Pasajeros

Capítulo 51

Ante situaciones desesperadas, James sabía que pocas opciones podían funcionar. El hecho de saltar de un jet en movimiento, a mitad de una tormenta impresionante, con dirección a un barco, quizás era la peor decisión que había tomado en su vida. Cuando lo hizo, pensó que todos morirían al caer, ya que los fuertes vientos terminarían llevándolos al otro lado de la tormenta, o que el aire sería suficiente para que el paracaídas se rompiera y todos cayeran de lleno sobre el crucero. Todo eso pasó por su cabeza cuando, con los ojos cerrados, se sumergió en un mundo que jamás había creído ver. Una tormenta estilo fin del mundo. 

James sólo sintió su mano sujetando el seguro del paracaídas. Tiró de él en cuanto notó que sus pies ya no tocaban el suelo del jet. Afortunadamente, Allori había bajado lo suficiente como para dejarlo a él, y a los demás Pasajeros, a una distancia de treinta metros. En cuanto el paracaídas se abrió, James sintió un tirón con demasiada fuerza, y antes de que el viento pudiera llevárselo, cayó en el suelo de uno de los corredores del American Sea. Luna cayó junto con él.

—Estamos a salvo —James se tiró al suelo junto con la mochila y pensó en no levantarse de ahí en un buen rato. 

—¿Estás bien? —suspiró Luna, cayendo de rodillas.

—No quiero estarlo —musitó James—. ¿Por qué no mejor nos morimos ya de una vez?

—¡James!

—Era una broma.

—¡Ola!

Antes de que James pudiera reaccionar, una ola de gran tamaño embistió el American Sea. Para no dejarse llevar por la corriente, James tomó a Luna de la mano, y volvió a aferrarse del barandal. La tormenta intentaba hundir al crucero. Vaya modo de entrar al famoso Triángulo.

—¡No vienen más! —dijo la chica.

—¡Esto me recuerda a una película llamada Poseidón! —Max apareció del otro lado del corredor, por delante de Miranda y de Cooper—. Espero que no seamos de los insensatos que terminan muertos al final.

—¡Deja de hablar de películas! 

—Allá va el jet —Han apareció del otro lado del pasillo.

En efecto, Allori intentaba maniobrar el avión, pero no le estaba dando resultados. Todos sabían que ella no sabía pilotear un avión, y que sería difícil aprender en escasos dos minutos, pero por un momento, los Pasajeros creyeron que la mujer podría hacer algo.

Se habían equivocado.

El jet bajó mucho su altitud y golpeó al American Sea en la parte de estribor, en la popa, del crucero. 

Si las turbulencias en un avión eran desafiantes y peligrosas, el impactar un jet en un barco de lujo lo era mil veces más. El impacto ocasionó un temblor con gran fuerza y magnitud, que obligó a todos los presentes a tirarse al suelo para no caer por la borda. 

—¡Eso fue espectacular! —masculló Max.

—Andando —indicó James, quitándose la mochila.

El resto de los Pasajeros comenzó a repetir sus acciones. La mayoría de los paracaídas los dejaron en el suelo, siendo arrastrados por la lluvia y también por el agua que ya invadía los corredores del American Sea. 

Después de aligerar un poco la carga, James sacó la pistola y le quitó el seguro.

—No le harán daño —terció Scott, haciendo lo mismo.

—No es para atacarlo. Es para defendernos.

Así como James cargó su arma, los demás terminaron de armarse, y juntos comenzaron el camino por los corredores del American Sea. 

Como la tormenta poco a poco iba golpeando al crucero, el grupo de Pasajeros batalló bastante para poder llegar a salvo a la cubierta principal. ¿Dónde tendría Ben a Dianne? ¿En el salón? ¿En una habitación? ¿En la sala de juegos? Había miles de lugares donde esconder a una persona en un crucero tan lujoso como ese.

—Tendremos que separarnos —observó James—. Max, ¿crees poder ir a la sala de cámaras y buscar en algún lugar?

—Sí, creo que sí —respondió el chico—. ¿Cómo nos comunicaremos? 

Miranda se adelantó a la pregunta. Dio un paso al frente y de su mochila extrajo varios walkie talkies. 

—¿De don…?

—Hay que estar preparados para lo peor. Supuse que los necesitaríamos.

—Andando —James tomó uno de los radios y avanzó por el corredor hacía las canchas deportivas.

Aquél sería un lugar soñado para cualquier persona. El American Sea era la nueva apuesta por parte de Línea Diamante. O al menos lo era en aquella dimensión. Tenía una sala de juegos con todas las consolas existentes, así como mesas de billar, pin pong, hockey de mesa y hasta una sala de boliche. Había tres restaurantes en el interior, y dos en el exterior, así como dos salones de baile, un teatro y hasta un cine pequeño. Para los niños había dos salas de juegos infantiles, así como una alberca techada sólo para infantes. La mejor apuesta de Línea Diamante en persona.




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