Alaia
Al abrir mis ojos me encuentro a oscuras, no sé dónde estoy ni cómo terminé allí. Intento levantarme, pero estoy amarrada a la cama, tanto mis manos como mis pies. Al menos mi boca no está amordazada y todavía conservo la ropa que llevaba en la entrevista.
Creo que Jeremy tenía razón, no debí dejarle esperando en el carro. Él me dijo que no era una buena idea, pero fui terca, quería lucir independiente y aquí estamos, en mitad de la nada.
Nota #6: Los guardaespaldas dan buenos consejos, no sean tercos.
—Despertaste princesita, un gusto verte de nuevo ¿Sabes quién soy? —dice una voz, que por alguna razón me parece familiar, en la oscuridad es imposible verle así que ni contesto.
—Pues como no sabes te cuento, mi nombre es Robert —dice el señor, esperando que de alguna forma, comprenda quién es y qué relación tiene conmigo.
—¿Por qué me buscas? Pregunto un poco asustada, recordando quién es y por qué esta situación se pone peor.
—Porque tengo una cuenta pendiente contigo, hace varios años nos conocimos, lamentablemente nuestra madre nos separó, Ada Luz Stone puede ser terrible cuando se lo propone —dice él con tranquilidad.
—¿Qué tiene que ver ella contigo? —pregunto, estoy confundida, hasta donde sé, el Robert que yo recuerdo era amigo cercano de mi familia y, después del incidente cuando éramos niños, terminó en prisión.
—No sabes realmente quién soy… —dice riéndose— Te contaré. Robert y Ada Luz se conocieron cuando ellos tenían por ahí como 17 años, ambos empezaron a estudiar para ser parte de la armada naval o como sea que se diga eso, Ada Luz quedó embarazada casi 3 años después de haberlo conocido, por ahí como después de un mes de haberse hecho novios y, las familias decidieron que se casaran —se mueve por el lugar para seguir con su monólogo.
—Por fruto de ese embarazo nací yo, Robert Junior, fui criado la mayor parte del tiempo por mis abuelos maternos, porque frecuentemente mis padres se iban por muchos meses y sólo alcanzaba a verlos en mi cumpleaños, a mitad de año y en navidades, pasaron 10 años hasta que Ada Luz quedó embarazada de mellizas, es decir de Annabeth y Alaia, mis hermanas —explica con simpleza.
—Eso no es cierto, madre siempre dijo que éramos sus únicas hijas —decía yo, tratando de convencerme, más a mí que a él. Esto era una locura.
—¿Sabes qué fue lo que pasó hace doce años? —me preguntó como si nada. El recuerdo más horrible de mi infancia estaba en sus manos.
—Terminaste en prisión —respondo, de eso si estaba segura, madre siempre fue enfática en que evitara confiar en alguien que se llamara Robert.
—Y no fui el único que fue separado de ustedes ¿Sabes dónde está tu padre? —preguntó metiéndose en mi cabeza con tanta información nueva sobre mi pasado.
—Muerto —Se empezó a reír frenéticamente, como si todo esto le hiciera gracia, sentí que se levantaba de alguna silla o algo, escuchando sus pasos, hasta donde me encontraba.
—Pobre niña, te han mentido tanto y no te has dado cuenta —dijo y empezó a soltar las cuerdas de los pies, por un segundo pensé que era para liberarme, pero, dejó la de las manos sin soltar y tuve miedo.
A mi mente empezaron a llegar más momentos de ese día, me veía a mí de pequeña siendo desvestida en el baño, él decía que todo estaba bien que no me preocupara, abrió la ducha y me metió en ella.
Cuando abrí los ojos, él estaba quitándome los zapatos y las medias, empecé a forcejear, pataleaba con todas mis fuerzas, esto no iba a pasar.
Otro recuerdo vino a mi cabeza, él tomaba el jabón y lo pasaba por mi cuerpo, cuando ya pensó que estaba toda enjabonada, empezó a…
Empecé a llorar, había sido tocada y no lo recordaba.
Empecé a gritar, temblar, a golpear aquí y a golpear allá, le di en el rostro y se enfureció.
—¿Quién te crees? ¿Acaso piensas que puedes hacer eso dadas tus circunstancias? ¿Crees que alguien te encontrará? —me gritaba, yo solo podía pedir ayuda mientras él puso sus manos en mi cuello y perdí la conciencia.
…
Cuando desperté, mis pies estaban nuevamente amarrados y me había quitado la parte de abajo de mi ropa interior y estaba cortando mi blusa, tenía miedo, más recuerdos venían a mi mente, esto no podía estar pasando, empezó a desabrocharse los pantalones cuando varios agentes entraron.
—¡Sino eres mía no vas a ser de nadie! —gritó Robert mientras era apuntado con el arma, lo obligaron a poner las manos en alto.
Nos rodearon y sentí vergüenza, esto era humillante. Lo odiaba, me odiaba y de verdad no quería esto.
Lograron esposarlo y alejarlo de mí, uno de los agentes empezó a soltarme y me dio su chaqueta.
Un recuerdo vino a mi cabeza.
Pequeña, no te preocupes, algún día vendré por ti.
Era un hombre, que se había agachado a mi altura y me había dado un beso en la frente.
Todavía era una niña…
—Alaia, soy yo, Jeremy, ya pasó —me dijo y lo abracé mientras lloraba, logré ponerme lo que quedaba de mi ropa y me puse la chaqueta encima, me cargó en sus brazos y salimos de allí, creo que nos montamos en un carro o algo parecido y terminamos en el hospital.