Valeria salió antes del ensayo.
Dijo que tenía dolor de cabeza.
Pero la verdad era otra: no soportaba verlos juntos una vez más.
Caminó sin rumbo por Madrid.
Miró escaparates que no le importaban, escuchó conversaciones ajenas como quien se esconde del ruido propio.
De pronto, su teléfono vibró.
Un mensaje, enviado por error.
Eva: “Él tiene algo especial. No puedo negarlo”.
Valeria se quedó inmóvil.
El mensaje no era para ella.
Y el destinatario real, al parecer, era otra persona.
Esa noche no hubo conversación.
Solo silencio.
Tensión.
Hasta que Julián habló, sin saber del mensaje.
—Eva me pidió que la ayudara con unas ideas para un piloto nuevo. Dice que le inspira mi enfoque visual. Aún no he decidido.
—¿Y tú quieres hacerlo? —preguntó Valeria, con voz baja.
—No lo sé. Me halaga. Pero estamos en medio de algo muy importante.
—¿Y si no estuvieras conmigo? ¿Aceptarías?
Julián la miró, en silencio.
—¿De verdad dudas de mí?
—No sé. Recibí un mensaje que no era para mí. Hablaba de ti… con deseo. Y no era una sugerencia profesional.
—¿Eva?
Asintió.
Él se pasó una mano por el cabello.
Cansado. Dolido.
—No ha pasado nada, Valeria. Te lo juro. ¿De verdad crees que traicionaría todo esto? ¿Nosotros?
—No lo sé, Julián. Ya no sé distinguir lo real de lo imaginado.
A la mañana siguiente, Eva apareció en su puerta.
—¿Puedo pasar?
Valeria asintió, sin decir palabra.
Eva no se anduvo con rodeos.
—Sí. Te mandé ese mensaje por error. No era para ti. Y sí, admiro profundamente a Julián. Su mirada. Su arte. Pero no estoy aquí para romper nada. Estoy aquí porque tu historia me conmovió. Porque también tengo cicatrices que no se ven.
Valeria la observó.
No había soberbia. Ni coquetería. Solo verdad.
—Entonces no me lo quites —dijo Valeria—. A él. A mi historia. A lo poco que aún puedo llamar mío.
—No vine a quitarte nada —respondió Eva—. Vine a ayudarte a que el mundo escuche lo que callaste tanto tiempo. Pero si en algún momento te sientes insegura conmigo… me iré.
Silencio.
—No quiero que te vayas. Solo… no me pidas que no sienta miedo.
Eva asintió.
Y ambas se quedaron ahí. Dos mujeres frente al espejo de la otra.
Diferentes, pero no opuestas.
Aliadas posibles.
Esa noche, Julián y Valeria volvieron a hablar.
—No sé si siempre podremos evitar los celos, las dudas, las heridas —dijo él.
—Pero si podemos hablarlas, sin escondernos… tal vez eso sea el verdadero compromiso.
Y se abrazaron.
Más humanos.
Más imperfectos.
Pero más juntos que nunca.
GRACIASSS... MIL GRACIAS...
Editado: 16.07.2025