Capítulo 21: Secretos y llamas

La madrugada cayó como un velo gris sobre la ciudad, y Mariana permanecía frente al ordenador, rodeada de papeles, fotos antiguas y los archivos que Daniel había conseguido sobre Victoria. Cada documento era un fragmento de un rompecabezas que parecía imposible de armar. Mientras escribía notas y organizaba la información, su corazón no dejaba de latir rápido, no solo por la tensión del misterio, sino también por la cercanía de Daniel, que permanecía detrás de ella, observando cada movimiento.

—¿Crees que esto explique por qué me vigilaron desde siempre? —preguntó Mariana, rompiendo el silencio, sin apartar la mirada de la pantalla.

Daniel se inclinó detrás de ella, y su pecho rozó la espalda de Mariana. La sensación de calor la hizo estremecer y respirar más rápido.
—No lo sé —dijo él suavemente—. Pero lo descubriremos. Estoy seguro de que tu conexión con Victoria no es casual.

Ella giró levemente la cabeza y lo vio. Sus ojos marrones brillaban con intensidad, y su rostro reflejaba preocupación y deseo al mismo tiempo. Mariana sintió un impulso irresistible. Sin pensarlo, se giró completamente y lo abrazó, apoyando su frente en su pecho. Daniel reaccionó inmediatamente, envolviéndola con sus brazos, como si quisiera protegerla de todo y de todos.

—No sé qué haría sin ti —susurró Mariana, dejando que su voz temblara.

—Y yo sin ti —respondió él, su mano recorriendo su espalda con delicadeza, acariciando cada centímetro de piel que podía tocar.

Se quedaron así unos segundos, inmóviles, escuchando la respiración del otro. Luego, Daniel la atrajo más cerca, y sus labios se encontraron en un beso profundo, intenso, que no solo transmitía deseo, sino también la promesa de protección y de que enfrentarían juntos cualquier peligro. Mariana se apoyó contra él, sintiendo el calor de su cuerpo y la fuerza de sus brazos, mientras un cosquilleo de pasión recorría todo su ser.

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Cuando se separaron, Daniel rozó suavemente su mejilla con el dorso de la mano.
—No podemos perder tiempo —dijo con voz firme—. Alguien nos sigue, Mariana. Y lo que descubramos aquí podría ponerlos directamente en nuestro camino.

Ella asintió, pero no pudo evitar buscar de nuevo su contacto, entrelazando sus dedos con los de él. Cada roce era un recordatorio de que no estaban solos y que su vínculo era más fuerte que cualquier amenaza.

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Durante horas, revisaron archivos antiguos y fotografías de Victoria junto a personas desconocidas. Cada descubrimiento aumentaba la tensión: nombres que no coincidían, direcciones borradas y documentos cifrados que solo Daniel podía descifrar parcialmente. Mariana encontró una carta vieja, con su letra y la de Victoria mezcladas en un mismo mensaje. La carta hablaba de secretos que solo una persona de confianza podía conocer, y de un proyecto que involucraba a personas poderosas y peligrosas.

—Esto es más grande de lo que pensábamos —dijo Daniel, sus dedos temblando ligeramente mientras sujetaba la carta—. Y ahora entiendo por qué te vigilaban incluso antes de conocernos.

Mariana sintió un escalofrío. Su mirada se encontró con la de Daniel, y por un instante, toda la tensión del miedo se mezcló con la atracción que sentía hacia él. Se acercó lentamente y apoyó la frente en la de él, sus cuerpos tan próximos que podía sentir cada latido del corazón del otro.

—No importa cuán peligroso sea —susurró—. Mientras estés conmigo, puedo enfrentar cualquier cosa.

Daniel la atrajo hacia sí con fuerza y profundidad, sus labios buscando los de ella con urgencia, sus manos recorriendo la espalda y los hombros de Mariana con delicadeza pero firmeza. Era un beso largo, lleno de pasión y ternura al mismo tiempo. Cada roce, cada caricia, aumentaba el deseo y la conexión entre ellos, mientras la sensación de peligro los hacía sentir aún más vivos.

—Mariana… —murmuró Daniel entre besos—. Prométeme que nunca te separarás de mí, pase lo que pase.

—Lo prometo —respondió ella, dejando que sus manos subieran hasta su cuello, acercándolo más a ella, sintiendo cada fibra de su ser conectada a la suya.

El tiempo pareció detenerse. Afuera, la ciudad dormía, pero dentro del apartamento, el mundo era solo ellos dos, su amor y su determinación de enfrentar los secretos que los rodeaban.

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De repente, un sonido extraño proveniente del pasillo los sobresaltó. Daniel separó su cuerpo del de Mariana solo lo suficiente para mirar hacia la puerta, sus músculos tensos y listos para la acción.
—No estamos solos —murmuró—. Alguien ha entrado.

Mariana sintió el miedo mezclarse con la adrenalina, pero en lugar de apartarse, se aferró a él, buscando fuerza en su abrazo. Daniel la sostuvo firme, su pecho contra el de ella, y juntos avanzaron hacia la fuente del ruido. Cada paso era calculado, sus cuerpos casi pegados, y cada roce de manos o brazos intensificaba la tensión romántica y protectora entre ellos.

Llegaron al salón y no encontraron a nadie visible, solo una ventana entreabierta y un sobre en el suelo. Daniel lo recogió y vio que contenía un solo mensaje:
“El pasado está despierto, y el que confíe demasiado… pagará.”

Mariana sintió que su corazón se aceleraba. Daniel la abrazó de nuevo, esta vez con una mezcla de ternura y urgencia. Sus labios se encontraron otra vez, esta vez con una intensidad que hablaba de todo lo que sentían: miedo, deseo, protección y un amor que parecía crecer en medio del peligro.

—No importa lo que venga —susurró Mariana entre besos—. Lo enfrentaremos juntos.

—Siempre juntos —respondió Daniel, dejando que su respiración se mezclara con la de ella y sellando con un beso la promesa de que nada podría separarlos.

Mientras la noche avanzaba, la ciudad permanecía en calma aparente, pero Mariana sabía que los enemigos estaban más cerca que nunca. Aun así, sentía una fuerza nueva: la certeza de que, mientras ella y Daniel estuvieran juntos, podrían enfrentarlo todo. Su amor se había vuelto un arma tan poderosa como la determinación de descubrir la verdad sobre Victoria y su propio pasado.