Dos semanas después, mi vida había vuelto a dar un giro de 180 grados: Marcus estaba viviendo en San Francisco. El hombre que amaba me había desnudado su alma y se había enfrentado a su padre para demostrarme que sus sentimientos hacia mí eran puros y limpios. Había que reconocer que, el hecho de hacerle cara a mi padre y conseguir la renuncia escrita de él, había hecho que Marcus ganara puntos ante mis ojos. Claro que también influía que yo estuviera loca por él.
Estábamos a mediados de Junio. El verano había llegado de lleno y yo me sentía la mujer más afortunada y feliz del universo. También tenía mi pequeño infierno, ya que Yoko se había convertido en el compañero de apartamento de Marcus, además de en su sombra. Pam se había vuelto la mía, ya que en cierto modo porque, quería que confraternizara con Marcus. Ella era como mi hermana y para mí era muy importante que ellos se llevaran bien. Esa situación hacía que Yoko y Pam se vieran bastante a menudo, pero evitaban hablarse, ignorándose con clarísimos desprecios.
A los pocos días convencí a mi abuela para que hiciera una barbacoa y que así pudiera conocer a Marcus y a Yoko. También acudió la familia de Pam al completo. Me quedé algo sorprendida cuando Yoko apareció subido en una impresionante moto. Marcus sonrió por mi cara de alucine, mientras bajaba de la suya. Las motos de los chicos sirvieron para romper el hielo con los hermanos de Pam, ya que estos eran algo protector con su hermana y conmigo y habían llevado el papel de hermano mayor al límite con respecto a los chicos que se nos acercaran. Nik y Kit, los más pequeños, entablaron una agradable conversación con Marcus y Yoko. Incluso quedaron para salir por ahí de fiesta, lo cual me agradó, aunque a Pam esto pareció no gustarle nada. Se había pasado toda la fiesta evitando a Yoko, el cual se había ganado a su familia con solo soltar dos de sus increíbles sonrisas. Me sorprendió el gesto de enfado de Pam cómo se aisló de los demás. Cuando me di cuenta, había desaparecido. Empecé a preocuparme porque no sabía qué le estaba ocurriendo.
Mi abuela llamó mi atención, felicitándome y dándome su aprobación por el novio que me había echado. La fiesta se prolongó hasta muy tarde y para celebrar el acontecimiento, mi abuela se lio su canuto de costumbre. Marcus se quedó fascinado viendo cómo mi abuela, con una maestría que solo dan los años, se liaba y se fumaba su ración de maría. Entre risas le soltó a Marcus que estaba aprobado; que ella veía más allá de la fachada física y que sabía que él era la otra mitad de su nieta; que el universo nos había juntado y que, pasara lo que pasara, nuestro amor sería eterno. Marcus no pudo menos que temblar ante ese comentario. Lo sé porque su mano estaba agarrada a la mía y, en ese momento, sentí ese escalofrío traspasar mi piel
Marcus se separó de mí, reclamado por Yoko, que hablaba con Kit sobre algo de las motos. Aproveché el momento para buscar a Pam, ya que hacía un buen rato que había desaparecido. No tuve que buscar mucho: me dirigí directamente al jardín delantero y subí con rapidez por el árbol. Pam estaba encaramada a la rama más alta de la copa, observando la noche.
—¿Qué te ocurre? —dije sin rodeos.
—Nada. No sé por qué piensas que me ocurre algo —dijo con tono tirante.
—Venga Pam, soy Lia. Nos conocemos desde siempre y sé que te pasa algo. ¿Qué ocurre? ¿Me lo vas a contar o tengo que torturarte?
—No es nada. Simplemente, ahora tienes novio y me resulta raro. Siempre hemos sido tú y yo contra el mundo. Y ahora, no sé.
—¿No me digas que Marcus no te cae bien? Sé que es un poco provocador, pero te aseguro que estoy trabajando en ello para que cambie.
—No, qué va, si ha sido muy amable conmigo. Claro que, después de la paliza que le di, creo que me tiene algo de respeto. En cambio, Yoko, es un capullo integral.
—Bueno, eso es compresible —dije con una sonrisa—. Pero podías intentar limar asperezas con él. Lo ha pasado muy mal. La mujer a la que amaba lo ha echado de su vida sin ni siquiera darle una explicación, y los últimos que ha llegado a sus oídos es que parece ser que a intimado con alguien del equipo médico que atendió a sus abuela
—Así, que, ¿al chulito le pusieron de patitas en la calle y lo remplazaron por otro?
—Sí, Pam y eso no es nada agradable. Y más cuando amas a esa persona. En mi opinión creo que Alison se lo ha quitado de encima de una manera muy ruin. Aunque no lo creas, Yoko era un chico increíble, atento y encantador con las mujeres. Después de que Alison lo dejara, el Yoko que resurgió de sus cenizas se volvió algo borde y desgraciado, con el mundo en general y las mujeres en particular. Desde entonces, lleva una vida de desenfreno y colecciona chicas como chapas.
—¡Vaya! Y, ¿qué culpa tienen las demás chicas de que esa tal Alison le cagara la cara?
—Pues ninguna, ya sabes. Pero, cuando andas herido en el corazón, tu dolor es tan grande que ni siquiera eres consciente de a quién dañas.
—¿Sabes? Alguien debería de ponerle las pilas y hacerle probar algo de su propia medicina.
—No te lo discuto, pero te agradecería que no fueras tú, Pam. Me gustaría que intentaras llevarte bien con él, ¿vale?
—No creo que eso sea un problema. Acaba de llegar y parece sentirse como en casa con mi propia familia.
—¿Es eso lo que te tiene tan molesta? ¿Que Yoko les haya caído bien a tus padres y hermanos?
—Sí. Ese gilipollas no tiene ningún derecho a hacerse amigo de mis hermanos. He oído como Kit y Nik le invitaban a salir con ellos y a presentarles a sus amigos.
—Pam, tus hermanos son mayores para decidir quiénes son sus amigos y quiénes no. Siento que Yoko te haga sentir tan incómoda, pero Marcus tiene los mismos sentimientos hacia Yoko que yo hacía a ti. Se conocen de toda la vida; se han criado juntos. En el internado eran inseparables. Además, Yoko me cae bien, es un buen chico. Deberías darle una oportunidad.