Pasión por las Letras

UNA NOCHE

Estar enamorada de la misma persona por tantos años no sabía si era una bendición o una completa tortura. Ver a la persona que amaba con alguien más era difícil pero parte de amar era aceptar que si él era feliz yo también debía serlo. Como aquel día donde volvía a ser espectadora y no la protagonista que recibía sus besos o caricias. Yo solo era la persona que debía aceptarlo y observar pero por una noche quería que nada me importara. Lo único que deseaba era relajarme y disfrutar pero la niña buena dentro de mi lo impedía o era lo que quería hacerme creer para no atreverme a realizar lo que por tanto tiempo quise pero luego de un trago y dos horas de música a todo volumen en aquella discoteca, que solía ir muy de vez en cuando con él, comencé a sentir como mi cuerpo se relajaba llevándome a observar con detenimiento cada movimiento que él hacía. Cómo sus manos tocaban un cuerpo que no era el mío o como sus labios besaban a alguien que no era yo. 

¿Y si por una noche mis deseos se volvían realidad?, ¿Y si solo por una noche absolutamente nada me importaba?

Lo volví a observar y su mirada estaba sobre mi algo que hizo que me parara de dónde estaba sentada y fuera hasta él mientras esquivaba a cada persona frente a mi. En el trayecto aprecié como las luces de colores bailaban sobre él mostrándome su cabello algo desordenado, la ropa holgada que siempre usaba y aquel piercing en su labio inferior que tanto me gustaba. 

Al llegar su perfume me invadió y disfruté de su aroma cerrando los ojos brevemente. Al abrirlos corté nuestra distancia y sin pensarlo dos veces lo besé sin importar que su acompañante estuviera a un lado.

—Daniela —oía que alguien repetía mi nombre aunque su voz se sentía lejos—. Daniela, ya despierta. 

De un sobresalto y con el corazón descontrolado desperté de lo que había sido unos de los mejores sueños pero al despertar por completo un rostro con ojos grandes y una sonrisa enorme me esperaba sentado a un lado de la cama. El color de mis mejillas cambió a un rojo intenso, lo sentía.

—¿Soñabas conmigo?

—Para… para nada. ¿Qué haces aquí?

—¿No lo recuerdas?

—¿Recordar?

—Crees que todo fue un sueño ¿No?, ¿Y si nada lo fue?




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