Pasiones Ocultas [serie Ice Daggers 4]

Capítulo 22

 

 

 

Intimidaciones

 

Shelly comenzó a divisar su casa desde la esquina de la última cuadra, Jake caminaba a su lado tarareando una canción de Metallica que escuchaba a través del único auricular sano que le quedaba. 

 

El otro había sucumbido al feroz ataque del Señor Bigotes. 

 

Después de salir milagrosamente ilesos de las explosiones, se habían escabullido con Ian y Julie por un estrecho callejón y ahí esperaron a que la multitud de personas asustadas se dispersaran, todos huyeron como gallinas de corral cuando la segunda bomba estalló. 

 

Por obligada obediencia, habían avisado a su madre dónde estaban y dónde pasarían la tarde. 

 

En casa de Ian, organizando en secreto el plan para la siguiente manifestación. 

 

—Nos van a liquidar...— canturreó Jake— Oh sí... Nos van a liquidar... Mamá nos va a matar! Oh Yeah... Nos. Va. A. Matar. 

 

—¿Quieres callarte?— Shelly lo empujó— me pones de los pelos. 

 

—Solo estoy tratando de apaciguar las cosas— se encogió de hombros— pero creo que me equivoqué en la letra, escucha esta te van a liquidar... Oh sí... Te van a liquidar... Mamá te va a matar! Oh yeah... ¡Auch! 

 

Shelly le dio un golpe en su hombro. 

 

—Una palabra más y el golpe irá justo en los bajos— le amenazó— con un poco de fuerza extra y ¡Kaboom! Dile adiós a las joyas de la familia. 

 

—No tienes que ser tan agresiva con tu queridísimo hermano— se quejo sobandose con expresión adolorida— además yo te lo advertí, pero no quisiste escucharme esperemos otra hora más— imitó su voz— mamá estará bien, debemos ayudar a Ian. 

 

—Tú también estas en esto ¿Recuerdas? 

 

—Sí, pero como tú dijiste, soy el hijo predilecto, soy intocable. 

 

—Querrás decir el nene de mamá— se burló. 

 

—Oveja negra. 

 

—Malcriado. 

 

—Busca pleitos. 

 

—Engreído. 

 

—Enamorada. 

 

—¿Qué dijiste? 

 

—Hey, ya te descubrí— sonrió con malicia— ¿Crees que no me dí cuenta cómo mirabas a ese tal Liam? 

 

—No lo miraba. 

 

—Ni tú te crees eso. 

 

Shelly suspiró al cielo nocturno. 

 

—Eres... Eres— intentó buscar un insulto que pudiese afectarle— eres tan...— no encontró ninguno. 

 

—¿Inteligente? ¿Encantador? ¿Hermoso? ¿Adorable? 

 

—¡Desesperante!— le gritó. 

 

Avanzó a toda prisa por la acera, sabía que su hermano no podía seguirle el paso, pero no le importaba. Lo único que quería en ese momento era llegar a su casa y encerrarse en su habitación para estar sola con sus pensamientos. 

 

—¡Oye! ¡Espera! ¡Más despacio! 

 

—No es mi culpa que tengas la resistencia de un gato obeso ¡Camina! 

 

En menos de dos minutos llegó a la casa, todas las luces estaban apagadas, eso le pareció extraño pues su madre acostumbraba a dejar al menos un lámpara encendida cuando ellos salían. Dejando a un lado las preocupaciones sobre posibles ladrones y ataques, a toda velocidad subió los escalones del porche, sólo para encontrarse con la puerta principal cerrada con llave. 

 

"¡Genial!"

 

—Oh no— dijo Jake cuando se detuvo resollando a su lado— ahora sí debe estar enfadada. 

 

—Vamos por la puerta de la cocina. 

 

—No, de ninguna manera, a estas horas esa es la marcha de la vergüenza. 

 

—¿Quieres dormir afuera con el gato? 

 

—No. 

 

—Entonces sígueme. 

 

Tal y como lo esperaba, la puerta trasera estaba abierta, el Señor Bigotes maulló desde su árbol y descendió para frotarse contra su pierna a modo de saludo felino. Ignorando a su mascota, ambos entraron despacio en la oscuridad de la estrecha cocina, Shelly por poco tropezó con el escobillón en la entrada al comedor. 

 

—¿Mamá?— gritó Jake. 

 

—¿Qué haces?— le reprendió en un susurro— cierra la boca. 

 

—¡Mamá ya llegamos! 




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