Capítulo 21
Emma miraba por la ventana de su despacho en la planta treinta y cinco de uno de los rascacielos más emblemáticos de Nueva York. Aquel día, la ciudad parecía más gris de lo habitual, con nubes densas que amenazaban con una tormenta inminente. Había sido una semana agotadora en el bufete, y aunque había tratado de mantener su mente ocupada con trabajo, no podía evitar pensar en Lucas.
Lucas era un enigma que había entrado en su vida de manera inesperada. Su relación había comenzado con una chispa innegable en una fiesta benéfica hace seis meses, pero se había complicado rápidamente. Emma era abogada en un prestigioso bufete, mientras que Lucas dirigía una de las empresas de tecnología más innovadoras del país. Las diferencias entre sus mundos y la complejidad de sus propios pasados hicieron que la relación fuera tan irresistible como imposible.
Mientras Emma revisaba los documentos de un caso importante, la puerta de su despacho se abrió sin previo aviso. Levantó la vista y ahí estaba él, Lucas, con esa sonrisa que siempre lograba desarmarla.
—¿No sabes tocar la puerta? —preguntó Emma, tratando de sonar indiferente.
—¿Qué sentido tiene la formalidad entre nosotros, Emma? —respondió Lucas mientras cerraba la puerta tras de sí y se acercaba a su escritorio—. Además, sé que no me hubieras dejado entrar si lo hubiera hecho.
Emma suspiró y dejó a un lado los papeles. No podía negar que él tenía razón. Últimamente había intentado distanciarse de Lucas, consciente de lo complicada que era su situación.
—¿Qué haces aquí, Lucas? —preguntó ella finalmente—. Pensé que habíamos acordado no vernos por un tiempo.
Lucas se sentó en la silla frente a ella y la miró fijamente. Había algo diferente en sus ojos hoy, una determinación que no había visto antes.
—No puedo seguir así, Emma. Necesitamos hablar.
—¿Hablar de qué? —Emma se cruzó de brazos, intentando mantener su compostura—. Todo está dicho, Lucas. No podemos seguir viéndonos. Sabes que no es posible.
—No estoy de acuerdo —respondió él con firmeza—. Creo que hemos dejado demasiadas cosas sin decir, y eso nos está consumiendo a ambos. No puedo fingir que todo está bien cuando claramente no lo está.
Emma sintió un nudo en la garganta. Sabía que Lucas tenía razón, pero también sabía que enfrentarse a esos sentimientos complicaría aún más las cosas. Se levantó de su silla y caminó hacia la ventana, mirando la ciudad que se extendía a sus pies.
—Lucas, esto no es fácil para mí —dijo finalmente, con la voz cargada de emoción—. He trabajado muy duro para llegar a donde estoy, y no puedo arriesgarlo todo por una relación que no tiene futuro.
Lucas se levantó y se acercó a ella, poniendo una mano en su hombro. Emma sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo.
—Emma, no estoy pidiéndote que arriesgues tu carrera —dijo en voz baja—. Solo quiero que no te cierres a la posibilidad de que podamos encontrar una manera de estar juntos. Te amo, y sé que tú también me amas. No podemos ignorar eso.
Emma cerró los ojos por un momento, dejándose llevar por la calidez de su tacto. Pero luego se apartó suavemente y volvió a mirarlo, esta vez con lágrimas en los ojos.
—Lucas, esto no se trata solo de nosotros —dijo—. Hay demasiadas personas involucradas, demasiadas cosas en juego. No puedo ser egoísta y poner en riesgo todo lo que hemos construido.
Lucas asintió, comprendiendo la gravedad de sus palabras. Sabía que Emma tenía razón, pero también sabía que no podía simplemente alejarse de ella. Habían llegado demasiado lejos para rendirse ahora.
—Entonces, ¿qué sugieres que hagamos? —preguntó, tratando de encontrar una solución.
Emma se quedó en silencio por un momento, pensando en las posibles opciones. Finalmente, respiró hondo y se armó de valor para decir lo que realmente sentía.
—Quizás… quizás necesitamos tomarnos un tiempo de verdad —dijo con voz temblorosa—. Necesitamos espacio para pensar, para decidir qué es lo que realmente queremos y si estamos dispuestos a hacer los sacrificios necesarios.
Lucas la miró con tristeza, pero asintió. Sabía que Emma estaba tratando de hacer lo correcto, incluso si eso significaba alejarse de él.
—Está bien, Emma —dijo finalmente—. Si eso es lo que necesitas, te daré el espacio que pides. Pero quiero que sepas que no voy a renunciar a nosotros. No sin luchar.
Emma sintió una mezcla de alivio y dolor al escuchar esas palabras. Sabía que Lucas no iba a rendirse fácilmente, pero también sabía que necesitaban ese tiempo para aclarar sus sentimientos y tomar una decisión informada.
—Gracias, Lucas —dijo en voz baja—. Eso es todo lo que te pido por ahora.
Lucas asintió y, tras un último vistazo a Emma, se dio la vuelta y salió del despacho. Emma se quedó sola, mirando por la ventana mientras las primeras gotas de lluvia comenzaban a caer sobre la ciudad.
Pasaron las semanas y Emma trató de sumergirse en su trabajo para mantener la mente ocupada. Sin embargo, no importaba cuánto intentara distraerse, los recuerdos de Lucas siempre volvían a ella. Sus pensamientos se veían constantemente interrumpidos por la imagen de su sonrisa, su voz, el modo en que la hacía sentir viva.
Una tarde, mientras caminaba hacia su apartamento, Emma recibió una llamada inesperada. Era su mejor amiga, Clara, quien vivía en Los Ángeles y siempre había sido su confidente más cercana.
—Emma, ¿cómo estás? —preguntó Clara con su característico tono animado.
—Hola, Clara. Estoy… bueno, sobreviviendo —respondió Emma con un suspiro.
—He escuchado un “estoy sobreviviendo” lo suficiente como para saber que necesitas hablar. ¿Qué está pasando?
Emma dudó por un momento, pero luego decidió que necesitaba desahogarse con alguien. Le contó a Clara todo lo que había pasado con Lucas, desde el inicio de su relación hasta la difícil conversación en su despacho.
—Vaya, Emma, eso suena realmente complicado —dijo Clara después de escucharla atentamente—. Pero déjame preguntarte algo. ¿Realmente crees que no hay manera de que ustedes dos puedan estar juntos?