maldito es un genio. 

—Tiene buenas estrategias —comentó Owen—, pero podemos ser mejor que esto. 

—¿Cómo? —inquirió James mirándolo—. Por primera vez, no tenemos cómo salir. Ben tiene el día para ir al Triángulo. En cualquier momento desapareceremos o algo así. Nos quedamos sin recursos.

—¿Por qué demonios, en primer lugar, se mostró tan sorprendido cuándo lo atacamos en el hotel? —murmuró Cooper.

—Quizás estaba estudiándonos —opinó Miranda.

—Tiene razón —corroboró Owen—. Ben aún no conocía a todos ustedes. Sólo sabía de Dianne y Cooper. Si ha estado un paso adelante de lo que hacemos, significa que en algún punto debió estar a la par. 

—Eso no quita el hecho de que ya ganó —dijo Allori—, perdonen por arruinarles la fiesta. Ben sabe de la entrada al Triángulo. No veo un modo viable de salir de aquí.

—¿En serio se van a rendir a estas alturas? —saltó Owen.

—Owen —lo llamó James—, sólo mira a tu alrededor. Ben ya ganó. 

—Ganó si tu mentalidad te permite pensar que ya es un hecho —le atajó Owen—. ¿Cuántas veces se han fugado de prisión?

—Una —respondió Max.

—Y sacamos a Allori de la MI6 —añadió Scott.

—Bien, ¿por qué no hacerlo una tercera vez? ¿Por qué dejar las cosas cómo están y no hacer algo?

—Ben es invencible —le aclaró James—, inmortal, con habilidades increíbles y únicas. No sólo puede ver nuestro pasado, nuestros miedos, sino también transformarse en… otras personas. ¿Quién demonios puede hacer eso? ¿Y cómo demonios puedes vencer a alguien así? 

—Yo también estoy impactado de algo como eso —admitió Owen—. Cuando estuve en la Isla, no había nada igual.

—Yo tampoco —lo apoyó Allori—. Ben es algo nuevo. Algo que pone en peligro todas las dimensiones. Owen tiene razón, debemos salir de esta celda. Buscar el modo de detenerlo.

—¿Y cómo piensan que haremos eso? —les espetó Miranda—. Volvemos a la primera cuestión: Ben. No podemos matarlo.

—Tal vez no baste con matarlo —murmuró Scott—, sólo debemos evitar que entre al Triángulo.

—Debemos mantenerlo en Fort Lauderdale hasta que termine el día —dijo James.

—Así se habla —Owen fue hasta dónde él estaba y le dio una palmada en los hombros.

—Bien, bien —musitó Max—, volvamos al problema principal. ¿Cómo salimos de aquí? Parece que olvidaron ese pequeño detalle. 

Como ninguno de los presentes supo qué decir, todos se quedaron en completo silencio. Tal hecho permitió que pudieran escuchar lo que estaba sucediendo afuera de la habitación de interrogatorios. Gritos, alarmas, golpes, incluso disparos.

—¿Acaso…?

Algo estaba sucediendo en el exterior. En el aeropuerto. 

—Hay un tiroteo —dijo Owen.

Un disparo tronó las manijas de la puerta, dejando la habitación de interrogatorios totalmente abierta. En el rellano apareció un sujeto de baja estatura, de rasgo oriental, el cabello negro y muy corto, la piel completamente blanca, vestido de negro, y con una escopeta en las manos. 

—¿Han? —saltó Cooper asombrado.

—¡Ya esperaba verte aquí! —dijo el coreano.

—¿Quién demonios eres tú? —preguntó Owen.

—Me llamo Han —respondió su rescatador—; soy un Pasajero del Atlantic Tres Dieciséis, y he estado buscándolos desde que me abandonaron en las Islas Canarias. Descuiden, los perdono.

Owen miró a James.

—¿Conoces a este hombre?

—Yo no, pero Cooper sí. Lo menciono mientras estábamos en nuestro hotel.

—¿Qué está…?

—Tenemos que irnos ya —Han se dio la vuelta y con un ademan, obligó a los Pasajeros a salir de la habitación de interrogatorios—. Las llaves están en la habitación de al lado, para que se puedan soltar de esas cosas.




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