Pase Lo Que Pase

CAPÍTULO 23

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CAPITULO 23

A partir de ese momento el tiempo voló. Cuando vine a darme cuenta estábamos a finales de febrero. Lo extraño era ver cómo Marcus y yo nos habíamos adaptado a una rutina y pasábamos la mayor parte del tiempo juntos. Yo solía vivir más en su cuarto que en el mío, ya que Kira pasaba todo el tiempo que podía con Paul, aunque todos los días comíamos juntas y buscábamos tiempo en nuestras ajetreadas agendas para pasar unas horas haciendo terapia de amigas o contándonos confidencias.

El que había cambiado por completo su comportamiento había sido Yoko. Paraba poco por su cuarto desde que Alison había terminado su relación con él. Su estado de ánimo había pasado de una apatía sorda a caer en picado en una espiral de desenfreno. Prácticamente no iba a clase; se levantaba poco antes de que anocheciera, lo justo para meterse de lleno en juergas salvajes, borracheras interminables y garitos poco recomendables. Otra de sus aficiones era liarse con toda chica que se le ponía a tiro, sin importarle en absoluto su edad ni procedencia: él las utilizaba y luego las dejaba. Su comportamiento había empezado a preocupar a Marcus, que intentaba, de alguna manera, sacar a Yoko del sórdido agujero en el que había caído. Quería tener de vuelta a su antiguo amigo, pero Yoko parecía cada vez más atrapado en esa vida de desenfreno.

En varias ocasiones le comenté a Kira el comportamiento tan destructivo que su hermano estaba teniendo. En un primer momento, Kira no parecía preocupada. Marcus y su hermano habían sido terroríficos en su primer año de universidad y estuvieron a punto de ser expulsados. No fue hasta que Alison entró en la vida de Yoko que este comenzó a cambiara: se volvió responsable; empezó a sacar buenas calificaciones; incluso dejo el look de chico rebelde.

—Ya te puedes imaginar: mis padres adoraban a Alison, pero a mí nunca me gustó —soltó Kira con retintín.

— ¿No crees que deberías hablar con él?.

— ¿Y crees que a mí me escucharía? No Lia, no es la primera vez que Yoko pasea sus penas y frustraciones hundiéndose en ese mundo de desenfreno. Aunque parezca perdido, no lo está. Cuando él esté preparado, saldrá de ahí y volverá a ser él mismo. Créeme, le conozco.

—Está bien Kira, si tú lo dices...

—Por cierto, Paul me ha dicho que Dylan sigue negándose a hablar contigo. Dice que ha intentado en varias ocasiones hacerle entrar en razón, pero se niega. No quiere saber nada de ti. Creo que está demasiado dolido: no puede entender cómo has terminado enrollándote con tu enemigo después de todo lo que te ha hecho. Piensa que te estuviste burlando de él y eso es algo que no puede perdonarte.

—Sí, eso me ha quedado claro después de llamarlo varias veces al móvil sin obtener respuesta. Cada vez que nos hemos cruzado por casualidad me ha evitado, así que no voy a insistir más. Dylan me ha echado de su vida —dije con tono quejumbroso.

—Venga Lia, dale tiempo; se le pasará. Paul dice que Dylan terminará perdonándote. Necesita tiempo para que sus heridas sanen. Estaba bastante enamorado de ti. Lo que menos esperaba el pobre chico es que el tío con el que te enrollaras fuera tu peor enemigo. Eso deja a cualquiera un poco desubicado, por no hablar de autoestima.

—Vaya, Kira, deja de esforzarte por hacerme sentir mejor ¡De veras!

— Bueno, ¿qué es lo que te molesta? ¿Que él estuviera pillado por ti?, ¿o que piense que tienes un gusto pésimo para elegir novio?

—Solo esperaba un poco de consuelo de mi mejor amiga para dejar de sentirme tan culpable y rastrera.

—Bueno, amiga, reconoce que no lo hiciste demasiado bien: cuando tú decías odio a Marcus, ninguno supimos ver que lo que decías era todo lo contrario.

— ¡¿Kira, quieres hundirme del todo?! Sabes perfectamente qué me pasó. No empieces de nuevo. Después de este tiempo pensaba que ya lo habías superado. Incluso que me habrías perdonado. —dije con tono lastimero.

—Solo quiero que te sientas mejor y que ignores los sentimiento que Dylan tiene hacia a ti. Lo que importa es cómo estás tú, y he de decirte, aunque me reviente, que estás radiante. En este último mes te he visto más feliz que nunca. Has sido la comidilla del campus y no te ha afectado en lo más mínimo.

—Claro que no Kira, poco me importan lo que piensen los demás. Solo me preocupa la gente a la que quiero, y entre ellos estaba Dylan. Aunque tú no lo creas, le aprecio mucho.

—Y te creo, pero también creo que Dylan está evitando tener futuros problemas con Marcus, te recuerdo que están en la misma fraternidad. ¿No te has parado a pensar en la posición tan vulnerable que está Dylan por el mero hecho de que siguiera siendo tu amigo? Creo que es un chico inteligente apartándose de ti: se ahorra tener problemas con el chulo de tu novio.

— ¡Kira! ¿Qué insinúas? Marcus no es mi dueño, ¿vale? Y no creo que fuera capaz de amenazar o chantajear a Dylan por el simple hecho de ser mi amigo.

— ¿No, Lia? Estamos hablando de Marcus, el que te ha chantajeado cada vez que ha tenido ocasión.

—Bueno... si...pero no lo haría, ¿verdad?... ¡Oh no! ¡¡  ¿Lo ha hecho?!!

—Tranquila, Lia. No que yo sepa, pero no descartaría que lo hiciera. Tienes que reconocer que Marcus es un gran maestro en esos menesteres, además de ser algo posesivo contigo. En mi opinión, es mucho mejor que Dylan te evite. Creo que es muy inteligente no provocar al capullo de tu novio.

— ¡Kira basta! Sé por experiencia cómo se las gasta Marcus, pero me alegro de que su trato con Dylan sea correcto. No obstante le preguntaré. 

—Lia, creo que eso está claro. Si lo hubiera hecho, sé que Paul lo sabría, como también sé que Dylan y Marcus se evitan mutuamente. Así que no hay problema, créeme. Todos sabemos cómo se las gasta el matón de Marcus. Hasta tú has tenido el inmenso placer de vivirlo en tus carnes.

—Eso es, Kira, sigue machacándome. Sé perfectamente cómo se las gasta Marcus; y más cuando le cabreas. Y he de reconocer que últimamente tú tienes ese honor cada vez que andáis juntos. Te encanta tocarle las narices.




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