Pasiones Secretas: Amor y Misterio

Capítulo 3: Advertencias y Secretos

La nota permanecía en la mano de Mariana como una amenaza silenciosa. La leyó una y otra vez, intentando encontrar alguna pista, algún detalle que revelara quién la había escrito.

"Ten cuidado en quién confías. No todo es lo que parece."

Su corazón palpitaba con fuerza. ¿Tenía algo que ver con su nuevo trabajo? ¿Con Daniel?

Sacudió la cabeza, intentando convencerse de que no debía exagerar. Podía ser una broma, alguien equivocado, incluso un malentendido. Pero el nudo en su estómago le decía otra cosa: aquello no era casualidad.

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Al día siguiente llegó a la oficina más temprano de lo habitual. La ciudad aún despertaba, y el aire fresco de la mañana apenas mitigaba el torbellino de pensamientos que llevaba dentro. Caminó por el pasillo principal con paso firme, aunque por dentro sus piernas temblaban.

Cuando entró en la oficina de Daniel, lo encontró ya allí, revisando unos documentos con gesto concentrado.

—Buenos días —saludó Mariana, dejando su bolso junto al escritorio.

Daniel levantó la vista, y por un instante la seriedad de su rostro se suavizó.
—Puntual, como siempre. Me gusta.

Ella forzó una sonrisa, intentando parecer tranquila. No pensaba mencionar la nota; al menos no hasta saber más.

—¿Hay algo urgente para hoy?

Él asintió.
—Sí, necesito que me acompañe a una reunión esta tarde. Será en el Hotel Imperial. —Sus ojos oscuros se clavaron en ella—. Quiero que tome notas y se asegure de registrar cada detalle.

Mariana asintió, ocultando el nerviosismo que le generaba la idea de salir del entorno de la oficina con él.
—Entendido.

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El resto de la mañana transcurrió entre llamadas, correos electrónicos y una montaña de papeles que Mariana organizó con meticulosa paciencia. Cada vez que levantaba la vista, encontraba a Daniel observándola desde su escritorio, con esa mezcla de interés y misterio que la hacía sentir desnuda.

A la hora del almuerzo, mientras guardaba unos documentos en el archivador, él se acercó con una taza de café en la mano.

—Trabaja demasiado —dijo, apoyándose contra el mueble.

—Solo hago lo que me corresponde —respondió ella, sin mirarlo directamente.

Daniel sonrió levemente.
—No, señorita Rivas. Hace más de lo que cualquiera haría. Y lo hace bien.

Mariana sintió un cosquilleo incómodo en el pecho. Había en su voz un tono distinto, casi cálido, como si por un segundo hubiera dejado caer su coraza de arrogancia.

—Gracias —murmuró, bajando la mirada.

Él no respondió de inmediato. La observó un momento más, como si quisiera decir algo, pero finalmente se alejó hacia su escritorio.

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A media tarde, ambos se dirigieron al hotel. Mariana apenas podía concentrarse en las instrucciones que Daniel le daba durante el trayecto; su mente seguía atrapada en la enigmática nota. ¿Y si era una advertencia real? ¿Y si estaba entrando en algo más grande de lo que imaginaba?

Al llegar, fueron conducidos a un salón privado donde ya los esperaban varios empresarios. Daniel saludó con la seguridad de quien domina cada escenario, y Mariana se ubicó a su lado, con la libreta lista.

La reunión fue larga y complicada. Mariana tomaba notas rápidas, pero no podía evitar percibir las miradas cargadas de tensión entre algunos de los presentes. Había rivalidades ocultas, palabras con doble filo, acuerdos disfrazados de cortesía.

Y, en medio de todo, Daniel se movía con la elegancia de un jugador experto, firme y calculador.

En un momento, uno de los empresarios mencionó un proyecto de inversión y lanzó una mirada significativa hacia Daniel.

—Claro —respondió él con calma—. Pero ya sabe que conmigo nada se negocia a medias.

Mariana no entendió del todo, pero anotó cada palabra. Sentía que había mucho más en juego de lo que parecía.

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Al finalizar, mientras los demás se despedían, Mariana guardaba sus cosas cuando un hombre se le acercó. Era mayor, con cabello entrecano y una sonrisa tensa.

—Usted es nueva, ¿verdad? —preguntó en voz baja.

—Sí, acabo de empezar.

Él asintió, como si eso confirmara algo que ya sospechaba.
—Tenga cuidado, señorita. No todo lo que brilla es oro.

Mariana se quedó helada. Era la segunda advertencia en menos de veinticuatro horas.

Antes de que pudiera responder, Daniel apareció a su lado.
—¿Todo bien? —preguntó, con una mirada inquisitiva hacia el hombre.

—Perfecto —respondió el empresario, alejándose con prisa.

Mariana cerró la libreta con manos temblorosas.
—Sí, todo bien —mintió.

Daniel la observó en silencio unos segundos más, como si hubiera percibido algo extraño, pero no insistió.

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De regreso al auto, el silencio entre ellos era denso. Mariana se mordía el labio, dudando si debía contarle sobre la nota y la advertencia. Pero algo dentro de ella le decía que no confiara completamente, no todavía.

Finalmente, Daniel rompió el silencio.
—Estuvo excelente en la reunión. Tomó nota de todo, incluso de lo que muchos pasaron por alto. Eso me agrada.

Mariana asintió, agradecida por el reconocimiento, pero sin poder borrar la inquietud de su mente.

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Esa noche, en su habitación, sacó la nota otra vez. La colocó junto a su libreta de apuntes y la observó bajo la luz tenue de la lámpara.

Quería creer que no significaba nada, pero las palabras del hombre en la reunión retumbaban con fuerza.

"No todo lo que brilla es oro."

¿A qué se refería? ¿A Daniel? ¿A la empresa? ¿A algo más?

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El timbre de su celular rompió el silencio. Era un mensaje de un número desconocido.

"Si valoras tu futuro, aléjate de Daniel Álvarez. No sabes en qué te estás metiendo."

Mariana sintió que la sangre se le helaba.

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¿Qué secretos oculta Daniel?

No te pierdas los próximos capítulos para saber más de esta historia, recuerda seguirme y apoyarme con un comentario 🤗.




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