Pase Lo Que Pase

CAPÍTULO 22

Un sonoro golpe y unos estridentes gritos de protesta me despertaron. Como un resorte, me incorporé, agarrando con fuerza la manta que cubría mi cuerpo en el proceso, como si de un escudo se tratara. En el vano de la puerta estaba la culpable de tal escándalo, quedándome muda al verla.

— ¡Oh dios! ¡Lia! ¡Oh dios! ¡Estoy alucinado!, esto no puede ser! ¡¿Pero por qué?! ¡¿Lia, cómo has podido?! ¡No me lo puedo creer! ¡Esto es horrible! ¿Es que has perdido el juicio? —gritó llena de histeria.

—Kira..., pero, ¿qué haces aquí?... Veras yo... Esto es un error... No es lo que parece... Puedo explicarlo...

—No, la pregunta es, ¿qué haces tú? Y no me digas que no es lo parece, ¿qué narices hace él acostado en tu cama?. ¡Es Marcus! ¡Oh dios! ¡Esto no puede estar ocurriendo! —dijo mirando hacia el techo como si realmente hablara con dios.

Con el jaleo, Marcus se había despertado algo sobresaltado. Después de comprobar que era Kira, posicionó su cuerpo en una postura cómoda y bastante relajada: puso su manos por debajo de su nunca, contemplando la escena con una sonrisa de diversión en su rostro. Yo le miré algo histérica.

— ¡Marcus, di algo! ¡Joder! —dije propinándole un codazo en el costado.

— ¡Auuh gata! ¿Qué quieres que diga? ¿Qué pasaba por aquí y sin querer me caí en tu cama? Venga gata, tu amiga es algo idiota, pero no es retrasada mental.

— ¡Tú, capullo insufrible! Vuelve a insultarme y te decoro la cara. —soltó Kira levantado el puño.

—Kira, por favor, escucha, puedo explicarlo, pero...

—¿Qué vas a explicar?. Esto no tiene explicación posible Lia, ¿te has vuelto loca?, ¡Dios, es Marcus!

—Sí, lo sé. —dije compungida.

—Gata, dile al incordio de tu amiga que deje de juzgarte. Tú no tienes que darle explicaciones a la rarita.

— ¡Cállate!. Quiero que salgas ahora mismo de mi cuarto o te juro que seré yo la que te saque a patadas ¡maldita sea! ¡¿Lia, en qué estabas pensado?! ¿Cómo has podido? ¿Y con esta rata? ¡Tú gusto para los tíos es pésimo!.

—Siento coincidir con Drusilla, pero en eso lleva razón: tienes un gusto pésimo para elegir amigos.

— ¡Eh capullo! No me llamo Drusilla.

— ¡No me llames capullo!

—Creo que padeces un alto grado de capullitis, acusado con una diarrea metal pronunciada.

— ¡Basta ya! ¡Parad los dos! —grité algo desesperada.

—Lia, este es mi cuarto y quiero que esa lagartija se vaya de aquí, ¡Ahora mismo! —gritó Kira.

—¿Y si no?, ¿qué harás? —soltó Marcus con una sonrisa chulesca.

— ¡Marcus cállate! ¡Vale! y vístete —grité desesperada.

—Kira, por favor, solo dame cinco minutos, por favor.

—No entiendo qué te ha pasado, Lia, pero voy a pensar que has tenido algún desajuste mental, tienes cinco minutos para sacar a esa escoria de mi cuarto —dijo saliendo de la habitación dando un portazo.

—Marcus, vístete y déjame hablara con ella, por favor —exclamé algo angustiada.

—Está bien gata, me marcho. —dijo, vistiéndose con parsimonia. —Y ahora habla con ella, pero esta noche te quiero en mi cuarto y en mi cama. No quiero pasar ni un minuto más sin ti.

—Marcus... no sé, Kira está muy cabreada. Tengo que aclara las cosas con ella, se lo debo.

—Está bien, llámame luego. —dijo dándome un suave beso y  marchándose.

 Kira hizo su aparición con gesto agrio, yo me quedé mirandola sentada en mi cama, con la culpa reflejada en mi rostro. Kira se acercó a mí, me miró con atención la cara durante unos minutos e intentó descifrar algo.

— ¿Qué? —dije con tono lastimero.

—Nada, estaba intentado saber si ese idiota te había drogado. Tal vez te dio la Escolapina y eso hizo que se anulara tu voluntad. Es la única manera posible de que te hubieras acostado con él.

—Kira, no hay drogas. Me acosté con él por voluntad propia y siendo consciente de lo que hacía.

— ¡¿Que?! ¡¿Lia, qué narices te pasa?! ¡Ese es Marcus! el tío que ha hecho tu vida miserable desde que llegaste aquí, ¿Qué neurona del cerebro se te ha frito para que hicieras eso? ¿Y desde cuándo empezaste a sentir esa atracción tan irresistible por ese cabrón?

—Bueno eso... creo que se trata... de la primera vez que le besé.

— ¡Oh mierda!, ¿y cuándo pensabas informarme?.

—Bueno... es que yo... no quería, hasta que ocurrió... otra vez, y esa vez fue increíble.

—Lia, ¿qué? ¡Otra vez! ¿Pero cuándo?

—En el vestuario, pero no me dejo otra opción.  Luego, cuando nos acostamos... en la casa del lago... ya me quedo claro...

— ¡Quueee! ¡Joder! ¡Esto es de locos! ¡Lia, es Marcus!

—Sí, lo sé Kira, pero no puedo evitar sentir lo que siento. Es increíble.

—Creo que sufres un gran trastorno de enajenación mental agudo Lia. Puedo ponerte en contacto con un psicoanalista muy amigo de mi madre. Es bastante bueno; con mi tía ha hecho milagros.

—No, Kira. Mira, me siento fatal por no haberte contado nada de esto, pero ni yo misma podía entenderme. Te juro que he luchado por dejar de sentir lo que siento pero...

—Ya. Y, ahora, para amenizar la velada, me vas a decir que estás totalmente pillada por ese gilipollas, ¡No te jode!, Lia espabila, es Marcus. 

—Sí, Kira, se quién es, joder, ¿crees que no me siento mal por ello? . Pero, Kira, ¿te acuerdas cuando me contabas lo que Paul te hacía sentir?, ¿cómo tú corazón latía más rápido con su sola presencia?, ¿cómo tu sangre bombeaba en tus venas con su simple toque?, ¿o como tú respiración se aceleraba con solo ver su sonrisa?. Pues eso es lo que Marcus me hace sentir. —dije algo afligida por toda la situación.

—Verás, Lia, no es que le quiera quitar romanticismo al asunto. Pero, bajo mi punto de vista, esto es un claro síntoma de un derrame cerebral. Yo de ti me lo miraría.

—Kira, por favor —dije dándole un leve palmetazo con la mano.

— ¡¿Qué joder? Lia! ¡¿Marcus?! ¡¿En serio?! tú sabes cómo alegrar el día a tus amigos. No había otro y tenía que ser él, el que ha ganado las olimpiadas de capullo del año varias veces consecutivas.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.