Había pasado más de cinco horas metida en un avión, pero por fin estaba allí, plantada en la puerta de un edificio antiguo de estilo georgiano, similar a la mayoría de los edificios de Harvard. Me encaminé con mi pesado equipaje hacia el recibidor donde una mujer de unos cuarenta años se acercó con paso decidido y una sonrisa amable.
—Hola. Tú debes ser Lia Travis, te estábamos esperando. Yo soy Jonna Sullivan, tu consejera y orientadora. Bienvenida a nuestra residencia espero que hayas tenido un buen viaje
—La verdad es que ha sido un viaje muy largo.
—Sí, debes de estar agotada, pero seré rápida, lo prometo. Como supongo que sabrás esta es una residencia mixta, pero las habitaciones son compartidas por personas del mismo sexo. La parte de abajo está destinada a zonas comunitarias entre las que se encuentran, salón de recreo, sala de estudios, comedor, biblioteca, gimnasio, y si me acompañas a la parte de arriba, te enseñaré tu cuarto.
Nos dirigimos por la amplia escalera a un pasillo bien decorado con algunos toques modernos. Mi habitación era grande; dos camas, armarios empotrados y dos escritorios ubicados cerca de la puerta de entrada. Era claramente, la típica habitación de estudiante. La luz natural entraba por la única ventana que había situada enfrente de mí.
—Como verás, tienes una vista preciosa del parque y la iluminación es muy buena.
—Sí, gracias. Parece muy acogedora. ¿Cuál es mi cama?
—Bueno, puedes elegir. Tu compañera de cuarto todavía no ha llegado.
—Gracias, señora Sullivan.
—Oh, por favor, llámame Jonna, como todos, y de nada. Si necesitas cualquier cosa no dudes en pedírmelo, estaré encantada de ayudarte. Encima de tu escritorio tienes tus horarios con tus clases y un mapa para saber hacia dónde dirigirte. Estoy segura de que te adaptarás rápido.
—Muchas gracias, Jonna.
—Bueno, te dejo para que deshagas tu equipaje y te pongas cómoda. La cena se servirá en un par de horas, aunque si no quieres comer en la residencia puedes hacerlo en el comedor de la universidad, no hay ningún problema. Si necesitas cualquier cosa estaré en recepción o en mi despacho, y de nuevo, bienvenida.
—Gracias —susurré con desgana, a la par que Jonna cerraba la puerta de mi cuarto.
Acababa de poner la maleta encima de mi cama cuando la puerta se abrió estrepitosamente, para dejar pasar a una chica de rasgos asiáticos y aspecto gótico que irrumpió en el cuarto como un huracán, arrojó su bolsa sobre la otra cama y me dirigió una mirada inquisitiva con sus ojos negros, unos ojos grandes que me taladraron. Intenté aguantar esa mirada estoicamente.
—Así que tú eres Lia, de San Francisco. Jonna me ha puesto al día antes de subir —dijo con tono contundente.
—Sí, esa soy yo. ¿Y tú eres...? —dije sin amilanarme. Nuestras miradas se retaron. Y en su boca se formó una media sonrisa.
—Me llamo Kira Yimusa, soy de Wisconsin, este es mi segundo año aquí.
—¿Así que eres de segundo?
—No, estoy en primero. El primer año fue un poco desastroso. Gracias a la indulgencia de mi padre me han dado una segunda oportunidad y estoy repitiendo curso.
—No entiendo... —dije con una sonrisa a mi extraña compañera de habitación.
—Pues es sencillo. El año pasado mi padre me obligó a matricularme en Derecho aún sabiendo que yo no quería estudiar esa carrera. Intenté hacerle entrar en razón, pero se volvió sordo de repente, así que me vi obligada a estudiar lo que él quería, lo cual fue un fracaso total y llevó a mi padre a su usual enfado y pataleta. La cierto es que esta última parte fue divertida.
—Déjame adivinar; te has visto obligada a estudiar derecho de nuevo.
—Ni de coña, guapa. Recurrí a mi don de persuasión y con la ayuda de mi madre pudimos convencer al cabeza cuadrada de mi viejo de que me dejara estudiar lo que yo quería. A cambio tendría que estudiar en esta estúpida universidad llena de elitistas y de parias capitalistas.
—¿Entonces en qué te has matriculado?
—Simple, Arte y Diseño.
—Osea, que perdiste un año para darle a tu padre una lección —solté algo pasmada.
—Pues claro, no tuve otro medio para hacerme oír. No quería ser abogada y él erre que erre, así que simplemente me limité a no aprobar y mi madre hizo el resto; llegó a un acuerdo con los dos, y aquí estoy, lista para empezar a estudiar lo que realmente me gusta.
—Vaya, pues me alegro por ti.
—¿Y tú qué te cuentas Lia de San Francisco? ¿Cual es tu historia?
—Voy a estudiar Audiovisuales —dije algo reservada ya que prefería ser prudente antes de soltarle a mi extravagante compañera de cuarto el problema tan afín que teníamos en común, ya que casualmente mi compañera parecía estar bajo las mismas circunstancias que las mías.
—¿Y por qué no estudias esa carrera en Stanford? Según tengo entendido es una de las mejores en esa rama y además está en tu misma ciudad.
—Bueno... —Dudé qué contestar—. Estuve barajando varias opciones y decidí que estudiar en Harvard sería una buena posibilidad. En esta universidad no entra cualquiera, además cuando terminas tus estudios se te abren muchas puertas por haberte graduado aquí—mentí.