Atracción sutil
Aquella era la primera vez que veía a un ser humano pasar por más de veinte hileras repletas de cambiantes enfadados con total dignidad. Era admirable la fortaleza de aquel hombre, sobre todo porque podía pararse al lado de John Wayne sin sentir ni siquiera una pizca de miedo.
Aiden nunca había tenido mucho contacto con la raza humana a pesar de que habían humanos por todas partes, adonde quiera que vaya los podía encontrar. Para él los humanos eran la unión de muchos hormigueros, con sus obreros, soldados, larvas y reyes.
Eran diferentes a él, tenían una perspectiva de las cosas distinta, por eso nunca había estado interesado en conocer a una raza que parecía tan asombrosa como extraña.
Ahora, con el representante de la raza humana en su lugar, el silencio invadió el auditorio, llenandolo con una tensión y una incomodidad insoportable.
Entre las miradas furiosas, las expresiones de desagrado y las energías inestables que amenazaban con hacer volar todo, Aiden prefirió centrarse en Riley. No era una tarea difícil, pues podía sentir su presencia con cada parte de su cuerpo, podía reconocer su dulce aroma incluso en la enorme mezcla de olores que sobrecargaba el aire del lugar, podía sentirla, como nunca antes, el felino parecía tan cómodo con ella, tan a gusto, que hasta se preguntó porqué no podía sentirse de esa manera con otra mujer.
Simplemente no entendía sus reacciones, ni el razonamiento animal. Tampoco quería comprenderlo demasiado, y no se interesaba en devanarse los sesos buscando la respuesta para algo tan inocente.
Riley era todo en lo que podía pensar, era el centro de su atención, nada más parecía importarle, ni siquiera ese supuesto trato que ella había hecho con Luke Mckane.
—Ya sé los errores y los terribles hechos que mi raza le ha hecho a la suya— la voz del humano apenas alcanzaba a escucharse— pero quiero que todos sepan que haré todo lo posible para lograr la unificación de ambas razas.
—¡Mentira!— gritaron algunos.
—¡Imposible!— gritaron otros.
—¡Lo que quieres es la sumisión de nuestra raza!— gritó un lince.
—¡Silencio!— pidió John Wayne— jamás lograremos nada si nos quedamos únicamente con los resentimientos. Es hora de abrir nuestras fronteras e intentar sembrar las semillas de una verdadera unión.
—¿Cómo podemos confiar en los que nos han hecho tanto daño?
—Estás hablando desde el resentimiento Hans— gruñó— piensen en el futuro de nuestros hijos ¿Quieren heredarles una vida de eterna rivalidad con los que deberían ser nuestros aliados?
—Si nos unimos a ellos puede que ni siquiera tengan un futuro.
—¡Son sólo prejuicios!— gritó el humano, el silencio se volvió aun más intenso— Ustedes tienen más que los humanos, el recelo y el resentimiento los hacen cerrarse como si fuesen cajas fuertes. Yo también sé lo que es el desprecio, la discriminación, la incesante desconfianza, incluso de mi propia raza. ¿Creen que sólo soy un ser humano común y corriente? No lo soy ¡Yo soy un mestizo!
Aquel grito estridente resonó con la fuerza de un disparo, Riley se asustó y se apretó contra su cuerpo. El felino quería envolverse en el calor que emanaba su cuerpo, Aiden, de pronto quiso acercarse más.
—La sangre cambiante corre por mis venas— continuó— soy mitad humano y mitad cambiante. Por eso logré llegar a este puesto, para hacer el bien a ambas razas.
—Si eres lo que dices ser— habló Sean— ¿Puedes transformarte?
Los ojos verdes se clavaron en el Alfa puma, como si hubiese percibido la desconfianza y la incredulidad en esa pregunta. Aiden no podía juzgarlo, él también se sentiría así si tuviese una procedencia de ese tipo.
O una característica imposible.
—No— dijo y los susurros no se hicieron esperar— mi padre, Steven Shaw era un guepardo, mi madre es una mujer humana jubilada. No puedo transformarme como ustedes porque soy un latente, yo formo parte de ese 1% de niños cambiantes que nacen con esa condición. Tengo un animal en mi interior, pero no sé cómo dejarlo salir.
—¡Qué conveniente!— exclamó Joey con evidente sarcasmo.
Malcom Shaw se arregló su cabello negro, la frustración marcaba su rostro.
Aiden pensó en lo que había dicho, y en la burla de aquel puma, nadie le creería a un humano que dijiese ser parte cambiante a menos que este se transformara. Eso debía ser duro, enfrentarse de manera constante a la desconfianza. Tampoco sería simple pertenecer a dos razas, pero, pensó, su compañero de clan, Hunter, también era mitad humano y no sentía ningún problema en defender a su otra raza.
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Editado: 06.09.2018