Pasiones Prohibidas

Capítulo 17

Capítulo 17:

Mónica Evans:

Nos despedimos entre risas, dejando que ellos suban primero. Brady no me suelta de la cintura ni para dejarme sacar la llave de mi bolso. Alzo una ceja, cuando me la quita y abre él mismo la puerta, pero no digo nada y acepto la llave devuelta para meterla en mi bolso.

Al entrar, me quito el bolso y lo dejo en el sofá, soltando un suspiro de cansancio tras oír la puerta cerrarse. Ni tiempo a sentarme me da cuando de una vuelta estoy contra la pared, acorralada por sus manos contra la misma.

-¿Qué estás...?

Cierro los ojos cuando sus labios impactan contra los míos, interrumpiendo mi pregunta, arrebatándome un gemido ahogado. Todo rastro de cansancio y sueño se esfuman. Lo empujo con mi cuerpo, sin dejar de besarnos y rodeo su cuello con mis manos. Siento que retrocedemos un par de pasos, antes de cargarme y deslizar su boca por mi mentón, por mi cuello y detenerse en el inicio de mis tetas. Su boca permanece ahí, sus manos firmes en mis nalgas, sus ojos mirándome lascivamente y una pregunta clara: "¿Quieres continuar?".

En vez de responder que sí, le hago una pregunta:

-¿Quieres quedarte a dormir?

Sonríe.

-No ocupas preguntármelo dos veces.

Volvemos a besarnos, con más intensidad que el anterior. Con sencillez, logra dejarme descalza mientras nos lleva a mi habitación. Me deja suavemente en la cama, rompiendo el beso. Nuestras respiraciones irregulares, la pasión y el deseo con que nos miramos a los ojos, dicen más de los nosotros queremos. Y eso está bien. Sin presiones ni enredos emocionales. Ya habrá tiempo para decir lo que no nos atrevemos... o lo que yo no me atrevo todavía. Porque cuando lo diga en voz alta, se hará más real de lo que es y si se lo digo en su presencia, será jodidamente verdadero.

Se inclina sobre mí, besando cada centímetro de mi piel y mis dedos sin prisa desabrochan los botones de su camisa, sus manos acariciándome y desvistiéndome.

Deposita un beso corto, pero húmedo en mis labios, para volver a mirarme. Sonríe, acelerando mis latidos de una manera irremediable, antes de deshacerme entre sus brazos, con las sábanas y la noche siendo testigos de nuestra entrega.

Porque sí.

No fui yo sola quien se entregó a él, o al revés. Fuimos ambos. Ambos nos entregamos el uno al otro.

Y fue la sensación más bonita que pude experimentar después de la tragedia.

Ese pelinegro de ojos azules llegó a mi vida para meterse en mi cuerpo, mente y alma, para no salir nunca.

Brady Jones, es todo lo que está bien.

**

Despierto al día siguiente, sintiéndome muy bien descansada y cómoda. Me río mentalmente al ver lo tierno que se ve soltando leves suspiros y su brazo que no me suelta la cintura. Por ni hablar de sus piernas entrelazadas con las mías.

Quisiera despertar todos los días de mi vida así.

Paso saliva. El pensamiento me asusta, pero también me atrae.

Sonrío antes de apartar parte de su cabello que obstruyen sus ojos cerrados. Dicha acción provoca que me abrace aún más, murmurando sabrá Dios qué, entre sueños.

Con éxito logro salir de la cama y le doy una mirada sonriente, para luego ponerme su camisa... La misma que me encargué de desabrochar y lanzar bien lejos de su cuerpo.

Me sonrojo nada más recordar con claridad los recuerdos de anoche.

Despacio, procurando no hacer ruido, salgo del cuarto y voy hacia la cocina. Empiezo a preparar el desayuno, pensando inevitablemente en todo lo que he vivido con el pelinegro desde que llegué en septiembre.

Realmente no sé qué haré el día en que tenga que volver a mi casa. Por como van las cosas entre Brady y yo... Para ese día no querré dejarlo así como no quiero dejar mi hogar y mi objetivo de terminar la universidad de forma presencial, lo cual sería para el próximo año en junio, mientras que mi trabajo aquí terminaría en febrero que es cuando todos lo alumnos de último año se gradúan.

Suspiro, ante el dilema mental que llevo.

Mi teléfono suena avisando de un mensaje entrante. ¿Quién puede ser tan temprano en la mañana de un sábado?

Seco mis manos en el paño de cocina, me acerco a la isla para tomar el aparato y revisar el mensaje con su remitente.

Es Dylan. Con un mensaje de disculpas y un añadido de que me invita a un café para hablar.

Apago el teléfono saliendo de la mensajería y lo dejo donde estaba para continuar el desayuno. No me interesa escuchar o leer sus disculpas en estos momentos, no quiero arruinar la mañana por ese tema y los otros en los que no quiero pensar.

Poco después de seis minutos el desayuno está listo, incluído el café. Agarro un tacita y la lleno hasta por debajo de la mitad. Apoyándome con los codos en la encimera, llevo el café a mis labios.
Brady debe intuir que terminando su graduación, termina mi trabajo. ¿Será que ha pensado en lo que pasará cuando ese día llegue? ¿Tendrá el mismo dilema mental que yo? ¿O solo soy la única dándole vueltas sin encontrar una respuesta?

Su olor me llega justo cuando siento sus brazos rodear mi cuerpo y su rostro en mi cuello. Sonrío, sonrojada, cuando presiona sus labios contra mi piel para ir subiendo poco a poco, entre besos, hasta llegar a la comisura de mis labios.

Dejo la tacita sobre la encimera y me doy la vuelta entre sus brazos, llevando los míos a sus hombros. Con mis manos en su nuca lo atraigo hacia mí y no dudo en besarlo, así como no duda en corresponder de inmediato, apretujándome contra él en un rico abrazo.

-Buenos días. -Susurra con esa voz ronca de acabado de despertar.

-Buenos días.

Sonrío, sin querer romper el abrazo porque se siente demasiado cómodo y calentito. Incluso siento que me volveré a dormir, de pie, entre sus brazos cuando se percata de eso y me suelta, soltando una risita.

Suelta un bostezo y se estira, la tableta de chocolate se le marca aún más por esa acción que me tiene sonrojada. Y, madre mía, qué bien le queda ese pantalón que nada más cubre su cuerpo.




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