Pase Lo Que Pase

CAPÍTULO 12

Los pocos días que nos separaban del cumpleaños de Yoko pasaron con rapidez. Cuando vine a darme cuenta, estábamos agazapadas en la noche, vestidas totalmente de negro, como esos comandos especiales que salen en algunas películas. Solo nos faltaban las pinturas en la cara y las pistolas en las manos. Agazapadas, observábamos cómo llegaban los invitados a la fiesta de la fraternidad. Vimos cómo Venus y Sum hacían su aparición por la puerta principal. Ambas vestían pelucas, una de un pelirrojo fuego y la otra de un rubio platino. Enfundadas en dos abrigos que les llegaban hasta la mitad de las piernas, dejaban ver unas botas altas de charol negro con tacón de aguja. Nosotras, por nuestra parte, nos dirigimos al árbol y empezamos a trepar a través de él. Kira subió primero, ya que su agilidad para escalar árboles era similar a la de un pato. Con paciencia, fui cubriendo su retaguardia hasta llegar a nuestro punto de anclaje, cerca de la ventana del cuarto de Marcus. Éste se encontraba a oscuras, de modo que, con resignación, esperamos que nuestras compinches aparecieran.

Los ruidos en el interior de la casa iban aumentando, dando a entender que la juerga estaba en todo lo suyo. Los gritos y silbidos de los chicos fueron subiendo de tono por encima de la música. Una hora después, la luz del cuarto cobró vida y vi a través de la ventana cómo Sum iba cogida de Marcus y cómo éste se soltaba de ella y se sentaba en su cama. Yo golpeé la ventana. Sum miró en nuestra dirección y se precipitó a abrir.

—¿Todo bien? —pregunté.

—Sí, ha sido muy fácil. Por cierto, ¿no tendrás más de eso para amansar toda la testosterona que hay ahí abajo? Están totalmente desmadrados.

—Lo siento Sum, solo pude conseguir esta dosis y no fue nada fácil, créeme.

Un fuerte estruendo llegó de la planta de abajo. Los chicos no gritaban, vociferaban. Sum puso los ojos en blanco e hizo un gesto de resignación.

—Bueno, me marcho. Venus está sola con esos lobos y necesitará mi ayuda. Suertes chicas. Espero que consigáis darle una lección a ese capullo.

—Gracias Sum, y dale las gracias a Venus de nuestra parte. —La chica levantó su dedo pulgar y salió dirección al salón, cerrando la puerta a su paso.

Nos desprendimos de nuestras mochilas a la vez que ordenaba a Marcus que se desnudara. Saqué un conjunto de sujetador y tanga de un rojo brillante con una bata larga de gasa transparente del mismo tono y le ordené que se la pusiera. Marcus ni se inmutó. Su mirada estaba vacía como si fuera un robot.

Con movimientos mecánicos se desnudó, dándonos un espectáculo a Kira y a mi. Después, Kira entró en acción colocándole una peluca rubia que le llegaba hasta la nuca y maquillándole de una manera bastante exagerada. Parecía una chica de alterne. Kira intentaba no reírse, al igual que yo, pero las carcajadas se escapaban de manera inevitable. Marcus, por su parte, no decía nada, ni un gesto, ni una cara... Todo en él era indiferencia.

Kira terminó de darle el último toque a su obra de arte y ahí empezó lo bueno. Le ordené a Marcus que posara con posturas sugerentes, como lo haría una chica de Playboy. Se tumbó en la cama y empezó a posar como si lo hubiera hecho toda la vida. Sacaba morritos con miradas cargadas de sensualidad mientras yo me volvía loca dándole al botón de mi cámara, disfrutando morbosamente de tener a Marcus bajo mi control, vengándome en secreto por lo que me había hecho la última vez, cuando la situación fue al revés y fue él quien me hizo sentir indefensa, vulnerable y completamente a su merced.

Cuando consideré que teníamos suficiente material le ordené que se metiera en la cama, con peluca incluida. Apagamos la luz y salimos por la ventana. Cuando alcanzamos el coche de Kira pasamos a mi portátil todas las fotos, extraje la tarjeta de memoria y la deposité en un sobre en blanco. Cerré el sobre y escribí en el dorso: <¡Urgente, noticia bomba! Si quiere que su tirada se duplique mire la información que hay dentro>. Nos dirigimos al Crónicas Cambridge, depositamos el sobre en el buzón que había en la puerta y nos largamos a la residencia.

—Joder, esto ha sido increíble. ¿Has visto su cara cuando le has dicho que te sacara morritos? Parecía una chica caliente. Dios, es para partirse de risa.

—¿Y cuando se ha bajado la bata del hombro y ha metido su mano entre unos pechos inexistentes? Hay que reconocer que el chico tiene talento para esto, eso es innegable —dije entre risas.

—Por favor, esta ha sido, con diferencia, la mejor de tus venganzas.

—Cierto, es la mejor. Pero también la que más repercusión va a tener. Ahora asegurémonos de que la noticia sale a primera hora de la mañana.

—¿Y cómo vas hacer eso?

—Sencillo —dije con una sonrisa. 

Cogí mi móvil, configuré la opción de número oculto y llamé al periódico. Un señor contestó al tercer toque. Disimulé mi voz, informé de que en el buzón estaban las pruebas de un importante escándalo y colgué con rapidez.

—Bueno, ya está hecho —dije mirando a Kira—. Mañana a primera hora la reputación de Marcus Dal Santo estará por los suelos.

Kira y yo nos dirigimos en silencio a casa, cada una metida en sus pensamientos. Yo, por mi parte, no me sentía demasiado bien con lo que había hecho. No era justo, iba a difamar a una persona. Pero era la única manera de pagar mi billete de vuelta a casa y sacar a Marcus de mi vida. Una parte de mí se sentía triste. Le había cogido mucho cariño a mis amigos e iba a echar mucho de menos a Kira, a sus locas ideas y respuestas ácidas; a Paul, con su sonrisa, su calmada paciencia y su lógica aplastante; o a Ben, el tímido científico, siempre  ayudándome con mis problemas; a Dylan, un chico dulce que siempre me hacía sentir bien.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.