Pasajeros

Capítulo 19

A lo largo del viaje, nadie volvió a comentar algo con respecto a las experiencias que habían vivido en los últimos días. El hecho de saber con profundidad qué estaba pasando, y que ello estaba relacionado con el Triángulo de las Bermudas, dejó a todos con demasiado para diferir. 

A diferencia de muchos, James se denominaba como alguien muy curioso que se mantenía encerrado con ciertos temas de la actualidad. Recordaba haber investigado algo respecto al famoso “Triángulo de la Muerte” o “Triángulo del Diablo” cuando era más joven, llegando a conclusiones banales y muy fantasiosas. Había muchas teorías respecto al lugar donde múltiples desapariciones habían tenido lugar, como el hecho de que ahí se encontraba la Atlántida y la energía de la ciudad hundía todos los barcos, o atraía a los aviones hacía un final seguro. Otra de las teorías eran las abducciones extraterrestres, donde muchos de los marineros habían jurado, casi por sangre, que habían visto algún platillo volador por los alrededores. Otra decía que el famoso leviatán, mencionado en el libro bíblico de Job, era el responsable de los incidentes. Pero… ¿El Triángulo de las Bermudas? ¿En serio?

—Bueno —dijo Cooper después de cinco horas de viaje—, eso explica por qué nos siguen. En las películas, los del Gobierno siempre tienen algo que ver. Son como el segundo villano de la historia. 

—¿Quieres decir que hay más? —murmuró Allori—. Demonios. Debo ir por un trago. Volveré en unos instantes.

Dicho eso, se levantó y desapareció tras la puerta del vagón. 

—Es una suerte que haya un bar a un lado de nosotros —dijo Max—. Hemos completado una parte del rompecabezas. Ya sabemos porqué nos siguen.

—¿Pero qué esperan que hagamos? —preguntó Dianne, mirando al chico—; ¿qué les dibujemos un trazo a detalle de la Pirámide? ¿Del Triángulo? No creo que sea eso y ya.

—Siento que Dianne tiene razón —dijo James—; querrán interrogarnos, sacarnos información…

—¿Muestras de sangre? ¿Nuestro cerebro? ¿Meternos en un laberinto? —inquirió Max sonriendo—. Maze Runner es una buena historia. ¿Creen que nos hagan eso?

—¿El qué?

—Convertirnos en sus conejillos de indias.

James se levantó de golpe. Era suficiente. No soportaba estar huyendo de la ley, sin siquiera saber por qué. ¿Eso los hacía tan especiales? ¿Haber cruzado por el Triángulo y saber algo que más del 99% de la humanidad no tenía ni conocimientos acerca de ello? ¿Estaba dispuesto a huir por siempre sólo por ello? Ni siquiera sabía de qué lado estaba él.

—Al menos ya sabemos porqué nos quieren —farfulló Scott.

—Eso nos deja otra incógnita —dijo Cooper—. Los Susurradores. ¿Qué querrán?

—Alto, aguanta —saltó Max—. ¿Susurradores?

—Durante mi estancia en Madrid, escuchaba siseos que mencionaban mi nombre, una y otra vez —le contó Dianne.

—¿De cuánto nos hemos perdido? —preguntó Scott.

—La última noche que estuve en Madrid… seguía escuchando cosas. Alguien me estaba siguiendo. Corrí a mi habitación e intenté comunicarme con Scott.

—Lo recuerdo —dijo él—; yo estaba paseándome por las calles nocturnas de París. Viendo la Torre Eiffel. Todo. Dianne me escribió muy angustiada… entonces, cuando intentó pedirme que la llamara, mi teléfono murió.

James y Max escuchaban con demasiada atención, como si aquella historia tuviera mucha importancia con los hechos transcurridos hasta el momento.

—Pero entonces —dijo Dianne—, me encerré en mi cuarto. Y Scott me llamó.

—¿Qué? —saltó él—. Mi teléfono estaba…

—Muerto —terminó Max, abriendo mucho los ojos como si hubiera descubierto el mejor secreto del planeta—. Estaba muerto.

—Quién hablaba era un Susurrador —dijo Dianne—, repitiendo mi nombre. Pensé que algo te había sucedido.

—En cambio —se aventuró a decir Max—, el teléfono de Scott estaba apagado. Cuando prendió al día siguiente, tenía otra fecha establecida.

Sí, de eso sí se acordaba. Tenía una fecha. 

—Scott, pásame tu teléfono.

Él lo obedeció y se lo lanzó. En cuanto Max lo tomó, lo abrió y vio directamente la fecha en la parte superior derecha. 

“29 de Enero, 1215”.

—Aquí está.

Mientras los demás miraban la fecha del teléfono de Scott, Max se dio la vuelta y comenzó a caminar en círculos a la mitad del vagón.

—¿Qué significa? —preguntó Cooper.

—Dame un minuto —dijo Max mientras se daba la vuelta, borraba el mapa de la pizarra junto con las frases de “Vuelo Delta”, “Baptidzo” y “USS America”; después tomó el plumón que había dejado en la mesita de su asiento y dibujó una línea recta que daba de un lado hasta el otro—. Ya está.




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