El resto del día transcurrió muy atareado, en primer lugar: no logré localizar a mi hermano Zack y eso me preocupaba mucho, por no decir demasiado. No contestaba e móvil y con todos los peligros que amenazaban por ahí no me agradaba su falta de noticias, aunque estaba seguro de que estaría bien.
En segundo lugar: A pesar de todo lo que descubrimos en estos dos últimos días, no nos encontrábamos ni remotamente cerca de capturar a los culpables de tanto alboroto.
Derek me convenció de hablar con Dylan, el líder cambiaformas, sea como sea muchos de los suyos también fueron atacados y su ayuda sería de gran utilidad, aunque, lo que realmente me convenció fue lo que Derek dijo:
—Dylan ama ser líder y debido a ello tiene muchos defectos pero, jamás haría algo que pusiese en peligro o lastimase a alguien de su clan.
Eso me hizo recordar cuando el líder cambiaformas rogo, ante las diversas manadas que cuidase del joven Thomas.
Pedí a Derek que informase él y que se asegurase de que solo lo supiesen cambiaformas de extrema confianza.
Ya comenzaba a caer la noche cuando Tobías y yo regresábamos a la cabaña. Me encontraba exhausto y sin energías, pero necesitaba hacer algo que llevaba un tiempo deseando realizar y no quería demorarlo aún más.
—Haremos una breve parada antes de llegar a casa.
—¿Pasa algo?— preguntó Tobías en alerta roja.
—Deseo mostrarte algo.
La sonrisa que mostré pareció relajar a mi acompañante que tampoco hizo más preguntas. Deseaba que fuese una sorpresa por lo que procuré no lucir demasiado emocionado, no quería que descubriese de qué se trataba debido a mis gestos o pensamientos.
Unos kilómetros antes de llegar a la cabaña nos encontrábamos a la entrada de un espeso bosque que rodea mis terrenos. Detuve la camioneta y baje de ella con Tobías siguiéndome los pasos.
—¿A dónde vamos?— preguntó este cada vez más confundido.
—Pronto lo sabrás— contesté tomando su mano, jalé a Tobías a mi lado depositando un gentil beso en su rostro— Demos un paseo.
Caminamos directo al bosque sin decir nada, solo sostenidos de las manos. Cuando me aseguré de perder de vista la carretera giré hacia Tobías.
—Con todos los problemas que hay no hemos tenido casi tiempo para nosotros y para relajarnos.
—Mira Ryan, no tienes que preocuparte por eso, no es tu culpa y es algo que nos supera, pero…
—Pero aun así quiero aprovechar todo el tiempo libre que tenga para estar a tu lado— le interrumpí, no quería retrasarme ni un solo segundo más— Necesito compartir algo muy íntimo contigo.
Retrocedí unos pasos a la par que me quitaba la camisa. El rostro de Tobías se mostraba confuso hasta que, al parecer, comenzó a intuir de qué se trataba.
Cerré los ojos y me relajé dejando a mi espíritu lobo tomar el control de mi cuerpo.
Comencé a sentir su energía vital extendiéndose a lo largo de mis brazos y piernas. La primera transformación, para los novatos, era muy dolorosa, sin embargo, yo llevaba años realizándola hasta el punto que en lugar de dolor me sentía empoderado, era mi otro lado y lo aprendí a aceptar.
Caí de rodillas en el suelo mientras mis uñas comenzaban a alargarse convirtiéndose en garras. De igual manera el pelaje marrón rojizo emanaba de mi piel. Mi cara se alargaba en forma de hocico a la par que una enorme cola sobresalía al otro extremo de mi cuerpo.
Luego de unos minutos, Tobías se encontraba observando un enorme lobo, dos o tres metros más grande que los lobos comunes, en el que me había convertido.
Era raro que alguien que no fuese de la manada viese nuestra transformación, por ello quise mostrarle a Tobías y crear una nueva unión entre nosotros.
—Eres asombroso— dijo este aun anonadado— A pesar de todos mis siglos de vida, jamás había visto algo tan mágico.
—¿TAN VIEJO ERES?— bromee.
—Ni te lo imaginas— sonrió.
Al encontrarme transformado no era capaz de hablar de la manera convencional, por lo que debía de utilizar la telepatía. Con alguien que no fuese un lobo sería un problema, pero en el caso de Tobías, debido a nuestra unión especial y os poderes de él no era ningún impedimento.
Me acerqué a mi amado y comencé a acariciar mi pelaje con sus piernas. Se agachó a mi lado y pasó sus manos de manera que acariciaba mi cabeza y orejas.
—Eres hermoso— murmuró.
De haberme encontrado en mi estado humano el sonrojo se hubiese apoderado de mis mejillas. Tobías me abrazó por un par de minutos.
—NECESITO CORRER UN POCO, MI LOBO ME LO EXIGE.
—¿Te gustaría una carrera? —retó.
—¿CREES QUE PUEDAS SEGUIRME EL RITMO YA A TU EDAD?— me burlé.
—Tendrás que comprobarlo por ti mismo.
Y sin más echo a correr. Me quede sorprendido por su velocidad y, sin embargo, para él parecía solamente una caminata. La excitación y la adrenalina recorrían mis venas pidiendo incorporarme a la carrera y estar a su lado.
Le perseguí, no pensaba perderlo de vista. Era sorprendente poder correr a la par juntos, ser libres. Pareció que el tiempo a nuestro alrededor se había detenido y lo único que importaba era nuestro momento especial.
Pasaron unas horas cuando el cielo oscureció dando entrada a la noche. Habíamos reído, corrido e incluso, cazado junto algún que otro animalito, pero algo en el ambiente cambiaba y hacía que el pelaje se me erizara.
Retomé mi forma humana y abracé a Tobías.
—Ha sido un día largo y agotador. Deberíamos regresar a casa antes de que anochezca más.
—Sí vamos, tengo planeado algunas cosas para ti cuando regresemos— contestó Tobías con una sonrisa pícara por la que no pude evitar volverme loco.
Continuamos el camino a la cabaña, me sentía un poco incómodo y en alerta. Algo no me gustaba, esperaba que Tobías no lo notase, pero, por alguna extraña sensación no pude evitar pensar que algo o alguien nos vigilaba desde la oscuridad del bosque.
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Editado: 19.04.2020