PasiÓn Prohibida

Parte 3

Capítulo 41: El Chantaje

Emma McAllister miraba por la ventana de su elegante despacho en la planta 25 del rascacielos en el corazón de Manhattan. Desde allí, podía ver cómo la ciudad nunca dormía. Las luces de Nueva York parpadeaban como estrellas en la noche, pero Emma se sentía atrapada en un cielo sin esperanza. A sus 34 años, se había ganado una reputación intachable como abogada, pero ahora estaba en una encrucijada que nunca había imaginado.

La puerta del despacho se abrió con un suave chasquido y Lucas entró, cerrando tras de sí. Era un hombre de unos 38 años, alto y de complexión atlética, con una mirada que podía derretir la más fría de las corazas. Sus ojos azules, siempre inquisitivos, ahora estaban llenos de una preocupación que igualaba a la de Emma.

—Tenemos que hablar, Emma —dijo Lucas, con un tono de voz que denotaba urgencia.

Emma se volvió lentamente, dejando que su mirada descansara en él por un momento antes de hablar.

—¿Qué ocurre, Lucas? —preguntó, aunque ya tenía una vaga idea de la gravedad del asunto.

Lucas se acercó a su escritorio y dejó caer un sobre manila. Emma lo miró con cautela antes de abrirlo. Dentro había fotos de ellos dos en situaciones comprometedoras: un beso furtivo en un callejón, una caricia robada en una gala benéfica, sus cuerpos entrelazados en la penumbra de su apartamento. Su corazón se detuvo por un instante al ver las imágenes.

—¿De dónde salieron estas? —preguntó ella, sintiendo que la furia y el miedo se entrelazaban en su pecho.

—Me las dejaron en la puerta de mi apartamento esta mañana. Y no es solo eso —dijo Lucas, sacando un USB de su bolsillo—. También hay videos.

Emma se dejó caer en su silla, sintiendo que el peso del mundo la aplastaba. Si esas imágenes y videos salían a la luz, no solo su carrera estaría en juego, sino también la reputación de Lucas y, peor aún, sus vidas personales.

—¿Qué quieren? —preguntó ella, con la voz temblorosa.

Lucas se arrodilló frente a ella, tomando sus manos entre las suyas.

—Dinero, por supuesto. Quieren que les paguemos una cantidad exorbitante para mantener esto en secreto.

Emma cerró los ojos, intentando calmar su mente. La abogada en ella sabía que ceder al chantaje solo abriría la puerta a más demandas y que, eventualmente, todo saldría a la luz de una forma u otra. Pero la mujer enamorada temía perderlo todo.

—No podemos pagarles, Lucas. Sabes que eso solo empeorará las cosas —dijo ella, finalmente abriendo los ojos y encontrando los de él llenos de preocupación.

Lucas asintió, sabiendo que tenía razón.

—Entonces, ¿qué sugieres? No podemos simplemente ignorarlo.

Emma soltó sus manos y se levantó, empezando a caminar de un lado a otro de su despacho. Necesitaba un plan, algo que les permitiera salir de esta situación sin perderlo todo.

—Primero, debemos descubrir quién está detrás de esto. Alguien tiene que habernos estado siguiendo, tomando esas fotos y grabando esos videos. Si encontramos al responsable, podemos negociar de una posición de fuerza.

Lucas se levantó también, acercándose a ella.

—Tengo un amigo en la policía. Podría pedirle ayuda discretamente. Pero, Emma, esto podría ser peligroso. Si nos enfrentamos a la persona equivocada, podría ser peor.

Ella asintió, sabiendo que tenía razón. Pero no veía otra opción. No podía simplemente sentarse y esperar a que el chantajista destruyera sus vidas.

—Hablemos con tu amigo. Averigüemos lo que podamos sin levantar sospechas. Mientras tanto, seguiremos con nuestras vidas como si nada hubiera pasado. No debemos mostrar ningún signo de debilidad.

Lucas la miró con admiración y amor. La fortaleza de Emma era una de las cosas que más le atraían de ella, y en ese momento, esa fortaleza era más necesaria que nunca.

—De acuerdo. Haremos eso. Pero, Emma, quiero que sepas que pase lo que pase, estoy contigo. No voy a dejar que nada ni nadie nos separe.

Emma sonrió débilmente, agradecida por su apoyo. Sabía que la batalla que tenían por delante sería difícil, pero con Lucas a su lado, sentía que podrían superarlo.

Dos días después, Lucas se encontró en una cafetería en el Lower East Side, esperando a su amigo, el detective Alex Harper. Alex había sido su compañero de habitación en la universidad y, a pesar de las diferentes trayectorias que habían tomado sus vidas, habían mantenido el contacto.

—Lucas —dijo Alex, sentándose frente a él—. Cuéntame qué está pasando.

Lucas le explicó la situación, mostrándole las fotos y el USB.

—Esto es serio —dijo Alex, después de revisar las imágenes y los videos—. Pero podemos manejarlo. Necesitaré algo de tiempo para rastrear el origen de estos materiales. ¿Tienes alguna idea de quién podría estar detrás?

Lucas negó con la cabeza.

—No estoy seguro, pero sospecho que alguien del entorno de Emma podría estar involucrado. Alguien que tenga acceso a su vida privada.

Alex asintió.

—Lo investigaré. Pero, Lucas, debes tener cuidado. Si esto se filtra, podría ser desastroso para ambos. Mantente alerta y no hagas nada imprudente.

Lucas agradeció a Alex y se dirigió al despacho de Emma para informarle sobre el progreso. La encontró revisando unos documentos, pero su expresión preocupada indicaba que su mente estaba en otro lugar.

—Alex está en ello —dijo Lucas, entrando en su despacho—. Nos avisará en cuanto tenga algo.

Emma asintió, levantando la vista de sus papeles.

—Gracias, Lucas. Solo espero que podamos resolver esto antes de que se salga de control.

Pasaron varios días sin novedades, pero la tensión era palpable. Emma y Lucas seguían con sus rutinas, intentando actuar con normalidad, pero el miedo a ser descubiertos pesaba sobre ellos como una nube oscura.

Una noche, mientras cenaban en el pequeño apartamento de Emma en Greenwich Village, su teléfono sonó. Era Alex.

—Lucas, encontré algo —dijo Alex, sin preámbulos—. Las fotos y los videos fueron enviados desde una cuenta que pertenece a un antiguo cliente tuyo, Emma. Un tipo llamado Robert Sinclair.




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