Pasiones Secretas: Amor y Misterio

Capítulo 19: Ecos entre sombras

El sonido de la lluvia golpeando los cristales era casi hipnótico. Daniel permanecía de pie junto a la ventana, observando cómo las gotas se deslizaban en líneas perfectas, como si cada una contara una historia que no se atrevía a decir en voz alta. Mariana lo miraba desde el sofá, envuelta en una manta, sintiendo cómo el silencio entre ellos se llenaba de preguntas sin respuesta.

—No vas a dormir otra vez, ¿verdad? —dijo ella suavemente.

Él no respondió. Solo giró la cabeza lo suficiente para que ella pudiera ver el cansancio en su rostro. Las sombras bajo sus ojos eran más profundas que la noche que los rodeaba.

—No puedo —murmuró—. Cada vez que cierro los ojos, la veo.

Mariana se tensó.
—¿A Victoria?

Daniel asintió lentamente.
—No sé si son recuerdos o advertencias. Pero… anoche soñé que me llamaba por mi nombre. Que me decía que no confiara en nadie, ni siquiera en ti.

El corazón de Mariana dio un vuelco. Se levantó del sofá y se acercó a él.
—¿Y tú confías en mí, Daniel?

Él la miró, y por un momento, pareció no saber qué responder. Pero luego, sin palabras, la tomó de la mano y la atrajo hacia sí.
—Confío en ti más de lo que debería —susurró.

Sus labios se encontraron, lentos al principio, como si buscaran permiso, y luego más intensos, más urgentes. La lluvia se volvió un murmullo lejano mientras sus cuerpos se fundían en una sola respiración. Era una mezcla de necesidad, miedo y deseo reprimido.

Cuando se separaron, Daniel apoyó su frente en la de ella.
—No quiero perderte. Si algo me pasara…

—No digas eso —lo interrumpió Mariana—. No voy a dejar que nada te pase.

Él sonrió, apenas.
—Siempre tan decidida.

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A la mañana siguiente, el sonido del teléfono rompió el silencio. Daniel contestó con voz tensa. Mariana observó cómo su rostro cambiaba mientras escuchaba al otro lado de la línea. Primero sorpresa, luego furia, y finalmente una expresión que no supo descifrar.

Cuando colgó, la miró directamente.
—Encontraron algo en uno de los antiguos servidores de la empresa. Archivos que alguien trató de borrar hace años.

—¿Archivos de Victoria?

—Sí… pero hay algo más. —Se acercó y le mostró una carpeta en su tableta—. Hay registros a tu nombre, Mariana. Desde antes de que nos conociéramos.

Ella lo miró, confundida.
—Eso no tiene sentido. Yo no tenía relación con tu empresa.

—Por eso mismo me preocupa —dijo él con el ceño fruncido—. Alguien te estaba vigilando mucho antes de que yo apareciera en tu vida.

El aire se volvió denso. Mariana sintió un nudo en el estómago.
—¿Qué clase de registros?

Daniel abrió uno de los archivos. Aparecieron fotos borrosas de ella: saliendo de su trabajo, caminando por la calle, incluso una frente a su antiguo apartamento.
—Alguien sabía quién eras. Y te seguía.

Mariana se cubrió la boca, horrorizada.
—¿Por qué yo? No tengo nada que ver con esto.

—Tal vez sí —dijo Daniel con voz grave—. Tal vez Victoria te eligió.

—¿Elegirme? ¿Para qué?

Él no respondió. Sus ojos parecían mirar más allá de la habitación, como si intentara unir piezas de un rompecabezas invisible.

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Esa noche, ninguno de los dos pudo dormir. Daniel revisaba los archivos una y otra vez, mientras Mariana se debatía entre el miedo y la rabia. Saber que alguien la había vigilado durante tanto tiempo la hacía sentir vulnerable, pero también encendía en ella una chispa de determinación.

Cerca de la medianoche, Daniel se acercó con una carpeta en la mano.
—Mira esto —dijo, mostrando una fotografía antigua. Era Victoria, pero mucho más joven, con una mujer que Mariana reconoció al instante.

—Esa es… mi madre. —Su voz se quebró.

Daniel la observó con incredulidad.
—¿Estás segura?

—Completamente. No puede ser otra. Pero… ¿cómo?

El silencio se volvió insoportable. Mariana buscó en su mente algún recuerdo, algo que explicara esa conexión imposible. Su madre había muerto hacía años, mucho antes de que Daniel apareciera en su vida. ¿Qué relación podía tener con Victoria?

—Tal vez por eso te involucraron —dijo Daniel finalmente—. Tal vez tú eras parte del plan desde el principio.

Mariana sintió que el suelo desaparecía bajo sus pies.
—No… no puede ser.

Daniel se acercó y la abrazó, conteniéndola mientras las lágrimas empezaban a caer.
—Vamos a descubrir la verdad —le prometió—. Lo juro, Mariana. No dejaré que te hagan daño.

Ella se aferró a él con fuerza, buscando en su calor una seguridad que el mundo ya no le ofrecía.

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Horas más tarde, mientras él dormía finalmente en el sillón, Mariana se levantó en silencio. Fue hasta la ventana, con la foto en la mano. Su madre, sonriendo junto a Victoria… una imagen que no debería existir.

El viento movía las cortinas, trayendo consigo el olor de la lluvia y el eco lejano de la ciudad.
Por primera vez, Mariana se preguntó si alguna vez había conocido realmente su propia historia.

Sintió un escalofrío cuando el teléfono vibró sobre la mesa. Era un número desconocido. Dudó antes de contestar.

Una voz femenina, suave pero firme, habló al otro lado de la línea:
—Hola, Mariana. No tengas miedo. Solo quiero ayudarte a entender quién eres en realidad.

—¿Quién habla? —susurró.

La voz sonó más cerca, casi como si estuviera dentro de la habitación.
—Soy alguien que conoció muy bien a tu madre… y a Victoria.

El teléfono se cortó.

Mariana quedó inmóvil, el corazón golpeando con fuerza. Afuera, la lluvia había cesado, pero el aire seguía cargado de promesas oscuras.

Sabía que algo grande se estaba acercando.
Y que, para descubrir la verdad, tendría que enfrentarse no solo al pasado de Daniel… sino al suyo propio.

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