Pasiones Secretas: Amor y Misterio

Capítulo 9: Sombras que Acechan

El lunes amaneció con un cielo gris, cargado de presagio. Mariana llegó temprano a la oficina, todavía con el recuerdo de la silueta que los había observado durante el paseo del sábado. Cada paso que daba parecía resonar más fuerte de lo habitual, y no podía quitarse la sensación de que alguien la seguía con la mirada.

Su escritorio estaba impecable, como si nada hubiera pasado, pero el sobre con el nombre de Victoria, que había visto antes en la oficina de Daniel, volvió a aparecer en su mente. ¿Quién era esa mujer? ¿Y por qué Daniel no quería hablar de ella?

Mientras revisaba sus correos, un mensaje nuevo apareció en su bandeja:

"Deja de acercarte a él o te arrepentirás."

Mariana sintió que el corazón se le detenía. No había remitente, no había firma, solo esas palabras cortantes y amenazantes. El sobresalto la recorrió de pies a cabeza.

—¿Qué diablos…? —murmuró, con las manos temblorosas.

Instintivamente, guardó el teléfono en el bolso y trató de actuar con normalidad. Pero la sombra del mensaje no desapareció. Sabía que no podía ignorarlo.

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Unos minutos más tarde, Daniel apareció en la oficina, con su habitual porte imponente. Mariana sintió cómo su presencia llenaba el espacio, aunque el corazón aún le latía con fuerza por el mensaje.

—¿Todo bien? —preguntó él, al notar su rostro pálido.

—Sí, sí… solo un pequeño susto —respondió ella, intentando sonreír.

Él la miró, claramente escéptico.
—Mariana… si hay algo, dímelo.

Ella tragó saliva. ¿Decirle sobre el mensaje? ¿Sobre la amenaza? Podría empeorar las cosas… pero la idea de que estuviera involucrado en peligro no la dejaba en paz.

—Es… complicado —dijo finalmente—. Mejor lo dejo pasar por ahora.

Daniel asintió, aunque su expresión mostraba preocupación.
—Está bien… pero si notas algo extraño, no dudes en decírmelo.

Mariana asintió de nuevo, sintiendo que estaba entrando en un territorio peligroso del que no sabía cómo salir.

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El día transcurrió entre tareas y reuniones, pero Mariana no podía concentrarse. Cada vez que su celular vibraba, esperaba un mensaje que no quería recibir. La sensación de ser observada se intensificaba, como si alguien acechara cada uno de sus movimientos.

Durante la tarde, Daniel la llamó a su oficina para revisar unos contratos confidenciales. Mariana se acercó, con la carpeta bajo el brazo, y encontró a Daniel de pie junto al ventanal, mirando la ciudad. Su expresión estaba tensa, más seria que de costumbre.

—Mariana… —dijo, girándose lentamente—. Hay algo que necesito contarte.

Ella lo miró, ansiosa pero temerosa.
—¿Qué sucede?

—No puedo decirlo todo aún —admitió él, con voz grave—. Pero debes saber que hay personas alrededor mío que no quieren que estés cerca. Que no quieren que confíes en mí.

Un escalofrío recorrió a Mariana. Cada palabra confirmaba lo que ya sospechaba: la amenaza no era casual.
—¿Quién? —preguntó, con un hilo de voz.

Daniel negó con la cabeza.
—No puedo decirlo todavía. Solo… ten cuidado. Y confía en mí.

Ella asintió, aunque su corazón latía con fuerza. La mezcla de miedo y deseo la tenía atrapada en un torbellino.

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Esa misma tarde, mientras Mariana revisaba informes en su escritorio, un hombre desconocido apareció en la recepción del edificio. Alto, traje oscuro, mirada fría y calculadora. Preguntó por Daniel con una autoridad que hizo que la secretaria se pusiera nerviosa. Mariana, curiosa y preocupada, lo observó a escondidas.

Cuando Daniel apareció, la tensión en la sala se volvió palpable. El hombre lo miró con hostilidad.

—Daniel Álvarez —dijo, firme—. Necesitamos hablar. Ahora.

Daniel asintió, y sin mirar a Mariana, se dirigió al hombre.
—¿Qué sucede?

—Asuntos pendientes —respondió el desconocido—. Y no quiero que ella se involucre.

Mariana sintió que el mundo se le caía encima. No solo las amenazas en el teléfono, sino que ahora alguien vinculado a Daniel la advertía de manera directa. Su corazón se aceleró y un miedo irracional la atravesó: ¿estaba en medio de algo demasiado grande para ella?

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Al regresar a su escritorio, Mariana recibió otro mensaje anónimo:

"No sigas cerca de él. No eres bienvenida."

El mensaje la hizo temblar. La mezcla de miedo y frustración la empujó a tomar una decisión: debía hablar con Daniel. Necesitaba saber toda la verdad, aunque eso implicara arriesgarse.

Cuando Daniel volvió a su oficina, Mariana lo esperó afuera.
—Daniel… necesitamos hablar —dijo, firme pero con el corazón en la garganta.

Él la miró, sorprendida, y luego la invitó a entrar.
—¿Qué sucede?

Ella respiró hondo y, por primera vez, decidió no guardarse nada.
—He recibido mensajes… amenazas. Y hay alguien que te buscó hoy… —miró sus ojos—. Daniel, necesito saber qué está pasando.

El rostro de Daniel se endureció, y por un instante, Mariana vio algo que la aterrorizó: una mezcla de ira y preocupación.
—Te advertí que había personas alrededor mío… que no quieren que confíes en mí. Pero nunca imaginé que esto llegaría tan lejos.

Se acercó a ella, tomó sus manos y las sostuvo con fuerza.
—Mariana, confía en mí. No quiero que te pase nada, y si alguien intenta lastimarte, te protegeré.

Ella sintió un nudo en la garganta. No solo lo deseaba, sino que también confiaba en él, aunque el miedo acechara en cada esquina.

—Prométeme que no me ocultarás nada más —susurró, con voz temblorosa.

—Lo prometo —respondió él, rozando sus labios en un beso rápido, tierno pero cargado de significado—. Pero necesito que seas cuidadosa.

Mariana asintió, sintiendo que el peso de la amenaza aún existía, pero que su conexión con Daniel se fortalecía a pesar del miedo.

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Al salir de la oficina, Mariana sintió que alguien la observaba de nuevo. Giró la cabeza rápidamente, pero solo vio sombras entre los árboles del estacionamiento. Respiró hondo y recordó la advertencia de Daniel: debía ser cautelosa.




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