En la guarida del alfa
Riley trató de disimular su respiración, de controlar el aleteo de su corazón, y por sobre todo, de ocultar el ardor en sus mejillas. La reacción de su cuerpo, era completamente extraña y normal a la vez, llenando su mente de confusión y de preguntas sin respuestas, no ayudaba la acción de Aiden, ni la forma en que la miró cuando la acorraló contra la pared.
Un comportamiento impropio, ajeno a su naturaleza. Se suponía que los sumisos no se doblegaban entre sí, no había luchas por el dominio entre ellos.
¿Por qué Aiden si lo había hecho?
No era momento para cuestionar sus actitudes, pensó, lo más importante era salir del aprieto en el que estaban metidos.
"—O en el que tú nos metiste"
— ¿Quiénes son ustedes? — preguntó Aiden, el tono desafiante de su voz le erizó el pelaje.
Un sumiso no hacía eso.
—Los que hacemos las preguntas somos nosotros — respondió una voz familiar.
Contuvo el salto al reconocer la voz de Liu Xeng, al final tenía razón, aunque no pudiese verlo por la pared de músculos que la ocultaba.
—Ustedes dos —continuó—. Deben venir con nosotros.
Aiden afirmó sus manos en puños, agachó la cabeza al oír la orden oculta, no había lugar para objeciones cuando era claro que ellos habían llegado muy lejos. Dándole la espalda a los tigres, Aiden fijó sus ojos en ella, el celeste pálido brillaba aún con la falta de luz, todo en su rostro mostraba una mezcla de enfado y preocupación, pero había algo más en él, algo que no estaba segura de poder reconocer, como si una fuerza extraña se hubiese adueñado de él, Riley detuvo cualquier protesta.
De pronto, Aiden le pareció un completo desconocido.
Con un gesto él le indicó que la siguiera, pero cuando salieron de aquel oscuro callejón, se sorprendió cuando no caminó a su lado. Aiden se mantuvo detrás de ella, dejándola sola con los tigres adelante.
"Está enfadado" se dijo "Tal vez, al seguir ciegamente mi instinto, nos puse en peligro" aun así no entendía su reacción. Nunca se había alejado tanto de ella cuando caminaban en una ciudad. Se sentía tan... Pequeña... Sola... Indefensa...
"No" debía controlar su miedo, ya no era una niña asustadiza, era una mujer fuerte, Aiden le había enseñado a defenderse, le había dado la confianza para atreverse a salir sola. Debía enfrentar las cosas, hacerse cargo de sus errores.
—Adelante —les dijo Liu.
Con la cabeza baja, Riley entró al hotel seguida por Aiden, el lobby era muy distinto a su hotel, más pequeño y vacío, relucientes baldosas blancas adornaban el suelo, mientras que las paredes estaban pintadas de un color crema, y el único mueble que estaba a la vista era el escritorio de mármol que hacía de recepción.
Liu Xeng ni siquiera le avisó a la recepcionista de la llegada de visitantes, sin detenerse los llevó hasta un ascensor, apretó el botón del último piso antes de que las puertas se cerraran.
En un espacio tan reducido, con aquellos hombres, se habría puesto a temblar, en el fondo de su orgullo agradecía que Aiden estuviese con ella.
Al llegar al piso veinte, Liu los llevó hasta la habitación 130, el otro hombre que lo acompañaba se quedó afuera.
Al cerrarse la puerta, Riley ni siquiera puso atención en la simpleza de la habitación, pues el depredador que estaba de pie al lado de la cama acaparaba todos sus sentidos. Su felino se revolvió en su interior.
Era el tigre alfa. Un hombre de avanzada edad, probablemente de unos sesenta o setenta años, un poco más alto que ella, tenía el pelo recortado, en una mezcla de gris y negro, su rostro redondeado mostraba las arrugas de los años que llevaba a sus espaldas, mientras que sus ojos eran duros e inexpresivos.
Era la versión mayor de Liu.
—Padre —Liu lo saludó con una reverencia.
—Quédate a mi lado hijo —le respondió después de saludarlo con un ligero movimiento de cabeza—. Debemos hablar.
—No ha sido nuestra intención — habló Aiden—. Llegar tan cerca de su ubicación, nosotros...
—Silencio —lo interrumpió—. Es una falta de respeto hablarle a un mayor sin tener el permiso para tomar la palabra.
—Lo siento.
— ¿Qué estaban haciendo? Espero que no sean un par de espías.
—No —se apresuró a decir Riley—. La verdad es que..., hemos venido a averiguar más sobre lo que Liu nos habló esta tarde.
Tai Xeng la miró, el negro de sus ojos era lo más aterrador que había visto, incluso más que los ojos de Joey Wells. Desvió la mirada al instante.
—Lo que mi hijo hizo, fue sólo advertirles sobre los hermanos Wells, nada más. Si les dijera las razones, estaría rompiendo el código del alfa, y no hay nada más deshonroso que romper las reglas que mantienen unido a mi clan.
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Editado: 06.09.2018