Contacto de amor
Aiden observó a Riley acercarse a él con el cuidado y la determinación de un depredador. Sintió con cada célula de su cuerpo la dulce sensación de su peso contra el suyo, la suavidad de su mano al acariciar con ternura su rostro, sus oídos se deleitaron con el deseo oculto en su voz.
Él era un caballero, se había resistido con todas sus fuerzas a sus insinuaciones, pero ella era una mujer... Y un hombre siempre tiene a una mujer en su lista de debilidades.
Riley era la suya.
—¿Estás pidiéndome que deje de ser un caballero?— preguntó evadiendo sus palabras.
Riley volvió a rozar su frente, con esa sonrisa ingenua en su rostro, derretía sus entrañas.
—No puedes dejar de serlo— admitió— pero puedes verme como algo más de lo que soy.
—¿Y qué eres?— dijo, había puesto una mano en su cadera y la otra en su mejilla.
—Una mujer dispuesta a entregarse a tí.
Su comentario lo dejó estático, creía que esto era uno más de sus juegos, pero en su certeza encontró el momento que tanto había anhelado, y temido. Riley hablaba en serio, y estaba segura de lo que quería.
—¿Confías en mí?— le preguntó ante su silencio.
—Sí, lo hago.
—Entonces, besame.
Aiden movió su mano desde su mejilla hasta su nuca, con gentileza inclinó su cabeza hasta estar a la altura de su boca. Respiró su aroma, dulce y perfecto, entre abrió sus labios y con mucha lentitud, los posó sobre los suyos a la espera de que ella hiciera un movimiento.
Tardó en comprender lo que quería, pero Riley avanzó sobre su boca besandolo con torpeza. Se separó al primer contacto, lo miró humedeciendo sus labios y luego volvió a probar. Esta vez, Aiden la guió en el movimiento, presionando sus labios con firmeza hasta que ambos se sincronizaron en un beso que mandó sus problemas lejos, Riley adquirió confianza y aumentó la intensidad, de pronto Aiden fue tomado con marcada pasión.
Riley se puso encima sin despegarse de su boca, colocando sus rodillas a ambos lados de sus caderas. Aiden se estaba sofocando, pero no quería detenerse, las sensaciones lo embriagaban, Riley era lo más delicioso y adictivo que había probado en su vida.
—¿Y bien?— logró decir cuando ella se detuvo a inhalar oxigeno— ya tienes lo que querías.
Sus respiraciones se habían acelerado, de pronto, la habitación se había encendido y los estaba quemando lentamente.
—Eso fue... Mejor de lo que habría imaginado, quiero más— ella dijo, sus pupilas estaban dilatadas— más.
Aiden se irguió en la cama, obligándola a retroceder hasta quedar sobre su regazo. Bajo la tenue luz de la lámpara observó cada facción de su rostro, todo lo que lo hacía perderse en la belleza de Riley, desde su frente ancha, hasta sus pequeñas cejas, desde sus preciosos ojos marrones hasta la forma suave de sus labios.
—Aiden...
Detuvo sus palabras al iniciar un nuevo beso, con sus brazos acercó su cuerpo hasta pegarlo contra el suyo, ni así fue suficiente, quería fundirse en ella, en el sabor de su boca, en su calor, en aquel sonido apenas perceptible que ella emitía cada vez que lograba pasar sus dientes por su labio inferior. El deseo por tenerla inflamó su cuerpo, su sangre caliente por el contacto viajó al sur mientras que ella se frotaba contra su pecho en un intento de tomar más de su boca.
—Riley...— intentó pensar a través de la inundación de sensaciones.
—No hables— dijo ella contra su boca.
—Debemos... Debemos poner bien en claro lo que estamos haciendo... Oh Riley...
Cualquier intento de conversación civilizada se fue por la borda al sentir la delicada presión de sus labios contra su cuello. Aiden inclinó su cabeza hacia atrás, exponiendo su lado vulnerable para ella, Riley trazó un sendero de suaves besos desde su mentón hasta el espacio de sus clavículas, volvió por el mismo camino y se detuvo, separándose para observarlo, como quien mira un trabajo bien hecho.
Aiden acomodó sus ideas, y su cabeza.
Había picardía y diversión en el brillo de sus ojos, una sonrisa radiante adornaba su rostro.
—Ya conoces mi punto débil— admitió.
Volvió a besarlo, era toda una experta en eso, pues en cada roce lo llevaba al borde de la locura, y con cada sutil gemido lo traía de vuelta.
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Editado: 06.09.2018