Pasiones Secretas: Amor y Misterio

Capítulo 10: Susurros del Pasado

La noche cayó sobre la ciudad, oscura y silenciosa, pero la mente de Mariana estaba en constante movimiento. No podía dejar de pensar en Daniel: en la intensidad de sus besos, en cómo sus manos la habían sostenido con firmeza, y en la preocupación que siempre se escondía tras su mirada.

Aun así, la sombra de Victoria y de los enemigos que acechaban a Daniel se hacía más pesada. Mariana se preguntaba qué secretos guardaba él, por qué ciertas personas lo temían, y cómo podría protegerse sin alejarse de él.

Un mensaje inesperado rompió sus pensamientos:

“Encuéntrame en el café de siempre. Necesito hablar contigo. —D.”

El corazón de Mariana dio un vuelco. Daniel no solía enviar mensajes así, y mucho menos cuando estaba relacionado con algo importante. Sintió una mezcla de ansiedad y emoción. Sabía que algo trascendental estaba por ocurrir.

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Cuando llegó al café, Daniel ya estaba allí, sentado junto a la ventana, con un sobre en la mesa frente a él. Su mirada se iluminó al verla entrar, y Mariana sintió cómo su pecho se aceleraba.

—Hola —saludó, con esa voz baja que parecía acariciar cada palabra—. Gracias por venir.

—¿Qué sucede? —preguntó ella, tomando asiento frente a él.

—No puedo contarte todo —dijo Daniel, con seriedad—. Pero encontré algo que creo que deberías ver.

Abrió el sobre y desplegó varias fotografías y documentos: fotos de Victoria, notas con nombres que Mariana no reconocía, y un pequeño mapa con ubicaciones señaladas.

—¿Quién es ella? —preguntó Mariana, señalando a Victoria en una de las fotos—.

—Victoria… era alguien importante en mi pasado. Una amiga, luego… no quiero entrar en detalles ahora, pero debemos tener cuidado. No todo es lo que parece.

Mariana frunció el ceño.
—¿Por qué parece que ella te sigue?

—Porque hay personas que no quieren que me acerque a ti. Que no quieren que confíes en mí —dijo, con un tono grave—. Victoria… no es la única, pero es la más cercana al problema que podría afectarnos.

El corazón de Mariana se aceleró. Había algo más grande detrás de todo esto, algo que Daniel aún no podía revelar del todo. Pero, a pesar del miedo, no podía negar lo que sentía.

—Daniel… —dijo, bajando la voz—. Aun así… quiero estar contigo.

Él la miró fijamente, y por un momento, el mundo desapareció alrededor de ellos. Daniel se inclinó, acercando su rostro al de Mariana, y rozó sus labios con un beso suave pero cargado de promesas.

—No quiero alejarme de ti —murmuró—. Pase lo que pase, quiero que estés a mi lado.

Mariana cerró los ojos, dejándose llevar por la cercanía, por la calidez de sus labios. Su corazón latía con fuerza, pero esta vez no había duda ni miedo. Solo deseo y confianza, aunque el peligro se cerniera sobre ellos.

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Después del café, caminaron juntos por la ciudad. Daniel la tomó de la mano, entrelazando sus dedos con suavidad. Cada roce provocaba escalofríos que Mariana no podía ignorar.

—¿Sabes? —dijo Daniel, mirando al frente—. Hay momentos en los que quiero olvidarme del mundo, solo estar contigo.

—Yo también —respondió Mariana—. Pero… ¿cómo podemos hacerlo si hay gente que nos amenaza?

Él apretó su mano suavemente.
—No podemos ignorarlo. Pero mientras estemos juntos, podemos enfrentar cualquier cosa.

El sonido de su voz, la seguridad que transmitía, hicieron que Mariana sintiera una mezcla de emoción y alivio. Por un instante, el miedo desapareció, reemplazado por la certeza de que estaban unidos en algo más fuerte que cualquier peligro externo.

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Esa noche, Daniel la acompañó a su departamento. No había prisa, no había tensiones de oficina, solo la cercanía de dos personas que se estaban descubriendo mutuamente. Se sentaron en el sofá, con las luces bajas, compartiendo confidencias, risas y pequeñas caricias.

—Mariana… —dijo él, con voz ronca—. Quiero que sepas que no eres solo una distracción para mí. Ni un capricho. Eres importante, y lo que siento por ti… es real.

Ella se inclinó hacia él, rozando su frente con la suya.
—Yo también te quiero, Daniel. No puedo evitarlo.

Él sonrió y la besó de nuevo, esta vez con más pasión, como si cada segundo contara. Sus manos recorrían con delicadeza cada línea de su cuerpo, explorando, descubriendo, sin prisa pero con intensidad. Mariana se aferró a él, sintiendo que no había nada más en el mundo que importara en ese momento.

Sin embargo, mientras sus labios se encontraban una vez más, una sensación de inquietud los envolvía. Mariana percibía que, a pesar del calor y la cercanía, algo acechaba desde las sombras.

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A la mañana siguiente, Mariana recibió un nuevo mensaje anónimo:

“Sabemos lo que estás haciendo. No te metas donde no debes.”

Su pulso se aceleró, pero esta vez, no fue solo miedo; también fue determinación. Daniel estaba involucrado, y aunque los secretos lo hacían parecer inalcanzable, ella quería estar a su lado, pase lo que pase.

Más tarde, en la oficina, Daniel se acercó discretamente y le susurró:

—Alguien nos observa. Pero no permitiré que te hagan daño.

Mariana lo miró a los ojos, reconociendo la promesa implícita en sus palabras.
—Confío en ti —dijo, sin titubear.

Él sonrió, y por un instante, la tensión se desvaneció. Se acercó y rozó sus labios con un beso rápido, dulce, que reforzó la conexión que ambos compartían.

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Pero entre los besos y las risas, las fotografías y los mensajes seguían presentes en su mente. Mariana comprendió que la relación con Daniel ya no sería sencilla. Victoria y los enemigos que rodeaban su vida eran un recordatorio constante de que el amor que comenzaban a sentir estaba envuelto en peligro.

Aun así, decidió que no retrocedería. Cada roce, cada mirada y cada beso consolidaban un vínculo que ni las amenazas ni los secretos podían romper.

Y mientras caminaban juntos hacia la salida de la oficina, con las manos entrelazadas y la tensión del misterio aún flotando entre ellos, Mariana se prometió a sí misma algo: luchar por Daniel y por lo que sentían, sin importar las sombras que intentaran separarlos.




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