Pasiones Secretas: Amor y Misterio

Capítulo 18: Sombras del pasado

El amanecer llegó con un silencio extraño, como si el mundo contuviera la respiración antes de un estallido. Mariana despertó entre los brazos de Daniel, sintiendo el calor de su cuerpo como un refugio en medio del caos que los rodeaba. Por un momento, quiso creer que todo había terminado. Que los peligros, los perseguidores, y los secretos que los atormentaban habían quedado atrás. Pero bastó mirar a los ojos de Daniel para entender que la calma era solo una ilusión.

—No has dormido nada, ¿verdad? —preguntó ella, acariciando su rostro con ternura.

Él sonrió débilmente.
—No podía. Hay algo que no me deja tranquilo. Anoche recibí un mensaje… uno que no debió llegarme.

Mariana se incorporó, el corazón acelerado.
—¿Un mensaje? ¿De quién?

Daniel se levantó, fue hacia la mesa donde había dejado su móvil, y se lo mostró. Era un correo sin remitente, solo una frase en la pantalla:
“Lo que le hiciste a Victoria no quedará impune.”

Mariana sintió un escalofrío recorrerle la espalda.
—¿Crees que sea una amenaza real?

—Sí —respondió él con voz grave—. Pero no entiendo cómo alguien más podría saber lo de Victoria… Nadie debería.

Mariana lo observó en silencio. Cada vez que ese nombre aparecía, algo en Daniel se quebraba. Había un pasado que él no terminaba de confesar, una herida que todavía sangraba. Y ahora, parecía que ese pasado había decidido regresar por ellos.

Daniel se pasó una mano por el cabello, frustrado.
—Tengo que ir a la empresa. Quiero revisar los servidores, los archivos… Tal vez logre rastrear el origen del mensaje.

—Voy contigo —dijo ella sin dudar.

—No. —Su tono fue firme, casi desesperado—. Mariana, no quiero que te expongas más.

Ella dio un paso hacia él, desafiante.
—Ya no puedes protegerme de todo. Si esto también tiene que ver conmigo, merezco saber la verdad.

Hubo un momento de tensión. Daniel la miró fijamente, con esa mezcla de rabia y amor que solo él podía sostener. Luego suspiró, rindiéndose.
—Está bien. Pero prométeme que, si algo sale mal, saldrás corriendo sin mirar atrás.

—Solo si tú corres conmigo —respondió ella, sonriendo con ternura.

Él la abrazó, y por unos segundos, todo el miedo pareció desaparecer. Pero el mundo no los dejaría en paz por mucho tiempo.

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El edificio de la empresa estaba casi vacío cuando llegaron. Daniel caminaba con paso rápido, el rostro tenso. Mariana lo seguía, intentando entender los fragmentos de información que él dejaba escapar. Códigos, archivos encriptados, correos interceptados… nada de eso tenía sentido para ella, pero sí para él.

Mientras Daniel revisaba la computadora principal, Mariana se acercó a la ventana. Desde allí, observó la ciudad despertar. La luz del sol se filtraba entre los edificios, y por un instante, se sintió parte de algo más grande. Pero ese pensamiento se rompió cuando un reflejo metálico llamó su atención.
Allí, en el edificio de enfrente, una figura observaba directamente hacia ellos con un objeto brillante en la mano.

—¡Daniel! —gritó, apartándose justo cuando un disparo rompió el cristal.

El sonido fue ensordecedor. Daniel se lanzó sobre ella, cubriéndola con su cuerpo mientras los fragmentos de vidrio caían alrededor. Mariana sintió el golpe, el peso, el calor de su respiración acelerada.

—¿Estás bien? —preguntó él, con los ojos encendidos por la adrenalina.

—Sí… creo que sí. —Su voz temblaba.

Él se asomó con cuidado, pero el atacante ya había desaparecido.
—Nos están vigilando —murmuró—. No era solo una advertencia. Quieren eliminarnos.

Mariana lo miró, el miedo mezclándose con un impulso que no pudo contener. Lo tomó del rostro, lo obligó a mirarla.
—Entonces no nos separemos. Si esto es una guerra, la peleamos juntos.

Daniel la besó. Fue un beso desesperado, lleno de miedo y promesa. Afuera, el mundo podía derrumbarse, pero allí, entre los vidrios rotos y el olor a pólvora, solo existían ellos dos.

Cuando se separaron, él apoyó su frente en la de ella.
—Eres mi debilidad, Mariana. Y también mi fuerza.

—Entonces úsame como tu fuerza —susurró ella.

Él asintió, y por primera vez en días, una chispa de esperanza brilló en sus ojos.

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Horas más tarde, ya en su apartamento, Mariana repasaba lo sucedido. Daniel hablaba por teléfono con alguien del extranjero. Ella solo alcanzó a oír fragmentos: “contacto”, “seguridad”, “nombre falso”.

Cuando colgó, él se quedó en silencio largo rato. Finalmente, dijo:
—Hay algo que necesito contarte.

Mariana sintió que el aire se volvía más pesado.
—¿Sobre Victoria?

Daniel asintió.
—Ella no era solo una socia… era parte de un proyecto secreto. Un experimento de inteligencia financiera que involucraba a personas muy poderosas. Cuando decidí detenerlo, ella desapareció. Y ahora… alguien está vengándose por eso.

—¿Y crees que Victoria sigue viva? —preguntó Mariana, temiendo la respuesta.

Daniel la miró con un brillo en los ojos que la hizo estremecer.
—No lo sé. Pero si lo está… tal vez todo esto comenzó por ella.

El silencio que siguió fue insoportable.
Mariana bajó la mirada, pero él la tomó de la mano.
—Pase lo que pase, no te alejes de mí. —Su voz era una mezcla de súplica y mandato.

Ella lo miró a los ojos, sabiendo que ese amor, tan peligroso y tan puro, los había unido para algo mucho más grande que ellos mismos.

El pasado estaba despertando, y las sombras apenas comenzaban a moverse.

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