Cuando salimos de la residencia, Paul ya estaba en la puerta, sosteniendo con una sonrisa pícara la bolsa con el tinte.
—¡Eh chicas!, aquí tenéis. Me marcho, he quedado con Yoko en media hora en una de las cafeterías que hay fuera del campus. Tened mucho cuidado, no quisiera que os pillaran —dijo algo preocupado a la vez que miraba a Kira a los ojos.
—No te preocupes —dijo Kira—. No nos pillarán.
Nos dirigimos a la fraternidad Lamba Sigma Omega y nos apostamos detrás de unos arbustos, esperando a que Marcus y Yoko dejaran su habitación. Unos minutos después vimos salir a Marcus, con ropa deportiva, corriendo calle abajo. Yoko hizo su aparición justo después de Marcus. Cogió su coche y lo perdimos de vista en cuanto dobló la esquina. Kira dio un saltito saliendo de nuestro escondite.
—Llegó mi turno. Si trepas por el árbol llegarás a la ventana del cuarto de mi hermano. Es esa de allí. Por suerte es la de la rama más gruesa. Pero ten cuidado, no te vayas a romper la crisma —soltó Kira algo recelosa.
—Descuida, tengo experiencia trepando árboles. Mi amiga Pam y yo pasábamos las tardes subidas al árbol que compartían mi abuela y su familia.
—Genial, no sabes lo que eso me consuela. Pero aún así, ten cuidado —soltó algo escéptica—. Nos vemos dentro.
—Kira, tu poca confianza en mí empieza a ser molesta. En este momento necesito tu apoyo, no tu incredulidad.
Kira no dijo palabra. Me miró con una nota de humor en sus ojos a la vez que levantaba el pulgar y empezaba a caminar hacia la puerta de la residencia. Ni siquiera llamó; abrió la puerta y entró.
Resoplé, a la vez que sonreía por los elocuentes gestos de ánimo de Kira. Crucé la carretera con rapidez, dirigiéndome al árbol en cuestión y comencé a trepar. Aunque al principio me sentí insegura, conforme subía fui cogiendo confianza y, sin darme cuenta, me encontré frente a la ventana. Kira abrió el pestillo y con un ágil movimiento entré dentro de la habitación que compartian Marcus y Yoko.
—¿Y ahora qué? —preguntó Kira.
—¿Dónde está el baño?
Kira me señaló con la mano la dirección. Cogí la alcachofa de la ducha, desmonté la boquilla, introduje la pastilla de tinte azul oscuro en su interior y volví a dejarlo todo como estaba. Kira me miró con una sonrisa maliciosa.
—¿Y ahora?
—Ahora nos escondemos debajo de la cama y a esperar.
—¡Qué! ¿Piensas quedarte aquí?
—Por supuesto, voy a hacer todas las fotos que pueda.
—¡Oh dios! Eres realmente retorcida, Lia. ¿Pero no crees que es un poco arriesgado?
—No hay recompensa sin riesgo. En cuanto salga de la ducha le haremos las fotos. Cuando llegue el momento, sitúate cerca de la puerta de entrada. Yo intentaré estar cerca de la ventana para poder escapar lo más rápido posible.
La espera se hizo larga, pero finalmente dio sus frutos. La puerta hizo un leve ruido al abrirse. Yo me acurruqué, pegándome aún más a Kira. Las dos mirábamos expectantes cómo los pies de nuestra víctima se situaban delante de nosotras. Vimos cómo la ropa iba cayendo sobre suelo: primero la sudadera, después los pantalones... Del bolsillo de estos cayeron unas llaves, que rodaron casi hasta el borde de la cama. Kira estuvo a punto de gritar, pero le tapé la boca con la mano, y ella, por instinto me la mordió. Entonces fui yo la que tuvo que hacer un gran esfuerzo para no gritar. Marcus se agachó y cogió las llaves con un movimiento automático. Contuve la respiración, pero él ni siquiera miró en nuestra dirección.
Se desprendió del resto de su ropa y finalmente se encaminó hacia el baño. Cuando oímos el sonido de la ducha salimos de nuestro escondite y nos ubicamos en nuestras respectivas posiciones. La respuesta de que nuestro plan había dado resultado no se hizo esperar: un tremendo grito salió de la zona del baño, acompañado de varios alaridos y una retahíla de tacos. En su histeria nuestra víctima se precipitó hacia la habitación completamente azul y desnudo. La galería de mi móvil ardía, llenándose con fotos de mi fría venganza. Marcus se quedó totalmente blanco, metafóricamente hablando. Paralizado, miraba alternativamente a Kira y luego a mí, decidiendo a quién iba a descuartizar primero. Por supuesto, gané yo. Marcus comenzó a correr en mi dirección y, sin pensar, salté por la ventana, agarrándome al árbol y descendiendo todo lo deprisa que pude. Marcus se lanzó detrás de mí, dedicándome todos los insultos que conocía y olvidándose totalmente de Kira. Cuando mis pies tocaron el suelo miré hacia arriba. Marcus se encontraba parado en una rama completamente desnudo y azul, gritando sin parar. Tuve la osadía de pararme un momento y gritarle a voz en cuello:
—¡Te has metido con la chica equivocada! Esta ya me la he cobrado, ahora ya estamos en paz.
Hice varias fotos más y salí pitando, pues la gente empezaba a asomarse por las ventanas, y varios de los miembros de la fraternidad empezaban a salir a la calle. Corrí hacia mi guarida, sintiendo la adrenalina correr por mis venas, con una sonrisa en el rostro. Kira se unió a mí unos segundos después. Sus ojos estaban llenos de lágrimas.
—¿Qué ha pasado? —solté con alarma—. ¿Te ha hecho daño?
—No, qué va, estaba tan entretenido maldiciéndote y persiguiéndote que ni siquiera se ha acordado de que yo estaba allí.